domingo, 3 de marzo de 2019

CORSOS, ALEGRÍA POPULAR Y JUSTICIA POÉTICA


Murió el oligarca Franco Macri, una noche en que el pueblo festejaba el carnaval

Por Mariano Pacheco


Ayer, mientras terminaba de releer a Viñas, me llega un alerta al facebook, que me avisa que ya había empezado un evento al que había puesto que me interesaba: eran los Corsos de la Federación de Organizaciones de base. A la gente de la FOB la conozco hace, muchísimo, desde antes de que fueran FOB y teníamos las mismas o parecidas diferencias políticas que las que podemos tener ahora (ellos usaban bandera negra y el movimiento en el que yo estaba, la argentina). Sin embargo, siempre tuve mucho respeto por sus militancias: coherentes, honestas, bien metidas en la base, ellas mismas de extracción proletaria.
Ayer leía que Viñas, David, había escrito alguna vez: “en forma simbólica, los anarquistas vengan a los montoneros. Es que a lo largo de un circuito de cincuenta años, los verdugos de la élite empiezan a convertirse en víctimas y su agresividad expansiva en sobrevivencia y repliegue”.
Terminé de leer a Viñas, miré el evento de Facebook en mi celular, me bañé, me cambié y emprendí la larga caminata hacia barrio General Paz, hoy un reducto de chetos y empresas desarrollistas que han hecho sus negocios con los departamentos. Allí, sobre la calle Ovidio Lagos, está la Casa Caracol, el centro principal de la FOB Córdoba, donde hace poco –el día en el que se cumplía el primer aniversario del fallecimiento de su referente principal, Mayte Amaya—se inauguró una biblioteca popular.
¿Quién puede abrir una biblioteca en esta época?, recuerdo que me pregunté entonces. La respuesta era obvia: ¡los anarcos!, ¡quién más! Pero anoche, cuando pensé en el corso, la imagen de carnavales me llevaba al peronismo: al modo en que la elite literaria se refería a él como “carnaval siniestro”, a sus bases como “murga”, a su apuesta por hacer del carnaval una fiesta popular (no es casual que el 6 de junio de 1976 fueran prohibidos por el entonces presidente de facto, el general genocida Jorge Rafael Videla, y restituidos recién a fines de 2011).
Fue interesante la apuesta de la FOB: poner en escena, en una misma cuadra, al precariado que en las barriadas periféricas de la ciudad se organizan con ellos y las vecinas y vecinos de sectores medios de aquel barrio cercano al centro. Todos juntos, mezclados, disfrutando del momento del carnaval.
Durante días, con los feriados de carnaval, se puede bailar, escuchar ritmos de todo tipo, disfrazarse, comer unos choripanes, tomar unas gaseosas o cervezas o unos fernet, juntarse con amigxs o hacer otrxs nuevxs, en fin, interrumpir un poco la siempre tan agobiante cotidianeidad.
Al volver a casa veo en las redes sociales que había muerto Franco Macri: los chistes, lso festejos, y también, las advertencias morales: “compañeres, nosotres no festejamos la muerte”. Hice un posteo al paso, en el que decía que la muerte de este Gran Delincuente de la Patria, en un feriado largo de carnaval, operaba como una suerte de justicia poética. No creo ser peor persona por alegrarme que Hay uno Menos de estos oligarcas sobre la tierra.
Si hay algo en lo que el anarquismo y el peronismo obrero (de base, combativo) coinciden, es en hacer del odio de clase un arma política. “No me vengan con eso de que el amor vence a la chota y la puta que lo parió”, dijo la otra vez una compañera. Son sus palabras, así que no las emprolijo para hacerlas quedar “políticamente correctas”. Obviamente, la lengua también es un territorio de disputa y allí también habrá que librar batallas.
Me quedo entonces con lo problematizar un poco toda esa progresía que hay veces en que nos desarma más que otra cosa.
Ayer se fue un oligarca, hoy sigue el carnaval. Mañana y pasado también, así que más allá de la malaria, que la alegría y el odio de clase conformen una dupla invencible a partir de la cual podamos dar vuelta la tortilla, y que el pobrerío como pan con manteca y dulce de leche, y Macri, mierda, pura mierda.








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