Un debate sobre las jornadas del 7 y 8 de agosto
Por Mariano Pacheco*
(para
El cohete en la luna)
¿Es
posible pensar en una dinámica de complementaridad y no en una
lógica de oposición entre movimientos como el de la ola verde que
viene peleando por la legalización del aborto y el del precariado
que retoma luchas de los años del estado de malestar para intentar
hacerle un lugar a ese nuevo sector de la clase trabajadora que hasta
hace muy poco no era ni siquiera reconocido por los propios
sindicatos?
En
estas líneas intentaremos dejar planteados algunos interrogantes y
esbozaremos algunas hipótesis en torno a algunos dilemas que
atraviesa la Argentina contemporánea. Tal vez quienes lean esperan
más respuestas, pero somos de los que estamos convencidos que el
pensamiento crítico necesita seguir metiéndole preguntas a la
época.
Siete/Ocho
La
Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) tuvo,
desde su fundación, una gran virtud: supo agrupar, en una misma
herramienta de lucha social (gremial-reivindicativa) a una amplia
diversidad de corrientes políticas. Lo hizo durante los años
kirchneristas, e incluso impulsada fuertemente por una organización
entonces kirchnerista: el Movimiento Evita. A diferencia de lo que
sucedió en los años noventa y rondando el 2001, en donde cada
corriente política promocionó su grupo piquetero, en la CTEP
confluyeron sectores del peronismo y del cristianismo con otros
agrupamiento de izquierda, en sus distintas versiones.
Fue
desde este sector que, ya durante los primeros meses de la gestión
Cambiemos, se impulsaron fuertes procesos de movilización. No fue el
único, por supuesto, y si bien muchos se sorprendieron del hecho de
que luego de la “década ganada” el gobierno de Mauricio Macri
impulsara con tanta velocidad una serie de medidas meses antes
impensadas, hubo expresiones de lucha que se hicieron oír desde los
primeros momentos. Entre ellas, las de la economía popular y los
trabajadores del Estado y tiempo después el de las mujeres, que si
bien venían con un movimiento de décadas, desde el #NiUnaMenos
lograron un nivel de masividad y legitimidad social que fue creciendo
exponencialmente.
Para
las trabajadoras y trabajadores de la economía popular la del 7 de
agosto se tornó una fecha fundamental. La Marcha de San Cayetano,
que en 2016 logró nuclear a unas 100.000 personas, volvió a repetir
una escena de movilización de masas al año siguiente. En ambas
oportunidades multitudes de “descamisados del siglo XXI”
marcharon desde Liniers hasta Plaza de Mayo, bajo las consignas de
“Tierra, Techo y Trabajo” (las tres T señaladas por el Papa
Francisco, o por Bergoglio, según guste el lector, o la lectora),
que retoman el emblemático lema de “Paz, Pan y Trabajo” que la
CGT levantó como bandera de enfrentamiento a la última dictadura
cívico-militar en 1981, cuando también se invocó a San Cayetano
para inspirar rebeldías de los “condenados de la tierra”.
Por
supuesto, la CTEP no fue la única expresión organizativa del sector
que se movilizó, pero sí fue la columna vertebral del bloque social
que comenzó a mostrar cada vez más visibilidad, y que logró
nuclear a otras entidades como el Movimiento Barrios de Pie y la
Corriente Clasista y Combativa (CCC), en una articulación que
incluso en los últimos tiempos incluye también a los guevaristas
del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), a los anarquistas de la
Federación de Organizaciones de Base (FOB) y a corrientes de la
izquierda autónoma como el Frente Popular Darío Santillán (FPDS).
De
allí que la figura de Cayetano, bautizado por algunos como San
Precariado, logre aglutinar y ponga a dialogar a sectores del
peronismo, del cristianismo y de las izquierdas.
Bien,
hasta aquí, algunas palabras en torno a lo que hemos denominado como
“bloque social”. No abundaremos en el tema, que requeriría una
nota aparte, pero cabe mencionar que para muchos analistas es hoy
difícil –en la actual situación de desarrollo del capital--
pensar en un sujeto trabajador sin tener en cuenta el amplio
porcentaje de sectores precarios, y sin tener en cuenta, asimismo,
los repertorios de protesta y las experiencias de organización
social comunitarias desarrolladas en los territorios durante las
últimas dos décadas. Como en 2016 y 2017, también en 2018 este
bloque social se expresará en las calles el día 7 de agosto. Sí,
un día antes de lo que seguro será una jornada histórica en todo
el país, y que tendrá como símbolo al pañuelo verde, ese que no
parece llevarse nada bien ni con Cayetano ni con ningún otro santo.
Feminismos,
capitalismo y cambio social
Es
cierto que sectores del peronismo y del cristianismo que tienen mucho
peso dentro de CTEP (y también de otros agrupamientos de la economía
popular), se oponen o al menos no ven con buenos ojos este fenómeno
de participación activa de las mujeres en el que-hacer político y
el reclamo de legalización del aborto en el país. No deja de ser
cierto que declaraciones como las realizadas en su momento por Juan
Grabois ayudan poco a no dicotomizar ambos fenómenos. Pero también
es cierto que más allá de que uno podría suponer que hay momentos
en los que es mejor callar, sus dichos tenían un núcleo de verdad:
que en las barriadas populares, la opinión de las mujeres que
integran movimientos sociales respecto al aborto, está dividida. De
hecho la CTEP, como tal, no se pronunciado orgánica y unánimemente.
Pero
como alguna vez señaló Jean Paul Sartre, no se trata tanto de ver
lo que la estructuras nos han hecho, sino lo hacemos con eso que
hicieron de nosotros (nosotras, nosotres). Lo que muchas veces pasa
inadvertido, es todo el trabajo político que numerosas compañeras
llevan adelante cada días en este tipo de movimientos. Y no me
refiero solamente al hecho de que sean mayoría numéricamente, ni
que muchas mujeres estén al frente de numerosos proyectos (si bien
es cierto que aún no son las caras visibles, referencias principales
de esas expresiones, como deberían serlo) productivos, comunitarios,
de formación política y organización barrial, sino incluso de
tareas feministas.
Desde
hace un tiempo la CTEP cuenta con una secretaría de Género y
diversidad, integrada por mujeres de los distintos movimientos que la
integran. Estoy seguro que en las barriadas la opinión de muchas
mujeres respecto del aborto ha cambiado en los últimos meses. Y no
sólo –como muchos piensan-- porque el feminismo logró darse las
estrategias para aparecer en los medios hegemónicos de comunicación,
sino porque logró estar cada vez más en la boca de todos (y
todas), y eso fue por una estrategia integral que implicó, también,
un trabajo de hormiga en los territorios. He visto, en lo más
profundo de La Matanza, como pibas muy jóvenes, con pañuelo verde
al cuello y pechera de CTEP, recorrían casa por casa tocando el
timbre, para repartir folletos y conversar (o discutir) con las
vecinas sobre la importancia de que en Argentina sea aprobada esa ley
que termine con los abortos clandestinos.
De
experiencias como esas surgieron entrecruzamientos entre activistas
de colegios secundarios (que este año, por ejemplo, tomaron
establecimientos educativos con reclamos de género que incluyeron la
legalización del aborto) con activismo feminista y militancia
territorial de base. Los Encuentros de Feminismo Popular son una de
las tantas expresiones que hoy existen en el país, en donde
participan activamente mujeres militantes de CTEP.
Así
como nunca es posible saber de antemano lo que un cuerpo puede,
resulta difícil ser muy categóricos hoy con lo que puede o podrá
este estallido del movimiento de mujeres, muy marcado por el
protagonismo de sectores medios de las grandes ciudades. Pero tampoco
es posible prever lo que podrán las mujeres de sectores populares
que se vienen politizando a partir de experiencias concretas y
cotidianas que partieron de cuestiones vinculadas a la sobrevivencia
y la resolución de un trabajo que muchas veces hay que inventar.
Esas mujeres que son mayoría en los movimientos sociales y que hoy
ya no discuten sólo del trabajo, la autogestión, la precarización,
la acción directa y la movilización, el reclamo y la negociación
(¡sí, los movimientos sociales, como los sindicatos, luchan y
también negocian reivindicaciones!) sino también sobre la necesidad
de legalizar el aborto, el vínculo entre necesidad y deseo y la
alianza aberrante y fundante entre capitalismo y patriarcado.
Para
muchos sectores agosto es el mes en el que se contraponen dos lógicas
y dos grandes jornadas de lucha popular. Para otros sectores (muchas
mujeres militantes de las organizaciones territoriales) el 7 y el 8
de agosto son dos momentos de una misma lucha: contra el patriarcado
y el capitalismo que mata y separa a los cuerpos de lo que pueden. Es
decir: son diferentes registros de una misma lucha por el cambio
social.
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