Guerrilla
poética: Carlos Salinas y la palabra revolución en tiempos de
contrarevolución
Por
Mariano Pacheco
Si
mi poesía no sirve para cambiar la sociedad, no sirve para nada
“Declaración
jurada”, Roberto
Santoro.
La
poesía no les pertenece. A ellos, los poderosos del mundo. Y este
libro de Carlos Salinas viene a poner sobre la mesa, en gran medida,
el derecho a sostener esta tesis. Les pertenecen la mayoría de las
editoriales, las imprentas, las distribuidoras, las librerías, los
contratos con derechos de autor, pero la poesía no. “Un poema
también puede ser una hoz”, escribe Salinas, dejando en claro
desde el vamos que sus poemas involucran un posicionamiento. Palabra
clave para leer este libro, como queda planteado desde el primer
poema, y explicitado desde el segundo (“Seré político entre tu
perverso apoliticismo”). La alegría tampoco les pertenece, afirma.
La revolución menos, nos gustaría agregar. “Tuvieron el descaro
de adueñarse de un color”, subraya Salinas, en este, su cuarto
libro, el primero de La luna con gatillo. Y sus líneas nos recuerdan
a los inicios de este proyecto, primero como programa radial semanal,
en el que tuvimos el agrado de contar con dibujos de Diego Abú Arab,
artista plástico de la zona sur del conurbano bonaerense ahora
radicado en Gualeguaichú. Entonces El Turco –como le decimos los
amigos— confeccionó varias imágenes destinadas a difundir la
“trinchera radiofónica” en las redes sociales virtuales. Y una
de ellas fue un dibujo de una luna amarilla. “Que no nos roben el
amarillo”, insistía entonces Abú Arab, mientras Mauricio Macri
daba sus primeros pasos en la presidencia de la Nación, mientras la
patria comenzaba a ser castigada por las políticas regresivas de la
Revolución de la Alegría.
Salinas,
el poeta-guerrillero que trae ante nosotros la palabra revolución en
épocas de contrarevolución. Un poeta-guerrillero no a lo Francisco
Urondo o a lo Roberto Santoro, sencillamente, porque no existen ya
guerrillas en Argentina (aunque sí en el mundo, mal que les pese a
los apologistas del parlamentarismo hoy reinante, y así lo demuestra
el zapatismo en México, los “Elenos” en Colombia y el PKK en el
Kurdistán), pero sí en tanto que Salinas no deja de tener presente
el principio de movilidad y además de que no deja de cultivar cierta
sabiduría respecto de elegir cuando atacar y cuando replegarse con
su poesía. Por otra parte, el autor de este libro suele ejercer casi
a diario el oficio de la guerrilla poética, sea porque carga los
ejemplares de sus publicaciones en la mochila y sale por ahí a
realizar presentaciones y conversas en programas de radio, sea porque
se junta con su co-equiper Claudio Sarmiento y hacen alguna que otra
intervención poético-musical, sea porque sale a la lucha en la
búsqueda de ir liberando territorios para la esperanza, que no es
espera sino convite, es decir, puro movimiento.
Quien
lea estas páginas se dará cuenta que además de la creatividad
puesta en juego en toda producción poética, hay también un
meticuloso trabajo de producción en la elaboración de estos textos;
una suerte de antropología historiográfico-poética muy similar al
método que, también en Córdoba, lleva adelante Jorge Villegas
(dramaturgo, director del grupo Zéppelin), a quien Salinas le dedica
incluso un poema.
Salinas
habla en sus poemas de cosas
concretas, de
cotidianeidad. No le teme al realismo (tan denostado por las modas
posmodernas de las últimas décadas) y recoge el desafío planteado
alguna vez por Raúl González Tuñón, de llevar adelante una
literatura que ponga en juego, simultáneamente, la imaginación, la
creación y el juego con el lenguaje y la poesía que puede verse
allí en la realidad. Tal vez por eso en su momento Salinas aceptó
nuestra invitación a participar del homenaje a Tuñón que hicimos
en Córdoba, en donde leímos textos fundamentales como “La luna
con gatillo”, “Brigadas de choque” y “A nosotros, la poesía”,
y en donde él leyó el texto dedicado al autor de “La rosa
blindada” que ahora publica en este libro. Tuñón, el tío que
elegimos porque no tiene la autoridad de un padre que quiere imponer
una tradición, pero que trasmite un legado susceptible de ser
apropiado en el presente, y puesto en juego a la hora de realizar una
crítica política de la cultura contemporánea.
Contra,
escribía Tuñón: el individualismo; la democracia burguesa;
la demagogia burguesa; la pedagogía burguesa; la academia burguesa.
Contra
la meritocracia y la posverdad, escribe Salinas, interpelando,
incomodando y preguntándose asimismo por qué una gorra te altera
tanto el pensamiento.
Quienes
lean este libro se toparán con un cruce permanente entre historia,
actualidad y porvenir. Los nombres de figuras actuales y de la
historia reciente de nuestro país se entrecruzan con otros de
tiempos más lejanos y también, con nombres que tal vez el lector o
la lectora no sepa quienes son si se encuentra por fuera de Córdoba.
Córdobas que se superponen y siguen dialogando en tensión, con el
país, el continente, su propio pasado. Agustín Tosco y Evo Morales;
Mario Roberto Santucho y Milagro Sala; la Masacre de Avellaneda y la
Masacre de Trelew; Maximiliano Kosteki, Darío Santillán y El Negro
Atilio López; Agustín Tosco y Santiago Maldonado; Luciano Arruga y
el Comandante Segundo Jorge Ricardo Masetti; Jorge Julio López y
John William Cooke; la anarco tras Maite Amaya y el Comandante
Ernesto Che Guevara; el cura guerrillero Camilo Torres y el
desaparecido en democracia Facundo Rivera Alegre; Guere Pellico; el
pibe “gatillado” en un barrio cordobés, y Claudio Pocho
Lepratti, fusilado en un barrio rosarino; Carlos Fuentealba rematado
en la patagonia, y René Salamanca detenido-desaparecido en La Docta
del terror; “La Claudia” o un albañil, pongamos por caso, uno de
Villa El Libertador (barrio popular en donde Salinas trabaja como
profe en una escuela; territorio en donde se supieron erigir
“fortines montoneros” y en donde hoy Cambiamos arrasa en las
elecciones) aparecen en este libro, de algún modo, dialogando a
través de una poesía que no teme ser arte y parte del presente que
nos toca vivir.
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