Pity
está en la tumba, y afuera está saliendo el sol
“Tu
sangre es roja/la mía también creo no me equivoco/algo tendremos
que ver/somos indios latinos con guitarra eléctrica/y comunicados a
través de internet. Para odiar hay que querer/para destruir hay que
hacer/y estoy orgulloso de quererte romper/la cabeza contra la
pared/Y por todas esas cosas que tenemos en común/hace tiempo ya
marchaste de acá/te cansaste de mí, yo me cansé de vos/ pero
cuando nos miramos sabemos que no es verdad/Porque tanto te quise y
tanto te quiero
siempre
una marca tuya llevará mi corazón...”.
Estoy
conmovido con lo que ha pasado. E indignado por el modo en que
circula la noticia.
Es
muy triste todo lo que pasó y lo que pasa con el Pity Álvarez, y su
devenir no es meramente singular. De algún modo su rostro expresa la
imagen desolada de toda una generación: la que creció en los
noventa, poco más, poco menos.
Hace
unas semanas anduve por el Gran Buenos Aires, por la zona sur y les
mostraba a unes compañeres cordobeses el lugar en donde había visto
una vez a Viejas locas, allí, por la Rotonda de Pasco, donde
San Francisco Solano se confunde con Quilmes, más allá de que para
muchxs es lo mismo. Un galpón inmundo en donde el rock hacía gala
de su cultura del aguante y las ratas de toda alcantarilla nos
ensimismábamos para no sentirnos tan solos, tan solas.
Qué
ha pasado esta vez con Pity se sabrá en estas horas.
No
veo razón para tratar de justificar o argumentar un hecho
lamentable: murió un tipo de 36 años, asesinado por el rockero que
nos acompañó en tantas y tantas caminatas, paradas de bondis,
viajes en subte y tren, encuentros amorosos, desamores, desengaños
amistosos, encuentros amistosos…
Por
supuesto, la vecino-cracia puso desde el minuto uno sus versiones a
circular y la prensa canalla no tuvo empacho en reproducirlas. Que
mató a un amigo, se dijo. Después resulta que no era un amigo. Que
el otro le pegó un cabezazo, que fue a sangre fría. Quién sabe qué
pasó ahí.
El
hecho es que el periodismo sensacionalista (es decir, todo el
periodismo hegemónico hoy en día) ya se apresuró a difundir las
peores imágenes de Pity, en una condena que en el fondo siempre es
la del rock, la de aquello que se les escapa a la norma, el chivo
expiatorio para tener de qué hablar por un rato, y luego otro tema,
y otro, y otro.
Pity
está detenido y va a terminar en cana, esa es la realidad hoy.
Eso
no niega lo que implicó Viejas locas e Intoxicados
para toda una generación.
Por
supuesto, visto desde hoy, desde los últimos años, los peros son
muchos, son demasiados.
El
Pity, sus bandas, no fueron nunca políticamente correctas, ya se
sabe. Pero expresaron de algún modo toda esa rabia con la que
crecimos, todo ese sentimiento de desolación que algunas veces se
tapó con drogas, otras con alcohol, otras con el suicidio.
Pity
va en cana, sí. No es un preso político, aunque algunos digan que
todo preso es político.
Tampoco,
en el fondo, es una estrella de rock. Si hay algo de lo que no se
pueda acusar a Pity es de ser un careta. Nunca lo fue.
Mariano
Pacheco, ciudad de Córdoba, 13 de julio de 2018
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