martes, 5 de diciembre de 2017

Reseña de “Sublunar", de Javier Trímboli (Cuarenta Ríos)


Entre el kirchnerismo y la revolución 


Por Mariano Pacheco 
(La luna con gatillo)


Rarísimo, por decirle de algún modo, lo que pasó en al historia del 2001 al 2015”.



Resulta interesante ver la operación de lectura que hace el historiador Javier Trímboli para comenzar su Sublunar: revisitar el emblemático número 7-8 de la revista Contorno para intentar ver qué pensaron los intelectuales de izquierda sobre el peronismo tras su derrocamiento, momento complejo por tratarse de advenimiento de la Revolución Libertadora (La Fusiladora, según Rodolfo Walsh). Lo interesante viene no tanto del hecho de que la situación post 1955 sea parecida a la post 2015 (el kirchnerismo no fue derrocado, perdió las elecciones; y la fuerza que conduce Cristina Fernández de Kirchner no promovió hasta el momento ningún proceso de resistencia popular a la restauración conservadora que se impuso) sino más bien porque hace algo que desde el kirchnerismo se supo hacer poco o no se hizo: situarse dentro de la historia. Resulta paradójico tratándose de un espacio que hizo de la historia el lugar de inspiración para nombrar muchas de sus agrupaciones.

Con buen tino, durante los años del kirchnerismo en el gobierno nacional a nadie se le ocurrió hablar de revolución”, escribe Trímboli mientras da el visto bueno a un antiguo compañero de ruta devenido funcionario amarillo que sostiene que en la actualidad quienes están pasándola mal (en términos políticos, no de calidad de vida) son quienes creen que el kirchnerismo “hizo una revolución” y, por lo tanto, piensan que “desde el 10 de diciembre viven una contrarrevolución”.



Diferencia y repetición

¿Puede hablarse de un proceso de contrarrevolución sin un momento previo de revolución? Capaz que sí, al menos si se piensa históricamente 2003, es decir, si se asume que no hay 25 de mayo sin 20 de diciembre. Contra todo el sentido común kirchnerista, Trímboli no coloca a 2003 en serie con 1973 y la fecha fundacional del kirchnerismo se presenta contaminada con la presencia de 2001. No es que 2001 haya implicado un momento revolucionario -no al menos en los términos clásicos- pero sí en tanto que las jornadas de diciembre habilitaron a repensar nuevamente qué entendíamos por política. Así al menos lo subrayó en su momento Raúl Cerdeiras desde las páginas de la revista Acontecimiento, publicación que Trímboli recupera, en su labor de genealogista, junto con los textos del Colectivo Situaciones y la revista La escena contemporánea. El 2003 en serie con el 2001  y las jornadas del 19 y 20 en serie con el proceso previo, al menos el que va desde Cutral Có hasta Puente Pueyrredón (1996-2002). La emergencia de los nuevos movimientos sociales en Argentina y el zapatismo en México, y toda una “sensibilidad anarquista” que recorre el mundo.

En los años del neoliberalismo los reflejos salieron a relucir para entremezclarse y sostener lo que quedaba de la revolución, cuando maltrecha no quería acomodarse del todo”.

En la coyuntura 2001, nos recuerda Trímboli, sin que se hablara de comunismo “se intentó pensar otra cosa” y esa otra cosa, por otra parte “sostenida en condiciones de vida y prácticas que lo hacían posible; y también señalaban sus límites”.

¿Qué pasó en 2001, entonces? La pregunta no deja de interpelar(nos).

Sublunar no sentencia al respecto y tal vez allí radique una de sus grandes virtudes, porque abre -o vuelve a recordarnos- algunos interrogantes que ante el cambio de coyuntura política se vuelven centrales. En este sentido no es un libro para la tribuna. Mucho menos para las sectas (o los aduladores de posiciones sectarias). Situación que no quita que Trímboli se posicione, como lo hizo cuando fue funcionario del Ministerio de Educación durante las gestiones de Néstor y Cristina.

Su ensayo es a la vez un testimonio singular de cómo vivió la “década ganada” -en términos subjetivos, políticos- y un intento por pensar esos años por fuera de la mito-manía. De allí que caracterice a “los años kirchneristas” como una experiencia “apenas reparadora, tibiamente redistributiva” pero con gran capacidad para leer la época. Y como si se propusiera abrir un diálogo, una polémica con las experiencias y la biblioteca autonomista -que cita asiduamente-, plantea: “tanto en 2009 como hoy dan ganas de conversar sobre las chances que había -si había alguna- para que en 2003 el antagonismo se siguiera expresando como movimiento de masas e incidiera en la sociedad”. Trímboli lo dice a propósito de algunos textos escritos por este cronista, así como por otros publicados por Diego Stulwark; pregunta ante la que él y tanto otros ensayaron una respuesta, presente en este libro bajo el modo de “fascinación” por la presencia de un Estado ante la tarea reparadora que se avecinaba.



Rearticulación temporal

La hipótesis central del libro ronda en torno a quienes que el kirchnerismo supo atraer y articular, definidos como aquellos que “habían estado bajo el signo de la revolución”. Sean porque la vivieron, es decir, porque fueron parte de la generación que quiso gestarla, sea porque crecieron bajo su sombra (la de la derrota de aquellas apuestas). Una derrota imposible de ser pensada en clave y perspectiva actual. De allí que Trímboli afirme:

Sólo al aceptar la derrota, pero al hacerlo con incomodidad y disgusto, se podía apreciar el pasaje de la revolución a la reparación no como maniobra distractiva de lo verdaderamente importante, tampoco como traición”. Reflexión a la que puede agregarse la siguiente: “imposible no observar que de la revolución a la reparación hay un largo camino, una indisimulable diferencia. Para que una tarea como esta -¿reformista?- nos convocara, además del agotamiento de la revolución en tanto meta y tarea, pasó la experiencia misma de ese largo maltrato, de esa sostenida ofensiva que se había padecido”.

Es en este sentido que para el autor el kirchnerismo tenga en su haber el hecho de haber podido articular tiempos generacionales largamente desarticulados y hacer que “por fin” coincidieran. Por eso la voz de Trímboli pasa de una oración a otra del singular al plural; porque ante ese llamado acudió él como tantos otros que se vieron convocados “en serio” por primera vez, por la política sublunar.

Ya se ha dicho algo respecto de 2001, ¿pero qué pasó con el kirchnerismo? Trímboli propone una lectura de algunos momentos fundamentales de la “década ganada”. Así, sobre la coyuntura 2008 el autor afirma que el campo supo entonces “articular una amplia oposición que aglutinó a los desafectados con los gobiernos kirchneristas”. Y agrega: “a la par, esa fuerza social desposeída, que había logrado hacerse escuchar y en un instante, sin percibirlo, también atemorizar y por lo tanto afectar a los intereses acomodados, se encontraba en otra situación, desactivada”. Imagen que puede ser leída con otra, ya hacia el final del ciclo largo de gestión del Estado (en el medio: los festejos del Bicentenrio; la coyuntura inmediatamente posterior a la muerte de Néstor; el 54% de los votos obtenidos en las elecciones generales de 2011). “Nuestra imagen de la multitud herida es incompleta, además de porteña, más de clase media, flamante y recompuesta”. Lo dice a propósito del 9 de diciembre de 2015, la fiesta de despedida de CFK mientras en Jujuy, seguramente, la Túpac Amaru estaría organizando ya el acampe que días más tarde culminaría con la detención de su principal referente: Milagro Sala.



Pensamiento crítico, TV y “batalla cultural”

Ya hacia el final de las intensas 164 páginas que tiene el libro, Trímboli se mete con una discusión que, a los ojos de este cornista, hoy resulta fundamental no sólo para los compañeros de ruta que uno puede encontrar en eso que ha dado en llamarse kirchnerismo sino también para todos los que nos encontramos de este lado de la barricada. Me refiero a la cuestión de la batalla cultural en un sentido amplio.

En primer lugar, cabe destacar la cuestión de la televisión, que junto al boom de las redes sociales virtuales se ha convertido en el tema respecto de las subjetividades hoy en día.

En 2004, al trabajar con maestros y profesores, concebimos que la televisión era un problema en sí mismo, basura por entero que había que tirar por la ventana de los hoteles” escribe Trímboli en una suerte de honestidad brutal. Sin embargo, reflexiona que tras la aparición de “un puñado de programas de la TV pública” y otros de Canal Encuentro, les hicieron ver que la “divina TV Fuhrer” tenía chances de convertirse en otra cosa. Allí se dispusieron a librar cierta lucha al interior de esos medios. “Encuentro y Paka Paka fueron el principal vector de masas, mucho más importante que cualquier libro, incluso los que, a tono con los tiempos, se llamaron de divulgación”.

El autor caracteriza así que esta serie de intervenciones, que se podrían simbolizar en el personaje de Zamba, fue la “alianza más complicada y necesaria” que produjo el kirchnerismo para constituirse. “A él y a su multitud”, agrega Trímboli.

¿Batalla insuficiente? ¿No alcanzaron Paka Paka, Carta Abierta, 678, Página/12, el Grupo 23 y la larga lista que podríamos agregar?

Se podría pensar que el kirchnerismo amortiguó y le puso malla a lo más salvaje del mercado y del capitalismo financiero a través del Estado, pero parece más atinado decir que lo suyo fue un desvío inevitablemente momentáneo” afirma el autor de Sublunar, quien polemiza con extraños pero también con los propios, como Eduardo Rinesi o los que como él -según Trímboli- cargan en la cuenta del Estado más de aquello que desde una perspectiva transformadora se podría. Es decir, para quienes le piden al Estado más de lo que un Estado puede dar. Cuestión central a pensar, sobre todo si tenemos en cuenta los modelos (de “desarrollo”) propios de los progresismos Latinoamericanos.

Para ello Trímboli cita al mismísimo vicepresidente de Bolivia:

¿Cómo acompañar a la redistribución de la riqueza, a la ampliación de la capacidad de consumo, a la ampliación de la satisfacción material de los trabajadores con un nuevo sentido común?”. Y agrega Álvaro García Linera: “el socialismo no se construye por decreto ni por deseo, se construye por el movimiento real de la sociedad”. Reflexión a la que Trímboli le suma:

El movimiento de nuestras sociedades, o limitémonos a la Argentina, fue el de la época, consumista, productivista, con las inmersiones de política e ideología que la acompañaron hasta ahí”. Ausencia de norte transformador, entonces, más allá de los cambios de la década.

Hubo una renuncia a avanzar por este camino de la reflexión que de por sí es un camino político”, agrega Trímboli, para quien ni el debate que despertó la Ley de medios y otras iniciativas similares suplieron “la falta de reflexiones y definiciones sobre la sociedad que se quería construir” (socialismo o al menos transición desde el capitalismo hacia otra cosa, aclara luego).

Y otra vez la constelación de imágenes. El pasado y el presente que se entrecruzan. La actualidad junto con las reflexiones de mediana y larga duración. El auge de masas del movimiento popular en Argentina que se abre con el Cordobazo y que dura por lo menos hasta el retorno de Perón; el ciclo 2001-2015. El contraste es claro no sólo por las prácticas de un período y otro, sino también por algo tal vez más fundamental: mientras la lucha de calles de los años 70 se vio acompañada por una agitación de ideas (que no cesó de imaginar y nombrar aquello que se quería alcanzar socialmente), la primera década y media del siglo XXI careció de una reflexión profunda. “Incluso podríamos preguntar qué es la reflexión teórica o en qué se convierte cuando no hay objetivo estratégico”, apunta Trímboli.

Así llegamos al tramo final de Sublunar. Ya no aparecen los contornistas, ni los intelectuales setentistas, ni el peronismo. Aparecen Macri y Sarmiento. El eterno retorno o, tal vez, la pasión historiográfica puesta en juego por fuera de las rejas de la prisión de las lógicas académicas.

Funcionario de Estado, profesor universitario, Javier Trímboli logra sin embargo construir un ensayo en donde la biblioteca amplia y diversa que tiene se pone en juego no sólo en el intento de sostener la rigurosidad de lo que dice sino también en la composición formal del texto. No parece casual entonces la cita de Sarmiento: hombre político, teórico, escritor inclasificable.

Ir al fondo de la historia nacional, entonces, y a los cruces de género para poder escribir hoy y contribuir a la reflexión sobre la Argentina contemporánea.

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