Por Mariano Pacheco para revista Zoom
El lugar de Cambiemos en el nuevo mapa político. El peso específico del PRO, las tensiones con sus socios radicales y las dificultades de la oposición peronista.
A días de
las elecciones legislativas, el escenario político argentino es un cúmulo de
interrogantes y, como siempre, un campo fértil para las hipótesis. En Santiago
del Estero y en el Senado de la Nación, el oficialismo vivió estas semanas una
serie de internas entre “amarillos” y radicales que, menos que expresar
debilidades en la coalición gobernante, podrían ser leídas como una avanzada
del PRO sobre sus socios mayores de la Unión Cívica Radical. Por su parte, el
peronismo y el progresismo “nacional y popular” continúan en su laberinto:
Cristina Fernández no logra cerrar el frente interno justicialista con vistas a
componer un armado amplio que pueda vencer a Mauricio Macri en 2019, pero
mantiene, a su vez, una fuerte gravitación en torno a su figura, en tanto no
parece emerger un liderazgo alternativo dentro del peronismo “clásico”.
¿Estamos, acaso, ante un nuevo ciclo político en la Argentina, donde Cambiemos
no expresaría tanto una alianza entre el PRO y la UCR sino una nueva hegemonía,
desplazando a las históricas identidades radicales y peronistas?
El mapa interno de Cambiemos
El triunfo
en Corrientes del radical Gustavo Valdés –con foto junto a Marcos Peña y
Rogelio Frigerio incluida– trajo paz a las aguas internas cambiemitas, tras
unas semanas donde una serie de movimientos –en especial la renuncia del
chaqueño Ángel Rozas a manejar el interbloque oficialista en el Senado y las
peleas que casi dejan a Cambiemos sin candidatos en Santiago del Estero–
volvieron a traer a flote el despecho con que no pocos correligionarios
viven una relación que consideran asimétrica con sus socios macristas. ¿Son
esos movimientos la antesala de una fractura o se trata simplemente de los
pataleos de algunos sectores radicales molestos ante una lógica asociativa
interna que no es nueva pero que sí parece ir in crescendo?
Para el
sociólogo Gabriel Vommaro, la conformación misma de Cambiemos como coalición
muestra un patrón de relación entre socios que, más allá de algunas
diferencias, se mantiene hasta el día de hoy. Para el autor del recientemente
editado La larga marcha de Cambiemos. La construcción silenciosa de un
proyecto de poder y coautor de Mundo PRO, un detallado y previsor
estudio sobre el partido fundado por Mauricio Macri, en este mapa interno de
Cambiemos se pueden observar, como mínimo, tres aristas principales.
Por un lado,
el PRO, una estructura con implantación principalmente local (Buenos Aires),
más alguna relevancia en la zona centro del país, que no sólo dispone de figuras
de peso y popularidad (como el propio Macri y María Eugenia Vidal), sino que
cuenta también con un proyecto político, es decir, “gente que sabe para qué
ganar y qué hacer con el poder”.
“Si uno mira el proceso no resultaría extraño –explica
Vommaro– que el PRO pueda apostar a dar un nuevo salto cualitativo en su
historia y pasar a promover Cambiemos como una nueva identidad en la que quede
subsumido el radicalismo”
“Después
–continúa Vommaro–, como segundo socio, aparece el radicalismo, un partido centenario
con una implantación nacional que sigue siendo importante a pesar de su crisis.
Basta ver provincias como Jujuy, Mendoza, Córdoba o Corrientes para ver que
Cambiemos tiene una cara bastante radical”, apunta.
Finalmente,
la tríada se completa con los socios menores con peso dispar como “el Partido
Fe, que conducía el Momo Venegas, una especie de ´pata peronista´ pequeña, y
Elisa Carrió, como figura con proyección nacional, que si bien tiene una agenda
diferente a la de Macri, por ahora comparten lo esencial, porque los une sobre
todo el espanto”, señala Vommaro.
Para el
investigador la cuestión central es analizar qué pasó después de las últimas
PASO, en donde el PRO “dejó muy en claro” cómo quiere que funcione la dinámica
interna de poder en Cambiemos: “el que gana conduce, el que pierde acompaña”.
El autor del libro que desentraña cómo se armó Cambiemos, insiste en pensar, a
modo de ejemplo de lo señalado, cómo se conformó el gabinete nacional,
“constituido básicamente por gente del PRO y del ámbito privado y las ONG en un
80%, y con radicales que están ahí no tanto por ser del partido sino por cierta
amistad que supieron cultivar con el presidente”.
Alianzas, votos y perspectivas
Vommaro
admite que, hasta hace muy poco tiempo, le resultaba difícil ver al PRO
conformándose como una fuerza política nacional porque sus acciones parecían
orientadas más a construir gobernabilidad que a edificar una fuerza propia. En
el marco de esa estrategia, el macrismo se permitía darle más espacio y
autonomía a sus aliados. Sin embargo, tras los resultados electorales de
agosto, Vommaro sugiere que esto podría haber mutado, iniciando incluso un
proceso que quizás se profundice tras las elecciones de octubre.
“Si uno mira
el proceso no resultaría extraño que el PRO pueda apostar a dar un nuevo salto
cualitativo en su historia y pasar a promover Cambiemos como una nueva
identidad en la que quede subsumido el radicalismo”, explica, y repasa la
historia del PRO: “en 2003 se funda Compromiso para el Cambio, que agrupa
pedacitos de expresiones a nivel local bajo el liderazgo de Macri. Luego, en
2005, hace una alianza con Recrear y entre 2007 y 2010 se come a Recrear, luego
de la ruptura entre Patricia Bullrich y López Murphy. Y en la fusión de Recrear
con Compromiso para el Cambio y la fundación del PRO, el macrismo logra
hegemonizar casi todo el espacio de centro-derecha de la Argentina, subsumiendo
incluso otras fuerzas como la UCeDé o expresiones provinciales como el Partido
Demócrata en Mendoza o el Partido Liberal en Corrientes. Ahí no todos, pero sí
la mayoría de los partidos provinciales que habían apostado por constituir una
fuerza conservadora nacional, se pliegan al PRO. Ahora, en tal caso, habrá que
ver cuál va a ser la postura del radicalismo: si se va a dejar absorber en una
nueva dinámica porque hay sectores que creen en la conveniencia de gestar una
nueva identidad o si, por el contrario, van a dar una pelea para que Cambiemos
sea una coalición con socios claramente identificables”, concluye.
Para el
también sociólogo Pablo Semán, sin embargo, lo que expresa Cambiemos
políticamente es independiente de las alianzas partidarias, porque tanto su
dirigencia como los “formuladores” de su propuesta para interpelar a la
sociedad (que es la que enmarca sus políticas públicas) han logrado “captar e
inducir un estado de ánimo en la sociedad” que le permite generar un consenso a
favor de sus políticas que no necesariamente se traduce en una aprobación de
una mayoría electoral.
“Según Grimson, no se podrá salir de ese laberinto sin
una representación más plural de la oposición”
“Cambiemos
puede tener entre el 40 o el 45% de los votos –explica Semán– y, sin embargo,
la imagen positiva de sus dirigentes es superior, e incluso el consenso de
buena parte de sus políticas es superior que su caudal electoral y su presencia
en instituciones de todos los niveles”.
Semán
insiste en la importancia de preguntarse por los actores y los significados de
ese consenso. Y arriesga que es la dirigencia de Cambiemos la que se encarga de
elaborar una interpelación a la sociedad. “Ese es el trasfondo de pensar en un
relanzamiento del ciclo político, pero no por el carácter de las alianzas, que
son un subproducto de esa interpelación lanzada a la sociedad”.
Para Semán,
no hay que dejar de tener en cuenta que hoy por hoy el PRO es “el dueño del
discurso de la alianza que gobierna” e incluso opina que si los radicales
quisieran irse eso no importaría tanto, porque lo que importa “es la propuesta
de futuro que ha sido lanzada a la sociedad y que en gran medida amplias
franjas aprueban”. Y remata: “ese consenso se basa en esa actividad
interpretativa formuladora de una utopía de los dirigentes de Cambiemos y
también en la forma en que despliega su actividad política Unidad Ciudadana.
Porque hoy por hoy la estructura del conflicto político en Argentina se da por
la presencia (irritante para una mayoría) de Cristina Fernández de Kirchner y la
confianza relativa en las propuestas de Cambiemos. Entonces se produce esta
situación de que tenés un 75% de la población que no aprueba la política
económica de Cambiemos pero por otro lado tenés un 65% que de ninguna manera
querría que vuelva Cristina. Y esos porcentajes, en gran medida, dependen de
esa confrontación discursiva que es la que caracteriza el ciclo político, y que
sospecho que va a ser más largo, porque el modo de oposición cristinista se va
a erosionar, y sólo en ese momento podrá surgir (o no) una alternativa o
respuesta real al macrismo”.
Laberintos ciudadanos
Para Alejandro
Grimson el escenario post PASO no presenta muchas novedades. El doctor en
antropología señala que ya se sabía de antemano que Cristina Fernández tendría
un piso alto en los resultados electorales, así como un techo bajo, por lo
menos en la provincia de Buenos Aires. Y al respecto señala una paradoja: “por
un lado, Cristina obtiene un porcentaje muy alto de votos respecto de otros
candidatos, pero esos resultados no parecen ser suficientes como para tener
certeza de poder ganarle al gobierno, en un resultado que parece muy
disputado”. En ese sentido, agrega, hay ahí “todo un tema con la estrategia
política” y destaca el famoso 54% de la elección de 2011. “Si en las PASO de
2017 juntás todas las fórmulas peronistas sumás el 54%. Entonces ahí ves que,
desde 2013 en adelante, lo que hubo fue un proceso de divisiones que hoy, al
parecer, no podría ser reconstruido sin reconstruir las alianzas que se habían
producido en ese momento, lo cual a esta altura tampoco parece posible de
reconstruir. Por lo tanto, con la excepción de que se produjera un cambio en la
situación política nacional, parece que estamos ante un callejón sin salida,
sumergidos en una suerte de laberinto”.
“Cambiemos puede tener entre el 40 o el 45% de los
votos –explica Semán– y, sin embargo, la imagen positiva de sus dirigentes es
superior”
Según
Grimson, no se podrá salir de ese laberinto sin una representación más plural
de la oposición. Y comenta: “si uno mira todas las movilizaciones que hubo
durante el último año y medio se puede ver que hay una gran cantidad de
identidades políticas allí presentes e incluso mucha gente que no adscribe a
ninguna identidad política determinada. Y esa gente te da una pauta de que hoy
el descontento no se sintetiza en ninguna candidatura”. De allí el panorama
sombrío que visualiza Grimson: “si Cambiemos triunfa en la provincia de Buenos
Aires y en Santa Fe, uno puede trazar una perspectiva donde el macrismo esté al
frente del gobierno por cuatro años más, salvo que se produzca algún hecho
político que no esté en la agenda y modifique la situación. Hay algo que merece
ser pensado y es esto de que, durante los primeros tres meses de gobierno de
Macri, muchos decían que ese proyecto duraba poco, mientras otros decíamos que
no sabíamos cuánto podía durar pero sí afirmábamos que estábamos convencidos de
ver ahí una voluntad política muy firme de quedarse por muchos años, que puede
rastrearse de alguna manera en esa discusión sobre shock o gradualismo y en su
concepción del gradualismo. Lo que hay que tener en cuenta es que la afirmación
de que dos de cada tres bonaerenses votaron contra el ajuste es un buen slogan
para hacer campaña electoral, pero desde el punto de vista del análisis
político es, por lo menos, imprecisa. Porque un gran porcentaje de esos votantes
no están de acuerdo con el ajuste pero tampoco están de acuerdo con Cristina, e
incluso algunos no están de acuerdo con el ajuste pero igual votan a Cambiemos.
Yo creo que gran parte del caudal de votos de Massa, por ejemplo, es de
personas que creen que Massa actuó bien en el Congreso en este tiempo. Insisto:
está bien dirigirse a esos votantes, y hablarles, pero es muy difícil tener una
llegada sin escuchar”.
¿Nueva hegemonía?
Para el
periodista y editor de La Izquierda Diario, Fernando Rosso, sin embargo,
resulta apresurado hablar de una nueva hegemonía de Cambiemos o del PRO en
Argentina. Y argumenta que, en principio, no necesariamente un triunfo
electoral implica una nueva articulación hegemónica. Y pone como ejemplo el 54%
obtenido por Cristina Fernández en 2011, quien dos años después pierde en la
provincia de Buenos Aires.
“Yendo a una
definición lo más clásicamente posible del concepto de hegemonía, que es que un
sector social, una clase dirigente pueda hacer de sus intereses particulares un
interés universal y convencer al resto de los sectores sociales de ese
proyecto, diría que se necesitan determinadas condiciones para construir una hegemonía,
que hoy por hoy el PRO o Cambiemos no tienen”, comenta Rosso, y enumera: “desde
condiciones internacionales (hoy mucho más complejas que las que se dieron
durante el auge del kirchnerismo e incluso del menemismo) hasta relaciones de
fuerzas entre la clases sociales que no han sido modificadas como para imponer
una hegemonía que exprese el espíritu del programa verdadero que tiene
Cambiemos, que es imponer un proyecto neoliberal”.
“Para Fernando Rosso, sin embargo, resulta apresurado
hablar de una nueva hegemonía de Cambiemos o del PRO en Argentina”
Rosso aclara
que sus afirmaciones no quieren decir que Cambiemos no haya avanzado e incluso
que pueda confirmar su victoria en octubre en la provincia de Buenos Aires y
otros lugares del país, sino que sólo intenta mostrar los límites que un
triunfo en las urnas puede tener. Para el periodista, la clave está en pensar
la derrota o no que han padecido los sectores populares en los últimos dos
años, derrota que él entiende aún no se ha producido.
“Los sectores
sociales y las organizaciones que enfrentamos al gobierno debemos marcar cuáles
son las contradicciones que éste tiene para tratar de enfrentarlo y ponerle
límites a sus proyectos. Si sucede que siguen haciendo ajustes pero con un
cierto gradualismo, esto expresará una relación de fuerzas no tan desfavorable,
lo que hará que tengan que patear la crisis para más adelante. Y de hacer eso
se convertirán en otra cosa, no habrán impuesto su hegemonía sino negociado con
una relación de fuerzas determinada, negociación que tampoco hará que
solucionen las cuestiones de fondo, que son los desequilibrios políticos y
sociales que ya venían de la última etapa del kirchnerismo”, reflexiona Rosso,
quien, para terminar, retoma la definición de Juan Carlos Portantiero para
decir que, más que ante una nueva hegemonía de Cambiemos, nos encontramos ante
una situación de “empate catastrófico” en el cual, “dicho gramscianamente”, aún
permanecemos “entre lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina
de nacer”, más allá de los sectores que más o menos deformada o
distorsionadamente expresan relaciones de fuerzas más profundas en la arena
electoral.
ES IMPOSIBLE ACERTAR LOS RESULTADOS DEL FUTURO DEL 2019 PERO COMO SEA SI EL PRO SE AFIRMA CORRIENDO A CAMBIEMOS EL DAÑO QUE PUEDE CAUSAR SERA INFINITAMENTE MAYOR A LO QUE NOS PASA. POR EJEMPLO EL ENDEUDAMIENTO EXTERNO QUE AUMENTARA DRAMÁTICAMENTE LA POBREZA LA DESOCUPACIÓN Y EL PELIGRO DE UNA DEBACLE IMPOSIBLE DE. REVERTIR.
ResponderEliminarRTIR.