ACAMPE:
Texto incluido en el libro PRESA: un decálogo del caso Milagro Sala
Por
Mariano Pacheco
“¡Ah!,
esta civilización nuestra puede jactarse de todo, hasta de ser cruel
y exterminadora consigo misma. Hay, sin embargo, un título modesto
que no puede reivindicar todavía: es haber cumplido con los
indígenas los deberes del más fuerte. Ni siquiera clementes hemos
sido. Es el peor de los males”.
“Todos
los americanos tenemos sangre de indio en las venas, ¿por qué ese
grito constante de exterminio contra los bárbaros?”
Lucio
V. Mansilla,
Una
excursión a los indios ranqueles.
Sea
porque se la acusó de organizar un acampe (lugar provisorio de
vivienda) o por el manejo ilícito de fondos para construir viviendas
(lugar permanente de morada), el hecho es que Milagro Sala -detenida
desde el 16 de enero de 2016- continúa presa en el penal de Alto
Comedero, más allá de las denuncias nacionales e internacionales
por la irregularidad del proceso judicial y las voces alzadas para
reclamar su libertad.
Detención
y primera acusación: Milagro Sala fue la “ideóloga” del acampe
protagonizado por la Tupac Amaru (y otras 15 organizaciones sociales)
en la Plaza Belgrano, frente a la Casa de Gobierno de Jujuy, que se
mantuvo durante 52 días. Por tal motivo fue acusada de “ocupación
del espacio público, alteración del orden y obstrucción del
tránsito vehicular y peatonal”. Sobrevoló asimismo el fantasma de
la “instigación a la violencia” por un escrache del que fue
blanco el gobernador Gerardo Morales en 2009 (entonces senador),
acción directa en la que los testigos presentados en el juicio
(“René Arellano y su esposa”) no estuvieron presentes. Respecto
de su condena por el acampe Sala declaró: “Después de no haber
tenido respuesta de Gerardo Morales, tuve que viajar a Buenos Aires a
hacerme cargo de mi candidatura como diputada del Parlasur. Cuando
volví, cada organización social había tomado la decisión de
acampar. Estaba la decisión tomada. Me llama la atención que
únicamente la contravención sea contra la Tupac Amaru, cuando no
estaba sola en la plaza. Esto no es de alcahuete ni de botona. Pero
hay demasiada indignación hacia la Tupac Amaru. Hay demasiada bronca
contra la Tupac Amaru”.
El
hedor americano
En
su introducción a América
Rodolfo Kush destacó que el hedor es “un signo que no logramos
entender”, pero que así mismo expresa, de nuestra parte, un
“sentimiento especial”, un “estado de aversión irremediable”.
El filósofo nuestroamericano, por su parte, también asevera: “la
primera solución para los problemas de América apunta siempre a
remediar la suciedad e implantar la pulcritud”.
Retomando
las reflexiones de don Gunter podríamos pensar que lo que más suele
molestar del Acampe como modalidad de lucha no es el ejercicio del
derecho a la protesta o los reclamos frente al Estado, sino la
modalidad misma, que trae siempre consigo el fantasma del desierto,
de las tolderías, de los indios como algo del presente y no como
mero pasado Latinoamericano.
El
miedo al desamparo y la intemperie suele colocar a las blancas almas
argentinas frente a frente con una inseguridad que molesta ante
aquello que la civilización suele colocar como un pasado ya
superado, y al que -dicho sea de paso- siempre que puede trata de
obviar, incluso, como pasado.
Por
eso el fastidio ante las marchas y otras formas de protesta, pero por
sobre todas las cosas, esa indignación frente a los Acampes, que
suelen permanecer en el lugar no solo durante el día sino también
durante las noches, en las que se cocina con leña y ollas populares,
se canta y se toca la guitarra (como en antaño se hacía en las
“pulperías”), se instalan carpas (cual “tiendas de campaña”)
para refugiarse del frío y protegerse del viento, descansar e
incluso, amar.
Por
eso la aversión no es solo racional sino sobre todo afectiva. Hay
algo del orden de lo que los cuerpos pueden cuando se juntan y “se
dan manija”. Se puede cantar, gritar, morfar con las manos,
limpiarse con las mangas del buzo, tomar del pico de la botella o
fabricar vasos con pedazos de botellas. Se puede dormir al aire
libre, caminar en la noche sin sentido o dirección alguna (siempre
dentro de los “límites” que guarda el acampe, porque afuera –se
sabe–-- acechan los lobos por doquier).
Según
la Real Academia Española “Acampar” significa “instalarse en
el campo, al aire libre o en tiendas”. Toldería es una palabra que
ni siquiera registra el diccionario, aunque sí “toldo”, a la que
otorga dos significados. En primer lugar: “pabellón o cubierta de
tela, que se tiende para hacer sombra en algún paraje”. Y luego,
aclarando que corresponde a un “sentido argentino”, define:
“tienda de indios, hecha de ramas y cueros”.
La
aversión por los acampes no es nueva. Las tomas de tierras para
construir viviendas, o incluso las casas en las villas han sido
siempre una imagen que provocó escándalo en las bellas almas
argentinas. Ya en su Facundo
Sarmiento hablaba de los “ranchos miserables” de la villa
nacional, y los describía como un aspecto general de la barbarie
incrustado en la civilización. ¿Será eso lo que tanto rechazo
provoca el acampe? ¿Será esa reactualización del fantasma del
desierto en la ciudad lo que concentra tanto odio? “Saliendo del
recinto de la ciudad todo cambia de aspecto”, describía Don
Faustino. ¿Pero qué pasa cuando el aspecto cambia en la misma
ciudad? ¿Qué cuando el hedor americano se sitúa frente al centro
comercial y el centro del poder político? Entonces allí lo
bárbaro-salvaje ya no vaga sin límites en una inmensidad lejana,
sino que se sitúa, de cuerpo presente, en la cercanía de esos
lugares que dejan ya de vivirse como sitios seguros. El temor al
disciplinamiento de la ciudad por la campaña, el miedo a que la
civilización sea “domada” por la barbarie (para retomar una
metáfora sarmientina) se hace presente con todas sus fuerzas en cada
Acampe, donde el “elemento bárbaro” se presenta con toda su
desnudez.
Justicia
racista
En
junio 2017 el Juzgado de Control en lo Penal N°3 de Jujuy declaró
la nulidad del juicio contravencional contra Milagro
por
el Acampe, hecho por cual había sido condenada el pasado 29 de
diciembre de 2016 por “ocupación del espacio público y alteración
del orden”. El juez Isidoro Cruz entendió entonces que la
dirigente social no debería haber sido juzgada por el Código
Contravencional que entró en vigencia el 1° de enero de 2016, sino
por la ley de Faltas anterior, ya que el delito que se juzgó comenzó
en diciembre de 2015, aunque la detuvieron el 16 de enero de 2016.
Por eso se declaró la nulidad del procedimiento llevado a cabo por
el Juez Contravencional N°1, Matías Ustarez Carrillo, “como así
también del juicio contravencional y de la sentencia dictada en el
mismo”, según puede leerse en la notificación judicial publicada
por los diarios.
Si
bien la
nulidad
no altera su situación penal (porque sólo una resolución de la
Corte Suprema de Justicia podría liberarla), no provocó si quiera
que se haya accedido a cambiar su estadía del penal de Alto Comedero
hacia una prisión domiciliaria. Seis meses después, el proceso
avanza con el fallo de la Sala IV de Casación confirmó la pena de
tres años de prisión por el escrache contra Morales.
Los
pedidos de libertad por Milagro Sala se han multiplicado a lo largo y
ancho del país e incluso fuera de las fronteras nacionales, y al
cierre de este texto, otro hecho de racismo se suma a este
“mamarracho jurídico” que tomó a Jujuy como territorio de
ensayo de lo que podría ser la patria entera de consolidarse este
Cambio de la Revolución de la Alegría (abogados de derechos
humanos, como Eduardo Barcesat, Beinusz Szmukler y Pedro Dinani,
caracterizaron que “estamos frente a estos tribunales que deshonran
el deber de obediencia a la supremacía de la Constitución Nacional”
y aseguraron que hoy “lo que está en juego es si tenemos realmente
una Justicia que dé garantías a los derechos humanos, al debido
proceso, a los derechos y garantías establecidos en la Constitución
y los pactos internacionales”). El caso en cuestión es el de
Facundo Jones Huala, quien fuera detenido para ser juzgado nuevamente
por una misma causa de la que ya fue absuelto. En este caso, a
diferencia de Sala, se suma el elemento de ser una persecución
conjunta del Estado argentino y el Estado chileno sobre la Comunidad
Mapuche.
Precariedades
civilizatorias
El
problema de Milagro es que es mujer, india y tuvo el tupé de
organizar a la indiada y ponerse al frente. No importa lo que podamos
pensar respecto de los modos de organización de la Tupak Amaru, su
adscripción partidaria, su linaje identitario. Aún sin compartir
todos estos elementos es difícil negarse a darse cuenta lo que pasa
allí: hay una acción política racista destinada a aniquilar una
experiencia en particular, sí, pero también, a poder aleccionar a
los de abajo en todo el norte argentino. Evita, Guevara y Tupak Amaru
como símbolos de la lucha por una patria liberada. Eso es lo que
encoleriza al poder y lo que el stablishment jujeño se propone
extirpar del imaginario popular.
La
estrategia de “cerco y aniquilamiento” tendida sobre los
tupakeros (situación que se expresa descarnadamente en el
ensañamiento contra Milagro Sala), apunta a exterminar a la Tupak
como organización, un modo ejemplificador de borrar todo gesto de
insubordinación de la negrada al poder local, así como también
barrer la organización que pueda pelear por nuevos derechos para los
cabecitas negra e incluso disputar porciones de poder institucional a
las fuerzas conservadoras de la provincia.
Cuando
la cuestión ya no es –como antaño-- la conquista del territorio
sino su seguridad, cualquier anomalía será tratada como virus
extraño en el orden del cuerpo. Esto es lo que ha hecho el contador
Morales al ponerse al frente, él mismo, del combate a todo o nada
contra Milagro y las tupakeras que la acompañan. Cuando los
“desechos de la civilización” se hacen presentes, por ejemplo
mediante un acampe en el centro mismo de la ciudad, evidencian con
sus cuerpos mismos la situación de precariedad estructural sobre la
que se edifican los privilegios de quienes se benefician con esa
civilización. Por eso el nombre de Milagro se constituyó en una
figura clave para interpretar el único modo de inclusión que el
estado jujeño se reserva para los disidentes: la inclusión mediante
la vía de la reclusión. El carácter de detenido es el único
estatuto de ciudadanía que se reserva para los rebeldes un modo de
gestión del gobierno que incluso, para muchos, no sostienen ni
siquiera la vigencia del estado de derecho.
¿Qué
pasa si el desierto crece?
El
desierto ha sido el lugar en donde han habitado, desde siempre, los
veraces. El aforismo nietzscheano expresa así una posibilidad:
apropiarse del desierto como una imagen del pensamiento (crítico)
diferente a la que le han otorgado, desde siempre, las elites
dominantes en nuestro país.
Hace
unos años, el crítico cultural Fermín Rodríguez publicó un libro
en el que invirtió, desde el título mismo, la máxima nacional que
se propuso encontrar una nación para el desierto argentino. Así,
desde Un
desierto para la nación,
Rodríguez da cuenta de esta operación fundadora de la
nacionalidad. Y sugerentes desafíos no solo de reinterpretación de
la narrativa histórica sino de los desafíos del presente.
La
figura de Milagro Sala y, su liderazgo de un movimiento social que
proyectó construir porciones de poder en disputa con los poderes
provinciales (aún, incluso, compartiendo un suelo partidario común),
ponen a la experiencia tupakera en un lugar maldito para el poder, e
incómodo para quienes no hemos compartido -ni compartimos- sus modos
de organización, sus métodos de trabajo, su identidad política,
sus apuestas electorales. Así
y todo, Milagro
y el tupakerismo no dejan de provocar el desafío. ¿Cómo situarse
frente al poder cuando se ensaña con aquellos con quienes tenemos
profundas diferencias políticas? Una ética, que es por supuesto
también una política, marca un camino frente al moralismo
reinante hoy en Jujuy: condenar el racismo frente a todas aquellas
razas que, cual tribus nómades en el desierto, corroen la
legitimidad de un Estado que se empeña en demonizar una forma
particular de organización popular, pero que en el fondo, sólo
busca conjurar cualquier tipo de puesta en cuestión de sus modos de
ser.
El
puntapié del Acampe tupakero para ir contra Milagro Sala expresa
todo el odio contenido por el poder jujeño, que es un poder no sólo
burgués-capitalista sino además patriarcal, racista, xenófobo.
Milagro es india y es mujer, y se atrevió a discutir de igual a
igual con varones blancos. Eso es imperdonable. No importa su
“apariencia masculina”, o más bien, parece que todo lo
contrario: parece exacerbar aún más los prejuicios el hecho de que
sea india-mujer y ejerza el liderazgo de una organización popular
sin los modismos femeninos tradicionales. Tal vez si hubiese sido la
“secretaria de acción social” de un movimiento de base indígena
pero dirigido por un hombre blanco otro sería el cantar.
Frente
a ese embate, entonces, solo podemos recordar la frase fanoniana
explicitada en el film de Enrique Juárez Ya
es tiempo de violencia:
“la verdad es para el pueblo todo aquello que daña a las clases
dominantes”.
Sin
lugar a dudas el Acampe, como método de protesta, es una forma no
solo de expresar los propios modos de vida populares, sino también
de poner en entre-dicho la relación entre lo público y lo estatal,
y habilitar nuevos interrogantes en torno a los modos de ocupar el
espacio.
Apostilla:
Las “Barracas” del diario Clarín:
“El
kirchnerismo hizo de las viviendas sociales una herramienta para
otorgar poder. La líder de la Tupac Amaru recibió más de 1.500
millones de pesos que debían destinarse a obras. Esos
recursos del Estado la empoderaron.
Las casas de Milagro Sala no pertenecían a la gente que las
habitaba, nunca les dio los títulos de propiedad. Las viviendas en
realidad eran una suerte de conjunto habitacional equivalente a
barracas militares en las que ubicaba a sus militantes. Y éstos
podían permanecer adentro en
tanto y en cuanto cumplieran con sus órdenes,
que podían ir desde repartir una copa de leche, hacer un piquete,
quemar la casa de gobierno o, incluso, disparar contra algún
´enemigo´ o servir de dama de compañía para su hijo, ´El
Reptil´. Si no aceptaban las órdenes o ´La Flaca´ sospechaba
alguna deslealtad, previa golpiza, la familia entera era desalojada
de la barraca”.
(Diario
Clarín,
5/06/2017)
Acabo de leer el libro Presa. Lástima que en tu escrito solo diste lugar al punto de vista del mercenario Gabriel Levinas sobre la Tupac, lo cual me confirma que más que su condición de mujer, india, negra, pobre, a Sala lo que no le perdonan es su ideología, ni siquiera aquellos que dicen escribir en su defensa. Parece que cuando el preso es peronista no hay aquello de discutir recién afuera las diferencias como te leí en algún otro artículo.
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