Mariano Pacheco
(La Tecl@ Eñe)
Abogado de profesión y, como tal,
defensor de presos políticos en tiempos difíciles, Vicente Zito Lema será por
siempre, de todos modos, recordado como el poeta de la revolución. Murió en Buenos
Aires, a sus 83 años, el 4 de diciembre de 2022. No siempre vivió en Argentina
porque la represión lo llevó durante varios años hacia otras tierras lejanas,
pero en algún momento –como tantxs– volvió. Además de poeta y abogado, otros
oficios terrestres contaron con su activa participación: fue también
dramaturgo, psicólogo social, periodista, ensayista. Un intelectual-militante
cuya vida estuvo entregada a la gestación de arte contestatario capaz de
entrelazarse con la lucha por la justicia total.
¿Desde dónde hablar?
“¿Desde dónde hablar con Eva, o Eva
Duarte, o Eva de Perón, su negrita –¡que se casen, que se casen!, les gritaron
sin camisa, frente a la casa, o sea sus hermanos que pedían para ella un final
con Libreta del Civil y fiesta–, o Evita la de todos, que es decir la que fue y
puso el cuerpo para que muchos años después, años que acaso no alcancen a ver
nuestros ojos, cuando tanta obstinación se cruce de una vez y para siempre con
la historia, alguien con aire doctoral pueda decir: en los antecedentes de
nuestra revolución hay una mujer, y muestre su retrato, y otra generación se
enamore como nos enamoramos nosotros cuando éramos jóvenes y la muerte tocaba
su tambor en la casa de enfrente?”.
¿Desde dónde hablar de Eva? La
pregunta viene desde el fondo de la historia, y de las bellas palabras escritas
por Vicente Zito lema, quien tituló así a uno de sus poemas. Vicente, que no
era peronista pero que había visto su infancia marcada por el obrar de la “abanderada
de los humildes”, y su juventud por tantos amigos y compañeros de ruta que
dieron su vida invocando su nombre, escribió algunos de los pasajes más
estremecedores de la larga lista de producciones literarias argentinas en
homenaje a, o inspiradas en Evita. En 2016, en plena ofensiva macrista contra
el pueblo, Vicente estrenó su obra de teatro “Eva Perón resucitada… en los
tiempos del rencor”, dijo entonces, “para enfrentar la cultura de la muerte”.
Lo conocí a Vicente enfrentando la
cultura de la muerte, tras los asesinatos de Maximiliano Kosteki y mi amigo y compañero
Darío Santillán. Se estaba por conmemorar un año de la denominada “Masacre de
Avellaneda” y a Zito Lema se le ocurrió acompañar el proceso de cambio de
nombre de la estación de trenes y la conformación de una “Comisión Independiente”
que exigiera justicia en el juicio contra los responsables de los crímenes del
26 de junio de 2002 estrenando obra “La pasión del piquetero” montando un
escenario frente a los Tribunales de Lomas de Zamora (“Una escena más. Siempre
habrá en el reino de la vida/ una escena más, aunque su misterio nos perturbe
igual que el fluir de las olas... Es la hora del alba y el cielo es un incendio”).
La obra escrita por él y dirigida por
Coco Martínez, fue protagonizada por actores y actrices populares, muchos de
ellos amigos y compañeros de militancia de los jóvenes asesinados. Tiempo
después, para cuando hicimos la segunda edición de la biografía de Santillán que
escribimos junto a Juan Rey y Ariel Hendler, Vicente homenajeó nuevamente a Darío
y Maxi redactando un prólogo, en el que decía que mantenerlos implicaba “ser
fieles depositarios de todo lo que ellos quisieron hacer, que era transformar
el mundo”. Creo que esa fidelidad a las apuestas por subvertir el mundo fueron
las que sostuvieron en pie a Vicente durante tantos años, la que le permitió
sobrevivir, a pesar de tantas adversidades que tuvo que atravesar, en medio de
tantas tragedias que vivió el país. Guillermo Saccomanno escribió alguna vez: “un
sobreviviente es alguien que resiste”. Zito Lema fue un sobreviviente, pero sobrevivió
como poeta- guerrero, legando los saberes de su generación a quienes vinieron
luego.
El largo adiós
Vicente Zito Lema se recibió de
abogado a inicios de los sesenta. Fue defensor de presos políticos, pero por
sobre todas las cosas, un pensador crítico, un poeta rebelde. Fue fundador, en 1964,
de Cero, revista de poesía que dirigió hasta 1967. En 1969 fundó y
dirigió la revista literaria Talismán y en los setenta, junto a Roberto
Santoro, Miguel Ángel Bustos y otros poetas, integró el legendario Grupo
Barrilete. También supo participar activamente en la legendaria revista Crisis.
Durante la última dictadura se exilió en Holanda. Desde allí continuó la lucha
por la dignidad: fue parte de la Comisión Argentina por los Derechos Humanos
(CADHU), junto a otros escritores del país como Julio Cortázar y David Viñas.
Una vez que los militares se retiraron
a los cuarteles regresó al país, y entre otras cosas que hizo fue fundar la
revista Fin de Siglo. Luego acompañó y fue parte de numerosas
iniciativas, algunas que han dejado marcas fundamentales en la historia
cultural argentina de las últimas décadas, como la Universidad Popular Madres
de Plaza de Mayo (de la que fue rector) y su periódico Cultura y Utopía
(del que fue director). Más tarde participó de la Universidad de los
Trabajadores (fue de hecho su primer director) gestada al interior de IMPA, la
primera fábrica recuperada del país.
Vicente es también autor de numerosos
libros. Uno de ellos es quizás el libro que más reimpresiones ha tenido en
nuestra historia: Conversaciones con Enrique Pichon Riviere sobre el arte y
la locura. En la edición que tengo en mi biblioteca, fechada en 1986,
impresa en Buenos Aires Vicente escribe en su “Despedida demorada”: “Pichon
murió a mediados de 1977. Yo no fui a su entierro. Me sabía perseguido. Aunque
tal vez podía haber ido y no quise (es difícil entender nuestros actos en días
de duelos abundantes u heridas que se amontonan)”.
Zito Lema sobrevivió a la pandemia del
COVID-19, pero falleció en diciembre de 2022. Para entonces habían partido ya
muchos seres queridos, muchos de ellos sin ser despedidos como se merecían,
imposibilitados por las condiciones sanitarias que acecharon al mundo entonces.
No fue su caso. De todos modos no lo pude despedir, porque estaba en Córdoba
visitando a mi hija.
Lo vi por última vez en el Teatro- Bar
Hasta Trilce, en el barrio porteño de Boedo, en 2021, meses después de haber
dejado atrás mi vida cordonbesa, ya instalado nuevamente en Buenos Aires. Vicente
estaba por cumplir entonces 82 años y hacía poco había sido operado del corazón.
Sin embargo, allí estaba de pie, seguía con sus andanzas, con sus travesuras:
junto a “El Violinista del amor” y “Orquesta Volátil” pusieron en escena un
espectáculo de música y poesía en el que por más de una hora recitaba y actuaba
sobre el escenario (hoy eso puede verse en YouTube). Allí se lo escucha decir:
“sé que cuando un poeta es rebelde, envejece, muere, va al Hades –ese cielo y
ese infierno que tenían los antiguos griegos–. Y aunque esté muerto, si fue
rebelde, le dejarán la memoria… sabiendo que la memoria es nuestra y la belleza
nos pertenece… y que habrá otros jóvenes poetas que enfrentarán la maldad del
mundo, que querrán construir algo más justo, más solidario, y si es necesario,
también aullarán como este viejo lobo rebelde”.
Cantamos porque venceremos la
derrota
“A brindar por los olvidados”, canta
Malayunta Orquestita. Desde y por esos olvidados, desde allí hablar, eso nos
enseñó Vicente. Claro que a Evita se la nombra mucho, pero ha caído en un
olvido profundo su mandato de que el peronismo fuera revolucionario. Kosteki y
Santillán son un ícono de las luchas de los años noventa y el 2001 que en cada
junio aparecen mencionados en jornadas de conmemoración, pero cada vez se deja más
de lado aquel arrojo arrollador de las corrientes más radicalizadas del
movimiento piquetero. El nombre de Pichón Riviere ha quedado flotando,
reivindicado en prácticas comunitarias, pero no siempre puesto en relación con
su espíritu contestatario en función de revolucionar las prácticas instituidas
en el campo de la salud mental. El propio Vicente no siempre es recordado en su
justa medida. No es una queja, no: se sabe que las épocas oscuras suelen ser
ingratas con sus contemporáneos, pero también, con sus antecesores.
Serán las épocas luminosas, cuando el
fuego con el que se incendie este orden social alumbre no sólo el porvenir,
sino también la posibilidad de releer el pasado, cuando podremos mejor tener en
cuenta todos estos nombres propios que dan cuenta de procesos colectivos en
post de la justicia y la igualdad, la libertad y la fraternidad. Y allí sin
duda Zito Lema estará entre los poetas de la revolución.
Como su amigo Urondo, y esos otros
amigos de éste, el viejo Ponce o el Moncho Angaco, carterista y preso político
en Villa Deboto en tiempos inmediatamente previos al gobierno de Cámpora. Con
ellos y tantas otras, tantos otros, es nuestro secreto pacto de sangre. Con
ellxs está sellada nuestra suerte. Como escribió Paco, también él en algún
momento “del otro lado de la realidad”, tras esas rejas: “que nadie se atreva a
dudar de mi palabra inmerecida ni de los amores del pueblo argentino, de su
confianza, de su salud, de sus juramentos, de sus brindis”… A tu salud, querido
Vicente. Y hasta la victoria, siempre.

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