Con “Annie Hall” (1977) Woody Allen se muestra irónico, inteligente, mordaz, capaz de recrearse e ir un paso más allá de lo que había hecho hasta entonces (films por demás graciosos, de todos modos, como “Bananas” en 1971 y “El dormilón” en 1973).
Con este film Allen da un verdadero
batacazo en el mundo séptimo arte, al ganar cuatro premios Oscar con una “comedia
romántica” (como puede ser catalogada por algún distraído, puesto que “Dos
extraños amantes” es sobre todo un auténtico ensayo cinematográfico sobre el amor,
sus dificultades, su arriesgada apuesta) y obtener el premio por mejor
película, mejor actriz (Diane Keaton), mejor director y guión original (Allen).
lvy Singer, un comediante que trabaja como “escritor fantasma” elaborando guiones para otros cómicos y que busca abrirse paso consiguiéndose fechas para subir a un escenario y hacer sus propios stand up; un cuarentón frustrado por el fracaso de una relación amorosa (al que claramente se puede diferenciar de dos anteriores “fracasos matrimoniales”), ese es el puntapié de un film que aborda la sexualidad y su importancia en la construcción de relaciones sin tapujos. “¿Cada cuánto tienen sexo?”, les preguntan sus psiquiatras, respectivamente. “Casi nunca, tres veces a la semana”, contesta él. “Constantemente, tres veces a la semana”, responde ella.
El neurótico pesimista, y egocéntrico Singer, y el amor que no pudo ser con Annie, la inteligente y divertida mujer que, en la relación con él, aprende a descubrir cosas nuevas, e incluso descubrirse a sí misma, al punto de darse cuenta que no puede subordinar su vida a la de él.
Las referencias a la música, la literatura, el psicoanálisis, la pintura, el propio cine, pero también, a las tradiciones familiares judías, a los traumas respecto de la sexualidad, conforman una suerte de ensalada rusa atravesada por un ingenioso e inteligente humor.
Una de las escenas más recordadas del film debe ser esa en la que Alvy se enfrenta con un tipo que tiene atrás mientras hace con Annie la fila para entrar al cine, y mientras lo escucha citar a Marshall McLuhan, hace entrar al teórico canadiense a escena, para decirle al tipo que se equivoca, y darle la razón a él. Alvy el neurótico, el que se ve reprochado por su novia, quien le dice: “eres tan egocéntrico que si pierdo mi ritmo de sueño solo piensas en lo que te puede afectar a ti”.
“Alvy, eres incapaz de disfrutar de la vida. Eres como Nueva York, una isla dentro de ti mismo”, le dice Annie también en otra de sus certeras intervenciones, que aparecen una y otra vez en el film, evidenciándole al propio protagonista las dos categorías a las que reduce la vida son "lo horrible y lo triste".
Seguramente
por eso, más allá de los pasajes atravesados por el humor, Annie Hall no tiene
un “final feliz”, y allí radica la magia `principal del film.
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