martes, 30 de julio de 2019

El poema que León Rozitchner le dedicó a su hijo Alejandro

ESTREMECEDOR

I

Mal de ojo 

Miraba.
La mirada fija
en la escena temida
El televisor me miraba
con su ojo de vidrio
El televisor destellaba rayos asesinos
Y yo lo miraba para darme cuenta de que era cierto
lo que ya sabía
Mi mirada dolía
la suya me quemaba
No podía creer que era verdad
aunque me lo había contado
y yo le había dicho suavemente:
te pasaste del lado de los asesinos.
La última escena
miles la miraban
Mi hijo su cuerpo y su mirada juntos
con la de los asesinos
Mi hijo a su diestra
con afecto cálido y sonriente miraba al Conductor
a su nuevo padre adoptivo
putativo
sabiendo que yo lo estaría mirando
con mis ojos en sus ojos
esos mismos ojos que de niño miraban los míos
Sabía que su madre lo estaría mirando
Que sus amigos
Que todos los que lo querían lo estarían mirando
azorados
Que todos los asesinos lo estarían mirando
complacidos
Y él se mostraba enfático y simpático
Con Patti
Con los perdularios
Con las mujeres de los militares
que engendraban abortos
hendidas gozosas por vergas
que eyaculan sangre putrefacta.
Con la prostibularia señorita fina
que había formado el Comité de Defensa de los Asesinos
que defendían a los que habían aniquilado a mis amigos
que también hubieran matado a su padre.
Pero era implacable con la buena izquierda
que ponía la cara con tal de estar en la tele
junto al caradura que los invitaba
y al que aborrecían.
Qué le habría pasado a mi hijo que yo amo tanto
qué le habría pasado
me decía
Qué había pasado al hijo que su madre ama tanto
Qué le había pasado
le decía
Sólo sé que de pronto
un lloro incontenible convulsivo
nubló mis ojos.
Un torrente de lava incandescente inesperada
arrasando todo
ascendía
desde ese lago cálido de afecto
que lo acogió y lo amó
desde que había nacido
El desgarro penetró con la mirada
para clavar el aguijón y el acero del espanto
hasta lo más hondo que estalló de pronto
Y el dolor me arrasó los ojos con lágrimas de fuego
desbordadas
y me calcinó el ojo
Me asesinó el ojo
La carne vítrea y sutil del ojo derecho
se hizo astillas
Añicos se hizo
por lo que había visto
Y una llaga viva se abrió
para no cerrarse
llaga viva que quema como agua viva marina
humor acuoso doloroso
Ya no veo como antes
pese a que el oculista me dijo:
Qué extraño, no hay nada que lo explique,
Nunca vi nada semejante
Que un ojo sano de pronto
haga una úlcera
eso no figura en los libros de oftalmología
Que raro
es el ojo humano.
Ahora
tengo cataratas en el corazón
no siento nada.


II

Mal au coeur

Me operé las cataratas de los ojos
Quizás sean las del corazón
las que deba operarme
Debo hacerme cirujano de mí mismo
para volver a sentir a mi hijo
más abajo todavía
de lo que veía antes
sin comprender nada.
El corazón, ahora sí lo entiendo,
tiene sus amores que el ojo no entiende
cuando espía, aterrado, los espacios infinitos
del cosmos interno
para los cuales estuvo ciego antes
tan distinto a los espacios celestes de afuera
que a Pascal lo aterraban.
Pasar por la prueba del ciego Tiresias
para ver más lejos
esa penumbra solitaria
donde todo resplandece
de una luminosidad más sabia
esa que antes se llamaba
la sabiduría del alma.
El corazón tiene una anatomía extraña
que tampoco coincide con los libros de cardiología
Debo hendir el escalpelo
de sangre hecha cristales
como espinas agudas
esas que defienden
el rosal del querer
de una canción antigua.
Debo clavarlas
más abajo todavía
hasta que aparezca
lo que más duele
el lugar inaudito e inescrito
de mis propias trampas.
Hasta encontrar en el mío
el corazón de su madre
con quien lo había gestado
allí donde ella sin juzgarlo lo ama.
Y el corazón de la mía
para volver a sentir su amorosa confianza
allí donde el suyo
sigue vivo y palpitando
confundido con el mío
y que me dijo
cuando me echaron del colegio
porque era mal alumno:
yo te querré siempre aunque seas una cucaracha.
¿Y si mi hijo se hace cucaracha
para defenderse
y defenderte?
¿y si mi hijo está solo en su combate
porque eligió hacerlo por “líneas interiores”
como táctica de guerra enamorada
después de haber vivido el horror del genocidio
cuando la izquierda
aceptó dar la vida
al grito de Perón o muerte
y así la recibieron
y se la dieron a veces a sí mismos
pese a sentir, como Paco Urondo decía,
que la vida era lo más valioso que tenemos?
¿No será la suya una nueva táctica guerrera
para corroer al enemigo implacable
residir adentro de sus propias entrañas
las entrañas del monstruo
allí donde Martí
residió sin comprender que la vida amenazada
implica no poner el pecho a una muerte anunciada?
Residir en las entrañas del monstruo es eso:
residir en las entrañas del monstruo
como él lo está haciendo
–simplemente.
¿Y si el suyo fuese un duelo sabio y solitario
estrategia implacable
del solo,
irremediablemente solo,
que por serlo debe correr el riesgo
de que su padre
o quizás hasta su madre,
y sus amigos
dejen de quererlo?
¿Y si para lograrlo tuvo que hacerse un lugar entre los enemigos
para metamorfosear tu apellido
que es también el suyo
y convertir en apellido bueno al apellido malo
y salvarte la vida al mismo tiempo que pierde la suya
mientras sigue vivo?
¿Y si la amenaza la sintió tan profunda siendo tan niño
cuando tuvo que viajar a Caracas a vivir conmigo
y tuvo que cargar con el peligro
la desazón
el miedo
el terror
por la vida de sus padres
y la suya
cuando sólo tenía quince años
cuando al mundo en derrumbe pavoroso
lo invadió la noche tenebrosa de un infierno
de balas, torturas y sangre?
Vos, su padre, eras –y sos– un hombre
como se dice “de izquierda”
y no hay matices que salven
frente al horror cuando éste se desmadra
y barre y penetra hasta lo más hondo
de un sensible corazón
de niño
herida sin sosiego
incomprensible
de quienes no sentíamos lo que él sí sentía
por nosotros
y veía con su ojo y su corazón azorado
el terror desencadenado sobre el mundo
que le habíamos dado
que a vos también te metía miedo
y disimulabas
y te evadías del peligro por líneas exteriores
huyendo a Venezuela.
¿Cómo perdonarle a tus amigos
que también fueron suyos
que no advirtieran el peligro
y que los padres hicieran oídos y vista sordos y ciegos
hacia sus propios hijos
esos hijos
como él era mío
que los amaban tanto
como él nos amaba
y creían en todo lo que sus padres decían?
Niños que también fueron aniquilados
por cumplir sus deseos oscuros e implacables
que los llevaron
hijos devotos
a asumir la muerte que el amor a sus padres pedía
en aras de la patria
patria indiferente
del Perón o muerte
estúpido y maligno
al que se habían rendido
creyendo también ser héroes
como heroica era la figura
del guerrillero heroico
que los desafiaba
para ver quien era
el más valiente.
¿No habrá conocido mi hijo acaso
porque eran muy cercanos
la ofrenda de esa hija enamorada
que desde lo alto de su casa asediada
ofreció su cuerpo
púber dolorosa
su pecho abierto
desafiante
a las balas inmisericordes de los asesinos
para salvar su honra
y ofrecerse como guerrillera heroica
para hacerse digna
del amor de su padre
que la estaría mirando
orgulloso
como yo ahora miro a mi hijo
defraudado
sin comprender nada?
¿No querría mi hijo acercarse
cuando vuelve a la Patria
a los hijos
huerfanitos
hermanitos
aterrados
confundidos
en una sociedad acobardada
indiferente
y por eso les enseñaba
una “filosofía para niños”?
¿No quería al escribir para los escolares
“Saquen una hoja”
como dicen siempre las buenas maestras
pero él para enseñarles
que saquen otra diferente
y escriban, pese a todo, lo que más les cante?
Todo tan distante e incomprensible
para la izquierda dura y empecinada
quizás lo que mi hijo hace
sea lo más valiente
porque es invisible a los ojos
de los revolucionarios.
Un camino estrecho
que solamente él asume
solo,
irremediablemente solo,
como corresponde
en la soledad absoluta y solitaria
coherencia sin testigos
para ser coherente
incomprendido
repudiado
hasta por su propio padre.
Porque al fin de cuentas
me doy cuenta
lo he amado siempre
y lo seguiré amando siempre
como mi madre decía que me amaba.
Pero recién ahora también lo comprendo
y lo llamo por teléfono
en esta tarde espesa y calurosa
para decirle
así de pronto
y como si no pasara nada
que lo quiero mucho
y que nunca dejé
ni dejaré de amarlo.
Padre y Vida
contra el
Patria o Muerte
–ahora que él también es padre.

FUENTE: El cohete a la luna

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