No conocía el término “au pair” ni
sabía de la existencia de esta suerte de esclavitud temporaria primermundista
del siglo XXI hasta que vi “Los secretos que ocultamos”, la miniserie de
Netflix que cuenta la historia de la desaparición de una joven filipina en uno
de los rincones más ricos de Copenhague.
La miniserie (de 6
capítulos), desnuda a través de este enfoque que se detiene en la vida de dos
familias de que viven en lujosas casas contiguas, toda una trama de relaciones
sociales, económicas y sexuales en la Dinamarca contemporánea.
Alojamiento (a
veces en dignas habitaciones y otras en sucuchos venidos a menos, por ejemplo,
en el sótano de una casa, comida y un salario a cambio de tareas de cuidados de
niñxs y trabajo doméstico de limpieza, cocina, etc.
La discusión en
torno al vínculo afectivo que se genera en las criaturas en esos dos años y el
fino límite que separa a la niñez de la adolescencia son, junto con el
condimento subjetivo que se introduce en las vidas actuales el uso de teléfonos
que sacan fotos, filman videos, permiten armar grupos para intercambiar mensajes
y acceder a páginas de internet, está en el centro de esta ficción de
plataformas.
Un thriller de menos de cuatro horas en el
que también aparecen el racismo y el sexismo hacia las trabajadoras de países
tercermundistas, así como las redes de ayuda mutua, contención y amistad que
entretejen las jóvenes muchachas (en este caso filipinas), que arriban a países
desarrollados en búsqueda de un progreso personal e, incluso, para funcionar
como un sostén familiar de quienes han quedado, allá lejos, en el culo del
mundo (como diría el escritor portugués Antonio Lobo Antunes).