Entre el kirchnerismo y la revolución
Por
Mariano Pacheco
(La luna con gatillo)
“Rarísimo,
por decirle de algún modo, lo que pasó en al historia del 2001 al
2015”.
Resulta
interesante ver la operación de lectura que hace el historiador
Javier Trímboli para comenzar su Sublunar:
revisitar el emblemático número 7-8 de la revista Contorno para
intentar ver qué pensaron los intelectuales de izquierda sobre el
peronismo tras su derrocamiento, momento complejo por tratarse de
advenimiento de la Revolución Libertadora (La Fusiladora, según
Rodolfo Walsh). Lo interesante viene no tanto del hecho de que la
situación post 1955 sea parecida a la post 2015 (el kirchnerismo no
fue derrocado, perdió las elecciones; y la fuerza que conduce
Cristina Fernández de Kirchner no promovió hasta el momento ningún
proceso de resistencia popular a la restauración conservadora que se
impuso) sino más bien porque hace algo que desde el kirchnerismo se
supo hacer poco o no se hizo: situarse dentro de la historia. Resulta
paradójico tratándose de un espacio que hizo de la historia el
lugar de inspiración para nombrar muchas de sus agrupaciones.
“Con
buen tino, durante los años del kirchnerismo en el gobierno nacional
a nadie se le ocurrió hablar de revolución”,
escribe Trímboli mientras da el visto bueno a un antiguo compañero
de ruta devenido funcionario amarillo que sostiene que en la
actualidad quienes están pasándola mal (en términos políticos, no
de calidad de vida) son quienes creen que el kirchnerismo “hizo una
revolución” y, por lo tanto, piensan que “desde el 10 de
diciembre viven una contrarrevolución”.
Diferencia
y repetición
¿Puede
hablarse de un proceso de contrarrevolución sin un momento previo de
revolución? Capaz que sí, al menos si se piensa históricamente
2003, es decir, si se asume que no hay 25 de mayo sin 20 de
diciembre. Contra todo el sentido común kirchnerista, Trímboli no
coloca a 2003 en serie con 1973 y la fecha fundacional del
kirchnerismo se presenta contaminada con la presencia de 2001. No es
que 2001 haya implicado un momento revolucionario -no al menos en los
términos clásicos- pero sí en tanto que las jornadas de diciembre
habilitaron a repensar nuevamente qué entendíamos por política.
Así al menos lo subrayó en su momento Raúl Cerdeiras desde las
páginas de la revista Acontecimiento, publicación que Trímboli
recupera, en su labor de genealogista, junto con los textos del
Colectivo Situaciones y la revista La escena contemporánea. El 2003
en serie con el 2001 y las jornadas del 19 y 20 en serie con el
proceso previo, al menos el que va desde Cutral Có hasta Puente
Pueyrredón (1996-2002). La emergencia de los nuevos movimientos
sociales en Argentina y el zapatismo en México, y toda una
“sensibilidad anarquista” que recorre el mundo.
“En
los años del neoliberalismo los reflejos salieron a relucir para
entremezclarse y sostener lo que quedaba de la revolución, cuando
maltrecha no quería acomodarse del todo”.
En
la coyuntura 2001, nos recuerda Trímboli, sin que se hablara de
comunismo “se
intentó pensar otra cosa”
y esa otra cosa, por otra parte “sostenida
en condiciones de vida y prácticas que lo hacían posible; y también
señalaban sus límites”.
¿Qué
pasó en 2001, entonces? La pregunta no deja de interpelar(nos).
Sublunar
no
sentencia al respecto y tal vez allí radique una de sus grandes
virtudes, porque abre -o vuelve a recordarnos- algunos interrogantes
que ante el cambio de coyuntura política se vuelven centrales. En
este sentido no es un libro para la tribuna. Mucho menos para las
sectas (o los aduladores de posiciones sectarias). Situación que no
quita que Trímboli se posicione, como lo hizo cuando fue funcionario
del Ministerio de Educación durante las gestiones de Néstor y
Cristina.
Su
ensayo es a la vez un testimonio singular de cómo vivió la “década
ganada” -en términos subjetivos, políticos- y un intento por
pensar esos años por fuera de la mito-manía. De allí que
caracterice a “los años kirchneristas” como una experiencia
“apenas reparadora, tibiamente redistributiva” pero con gran
capacidad para leer la época. Y como si se propusiera abrir un
diálogo, una polémica con las experiencias y la biblioteca
autonomista -que cita asiduamente-, plantea: “tanto
en 2009 como hoy dan ganas de conversar sobre las chances que había
-si había alguna- para que en 2003 el antagonismo se siguiera
expresando como movimiento de masas e incidiera en la sociedad”.
Trímboli lo dice a propósito de algunos textos escritos por este
cronista, así como por otros publicados por Diego Stulwark; pregunta
ante la que él y tanto otros ensayaron una respuesta, presente en
este libro bajo el modo de “fascinación” por la presencia de un
Estado ante la tarea reparadora que se avecinaba.
Rearticulación
temporal
La
hipótesis central del libro ronda en torno a quienes que el
kirchnerismo supo atraer y articular, definidos como aquellos que
“habían estado bajo el signo de la revolución”. Sean porque la
vivieron, es decir, porque fueron parte de la generación que quiso
gestarla, sea porque crecieron bajo su sombra (la de la derrota de
aquellas apuestas). Una derrota imposible de ser pensada en clave y
perspectiva actual. De allí que Trímboli afirme:
“Sólo
al aceptar la derrota, pero al hacerlo con incomodidad y disgusto, se
podía apreciar el pasaje de la revolución a la reparación no como
maniobra distractiva de lo verdaderamente importante, tampoco como
traición”.
Reflexión a la que puede agregarse la siguiente: “imposible
no observar que de la revolución a la reparación hay un largo
camino, una indisimulable diferencia. Para que una tarea como esta
-¿reformista?- nos convocara, además del agotamiento de la
revolución en tanto meta y tarea, pasó la experiencia misma de ese
largo maltrato, de esa sostenida ofensiva que se había padecido”.
Es
en este sentido que para el autor el kirchnerismo tenga en su haber
el hecho de haber podido articular tiempos generacionales largamente
desarticulados y hacer que “por fin” coincidieran. Por eso la voz
de Trímboli pasa de una oración a otra del singular al plural;
porque ante ese llamado acudió él como tantos otros que se vieron
convocados “en serio” por primera vez, por la política sublunar.
Ya
se ha dicho algo respecto de 2001, ¿pero qué pasó con el
kirchnerismo? Trímboli propone una lectura de algunos momentos
fundamentales de la “década ganada”. Así, sobre la coyuntura
2008 el autor afirma que el campo supo entonces “articular
una amplia oposición que aglutinó a los desafectados con los
gobiernos kirchneristas”.
Y agrega: “a
la par, esa fuerza social desposeída, que había logrado hacerse
escuchar y en un instante, sin percibirlo, también atemorizar y por
lo tanto afectar a los intereses acomodados, se encontraba en otra
situación, desactivada”.
Imagen que puede ser leída con otra, ya hacia el final del ciclo
largo de gestión del Estado (en el medio: los festejos del
Bicentenrio; la coyuntura inmediatamente posterior a la muerte de
Néstor; el 54% de los votos obtenidos en las elecciones generales de
2011). “Nuestra
imagen de la multitud herida es incompleta, además de porteña, más
de clase media, flamante y recompuesta”.
Lo dice a propósito del 9 de diciembre de 2015, la fiesta de
despedida de CFK mientras en Jujuy, seguramente, la Túpac Amaru
estaría organizando ya el acampe que días más tarde culminaría
con la detención de su principal referente: Milagro Sala.
Pensamiento
crítico, TV y “batalla cultural”
Ya
hacia el final de las intensas 164 páginas que tiene el libro,
Trímboli se mete con una discusión que, a los ojos de este
cornista, hoy resulta fundamental no sólo para los compañeros de
ruta que uno puede encontrar en eso que ha dado en llamarse
kirchnerismo sino también para todos los que nos encontramos de este
lado de la barricada. Me refiero a la cuestión de la batalla
cultural en un sentido amplio.
En
primer lugar, cabe destacar la cuestión de la televisión, que junto
al boom de las redes sociales virtuales se ha convertido en el
tema
respecto de las subjetividades hoy en día.
“En
2004, al trabajar con maestros y profesores, concebimos que la
televisión era un problema en sí mismo, basura por entero que había
que tirar por la ventana de los hoteles”
escribe Trímboli en una suerte de honestidad brutal. Sin embargo,
reflexiona que tras la aparición de “un puñado de programas de la
TV pública” y otros de Canal Encuentro, les hicieron ver que la
“divina TV Fuhrer” tenía chances de convertirse en otra cosa.
Allí se dispusieron a librar cierta lucha al interior de esos
medios. “Encuentro
y Paka Paka fueron el principal vector de masas, mucho más
importante que cualquier libro, incluso los que, a tono con los
tiempos, se llamaron de divulgación”.
El
autor caracteriza así que esta serie de intervenciones, que se
podrían simbolizar en el personaje de Zamba, fue la “alianza más
complicada y necesaria” que produjo el kirchnerismo para
constituirse. “A
él y a su multitud”,
agrega Trímboli.
¿Batalla
insuficiente? ¿No alcanzaron Paka Paka, Carta Abierta, 678,
Página/12, el Grupo 23 y la larga lista que podríamos agregar?
“Se
podría pensar que el kirchnerismo amortiguó y le puso malla a lo
más salvaje del mercado y del capitalismo financiero a través del
Estado, pero parece más atinado decir que lo suyo fue un desvío
inevitablemente momentáneo”
afirma el autor de Sublunar,
quien polemiza con extraños pero también con los propios, como
Eduardo Rinesi o los que como él -según Trímboli- cargan en la
cuenta del Estado más de aquello que desde una perspectiva
transformadora se podría. Es decir, para quienes le piden al Estado
más de lo que un Estado puede dar. Cuestión central a pensar, sobre
todo si tenemos en cuenta los modelos (de “desarrollo”) propios
de los progresismos Latinoamericanos.
Para
ello Trímboli cita al mismísimo vicepresidente de Bolivia:
“¿Cómo
acompañar a la redistribución de la riqueza, a la ampliación de la
capacidad de consumo, a la ampliación de la satisfacción material
de los trabajadores con un nuevo sentido común?”.
Y agrega Álvaro García Linera: “el
socialismo no se construye por decreto ni por deseo, se construye por
el movimiento real de la sociedad”.
Reflexión a la que Trímboli le suma:
“El
movimiento de nuestras sociedades, o limitémonos a la Argentina, fue
el de la época, consumista, productivista, con las inmersiones de
política e ideología que la acompañaron hasta ahí”.
Ausencia de norte transformador, entonces, más allá de los cambios
de la década.
“Hubo
una renuncia a avanzar por este camino de la reflexión que de por sí
es un camino político”,
agrega Trímboli, para quien ni el debate que despertó la Ley de
medios y otras iniciativas similares suplieron “la
falta de reflexiones y definiciones sobre la sociedad que se quería
construir”
(socialismo o al menos transición desde el capitalismo hacia otra
cosa, aclara luego).
Y
otra vez la constelación de imágenes. El pasado y el presente que
se entrecruzan. La actualidad junto con las reflexiones de mediana y
larga duración. El auge de masas del movimiento popular en Argentina
que se abre con el Cordobazo y que dura por lo menos hasta el retorno
de Perón; el ciclo 2001-2015. El contraste es claro no sólo por las
prácticas de un período y otro, sino también por algo tal vez más
fundamental: mientras la lucha de calles de los años 70 se vio
acompañada por una agitación de ideas (que no cesó de imaginar y
nombrar aquello que se quería alcanzar socialmente), la primera
década y media del siglo XXI careció de una reflexión profunda.
“Incluso
podríamos preguntar qué es la reflexión teórica o en qué se
convierte cuando no hay objetivo estratégico”,
apunta Trímboli.
Así
llegamos al tramo final de Sublunar.
Ya no aparecen los contornistas, ni los intelectuales setentistas, ni
el peronismo. Aparecen Macri y Sarmiento. El eterno retorno o, tal
vez, la pasión historiográfica puesta en juego por fuera de las
rejas de la prisión de las lógicas académicas.
Funcionario
de Estado, profesor universitario, Javier Trímboli logra sin embargo
construir un ensayo en donde la biblioteca amplia y diversa que tiene
se pone en juego no sólo en el intento de sostener la rigurosidad de
lo que dice sino también en la composición formal del texto. No
parece casual entonces la cita de Sarmiento: hombre político,
teórico, escritor inclasificable.
Ir
al fondo de la historia nacional, entonces, y a los cruces de género
para poder escribir hoy y contribuir a la reflexión sobre la
Argentina contemporánea.
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