FILOSOFÍA, NOCHE Y POLÍTICAS DE LA AMISTAD
Por
Mariano Pacheco
(La luna con gatillo*)
Notas sobre Filosofía,
periodismo y políticas de la amistad
Hay algo del orden del mundo
de la literatura kafkiana en la ola de despidos que la gestión
Cambiemos ha llevado adelante en Télam, la agencia de noticias del
Estado.
Hasta hace no mucho tiempo los
despidos realizados por el Estado entre sus trabajadores encontraban
varias veces sus motivos de autojustificación en la teoría del
ñoqui: había, por lo general, alguna gente que sobraba en cada
lugar. Teoría que se respaldaba fuertemente, asimismo, en esa otra
ya tan conocida al día de hoy: la de la pesada herencia. Es decir,
se presuponía que había en el Estado gente que sobraba, que no
laburaba, que en la mayoría de los casos había ingresado durante
los últimos años. O para decirlo de un modo más crudo: se
presuponía que los lugares de trabajo en el Estado estaban llenos de
ñoquis kirchneristas que cobraban sin trabajar (por qué tantas
trabajadoras y trabajadores ingresaron y permanecieron en el Estado
trabajando bajo modalidades precarias es algo que no abordaremos en
este texto, pero que no podemos dejar de mencionar).
Había ahí un argumento de
por qué era necesario despedir alguna gente de sus puestos de
trabajo en el Estado.
Ahora algo parece haber
mutado. En tamaño número de despedidos (más de 350) se encontraban
personas con poca antiguead y periodistas/reporteros gráficos con un
largo historial de trabajo en la agencia. No parece haber, en estos
despidos, ningún criterio que pueda ser medianamente justificado
racionalmente.
Es en su novela El proceso
en la que Frantz Kafka pone a dialogar al pintor y a Josep K en
torno a omnipresencia del Tribunal, al que nada se le escapa y el que
todo puede saber. También sobre la culpabilidad de todos, más allá
de su accionar. El personaje comprende rápidamente que la absolución
auténtica no es una posibilidad, y que la absolución aparente
presenta menos ventajas que la postergación indefinida de la
condena, que si bien no lo dejará, nunca, libre, al menos lo deja
permanentemente en el estado inferior del proceso.
Algo de eso parece haber en
los modos interpretativos macristas: todos somos culpables. Por ello
algunos fueron despedidos, aunque no sepamos las razones específicas
de cada uno de ellos. Y el resto deberá permanecer a la espera
abierta de un posible telegrama futuro…
***
El
24 de julio de 2007 León Rozitchner publicó en el diario Página/12
sus
razones para no concurrir al Congreso internacional de filosofía
realizado en la Provincia de San Juan. Once años después este texto
es rescatado por el portal Lobo suelto (). Once
años después volvemos a publicar estas justificaciones
rozitchnereanas para reflexionar sobre la nueva edición de la “Noche
de la filosofía”, organizada por la secretaría de medios del
gobierno nacional en el CCK. La misma secretaría que, bajo el mando
de Hernán Lombardi, anuncia unos trecientos despidos en la agencia
oficial de noticias Telam y otros tantos en Canal 7, la TV Pública,
escribe
Diego Sztulwark para presentar el texto.
Sztulwark cita a Rozitchner
para realizar una crítica política de la cultura macrista y lxs
integrantes del colectivo El loco Rodríguez escrachan a Rozitchner,
que sostiene esa cultura.
No se trata de un equívoco ni
de una contradicción de términos. Se trata, en todo caso, del mismo
apellido, incluso de la misma sangre, aunque los recorridos
existenciales sean muy diferentes, más allá de la diferencia
etárea. Se trata de padre e hijo, aunque no de una cuestión de
juventud. Paradójicamente, sí de una cuestión de vida. León,
padre, está muerto, pero más vivo que nunca. Y con un empuje tan
juvenil como el de sus últimos años antes de fallecer, ya viejo. Su
hijo en cambio, expresa más bien una pesada vejez, y la muerte misma
de la filosofía entendida tal como la llevó adelante su padre.
El coraje necesario para
crear
El pasado sábado 30 de julio
cierta modorra que caracteriza la época (y no nos referimos sólo a
los años cambiemistas sino también a la larga década pasada) logró
ser sacudida a partir de una iniciativa que puso al pensamiento
crítico en serie, no digamos de la comunicación popular, pero sí
con una franja de trabajadores de prensa que se encuentran en lucha.
Nada es casual en la Argentina de estos tiempos. La gestión
Cambiemos ajusta, lo sabemos, y pone un énfasis particular en
hacerlo en el ámbito estatal (ajuste que muchas veces no implica una
reducción de presupuesto sino un reordenamiento de fichas que podría
resumirse en la fórmula: menos laburantes-más funcionariado
tecnocrático). En el caso Télam la cuestión se agrava (como ya se
venía agravando con los ajustes que habían realizado con
anterioridad) porque lo que está en juego no son solo los puestos de
trabajo (situación fundamental, sobre todo teniendo en cuenta el
achicamiento de las posibilidades laborales en el sector y la crisis
general que golpea al conjunto de la clase trabajadora) sino el modo
en que el Estado decide poner a circular la información. En meses
anteriores la lógica de achicamiento de la planta profesional y el
ingreso de becarios bajo la modalidad
pasantías (sin un acompañamiento formativo) mostraron lo que puede
producirse en términos de desconcierto informativo frente a
determinadas coyunturas críticas. Por supuesto, desde la lógica de
la post-verdad poco importa chequear las fuentes y ser rigurosos con
la información.
Toda
creación es un re-creación, sostiene León. Y apela a la figura del
coraje para realizarla.
Coraje
y audacia es lo que se necesita, hoy más que nunca, no sólo para
enfrentar a enemigos poderosos, sino también para enfrentarnos a
nosotros mismos, desafiarnos, volver a colocarnos en un lugar de
permanente incomodidad.
Ponerse
los guantes para refutar los ideales
León
rescata la potencia de la literatura en un texto en el que se propone
reflexionar sobre la filosofía.
De
algún modo muchos de quienes se propusieron leer para pensar, el
pasado sábado 30 en Buenos Aires, también pusieron en juego esa
intersección entre poesía, literatura, política y filosofía.
Entre ellos, quienes integran el colectivo El loco Rodríguez,
quienes irrumpieron una conferencia de Alejandro para ponerlo en
cuestión, y leer un mensaje (una proclama podríamos decir, por qué
no) en el que se destaca que “La filosofía se hace sin permiso”,
porque de lo que se trata es de interrumpir “la
inercia-mundo/la normalidad”.
De lo que se trata, podríamos
agregar, es de meterle preguntas a la época, en tiempos en donde la
lógica del clip y el culto a la liviandad provocan que cualquier
acto que implique detener la marcha para ponerse a pensar sea
procesado como una pérdida de tiempo, algo aburrido en momentos en
donde lo fundamental es sonreír. Cínicas vueltas de la historia las
que estamos viviendo: la derecha neoliberal nos habla de la
revolución, y de la alegría.
¿Seremos capaces de gestar
nuestras propias revoluciones y cultivar las pasiones alegres
necesarias para poder desarmar todo ese circo de una alegría
supuesta que no está más que poblada de tristezas?
Tal vez deberíamos apuntalar
el espejo retrovisor, ir incluso más allá de los años sesenta y
setenta, que tanto nos opacan en determinadas ocasiones en las que
necesitamos algún que otro haz de luz.
No pienso en Boedo, ni
siquiera en nuestro padrino Raúl González Tuñón, sino en Roberto
Arlt y su concepción de la literatura como “cross
a la mandíbula”. No pienso en Marx o en Lenin sino en Nietzsche,
quien se proponía “ponerse los guantes para refutar los ideales”.
Nietzsche y Arlt, entonces, leídos en serie con Tuñón y
marx y con quienes sea necesario leer para pensar, para interrumpir
al menos por un momento la mirada automatizada que nos condena a
actuar sin problematizar.
Ser
conscientemente un agua-fiestas
En
la kermesse neoliberal se ofrecen distracciones para todo tipo de
públicos.
Así comienza esa otro proclama, la que sirvió para agrupar a una
serie de intelectuales que se reunieron en Belgrano 347 el sábado 30
de julio por la madrugada, junto a las trabajadoras y trabajadores de
Télam en lucha que permanecen ocupando las instalaciones de la
agencia de noticias. La operación es clara: mientras Cambiemos se
esfuerza por evitar que pensemos y realiza despidos masivos en el
sector público de la información, convoca simultáneamente a “La
Noche de la Filosofía” como evento de legitimación cultural. Pero
esta vez al “conversódromo neoliberal” le escupieron el asado.
El
macrismo no es amigo del pensamiento,
puede leerse en la proclama. Y no lo es porque su lógica es la de la
post-verdad y el saber-canalla
del coaching.
***
Ya
lo decía Martin Heidegger, allá por 1933: en el cotidiano, vivimos
en estado
de interpretado.
Porque lo hablado por
el habla traza círculos cada vez más anchos y toma un carácter de
autoridad. La
cosa es así porque así se dice,
señala Heidegger en Ser
y tiempo.
Creemos comprender todo cuando en realidad repetimos aquello que
oímos,
o que leímos…
en alguna parte. O que vimos,
podríamos agregar nosotros hoy, asediados no sólo por la televisión
sino por las de otras formas de invasión publicitaria. Estas
habladurías
y
escribidurías,
como raramente las llama este pensador alemán, nos determinan lo que
se ve, y cómo se ve.
Lo paradójico es que ya no se
trata sólo de vivir en esta de interpretado, sino que además
se pretende que nos mostremos felices con ello. Es algo más que
pelear por nuestra servidumbre como si se tratara de nuestra
libertad, como había advertido Baruch Spinoza. Es algo más
sofisticado.
***
En
un texto titulado El
materialismo amputado
Diego Sztulwark intenta pensar algo de este fenómeno-Alejandro
(por denominarlo de algún modo). Y repasa para ello su libro
La evolución de la Argentina.
Sztulwark
diferencia el
discurso filosófico de
este nuevo
discurso de poder (el
del saber-poder del coaching)
que
solo aspira a reforzar la realidad.
Pretende trabajar sobre los síntomas de época de un modo directo y
efectivo, asegurando así que todo movimiento del deseo permanezca
enlazado a la aceptación de la realidad,
reflexiona. Y remata: En
AR hay un nuevo e irritante llamado a adorar las cadenas del
presente... desde una ética del disfrute.
Lo
peligroso de Rozitchner (hijo), entonces, radica en que ha logrado
transformarse en una suerte de “traficante de saberes” de las
contraculturas de los años setenta y ochenta, así como lo peligroso
de Rozitcher (padre) fue que se negó a pensar la derrota sin
autocrítica, y la autocrítica sin vocación transformadora e
impugnadora de los consensos de la post-dictadura.
Si
algo puede contribuir la comunicación popular en una coyuntura como
ésta es en su función creadora de contra-relatos, pero también, en
sumar su granito de arena en función de no dicotomizar su propia
realidad con la de quienes trabajan bajo la modalidad asalariada en
empresas periodísticas y espacios de comunicación contratados por
el Estado. Sobre todo en Buenos Aires, donde ha emergido, bien desde
abajo, un sindicato como el SiPreBa, que supo hacerse espacio en el
mundo gremial peleando redacción por redacción, y espacio laboral
por espacio laboral. El pensamiento crítico, por su parte, asumiendo
críticamente el auto-encierro al que pretende ser condenado todo el
tiempo desde una lógica académica que se permite ser muy radical en
sus discursos, siempre y cuando no se “contamine” con un supuesto
afuera, también tiene mucho para decir en momentos como los que
vivimos.
La
toma de las instalaciones de Télam por parte de sus trabajadores; La
Otra Noche de la Filosofía realizada allí por una serie de
pensadoras y pensadores críticos y la irrupción/interrupción del
discurso de Alejandro Rozitchner mientras se pavoneaba en su torre de
marfil muestran que hay un camino posible en donde el pensamiento,
oficiando como máquina de guerra, es capaz de intervenir desde su
propia especificidad, en articulación con otras luchas populares.
***
Dicen
que la noche de lecturas acontecidas en un edificio público tomado
por trabajadores culminó en las calles con una fogarata. Tal vez de
allí salte alguna chispa. Y ya sabemos: una sola chispa puede
encender toda la pradera de la insurrección.
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