Oscar Masotta: el autodidacta, el atrevido, el personaje polémico de múltiples rostros, el lector autodidacta, el escritor polisémico
Hoy
se conmemora un nuevo aniversario de la muerte de. Me lo recordó hace un rato el
psicoanalista cordobés Gerardo Máximo García mientras tomábamos un café en un bar
del barrio porteño de San Telmo, aprovechando su visita a la ciudad. A Gerardo
lo conocí en Córdoba hace dos años, cuando tuvo lo generosidad de presentar mi
libro “Roberto Arlt, por la senda de Nietzsche y Freud (trabajo altamente
inspirado en “Sexo y traición de Masotta, libro que leí hace ya casi dos décadas,
y del que me constó un buen tiempo sacarme de encima la fascinación en al que
había quedado envuelto). Luego leí y reseñé “El estremecimiento de lo nuevo”,
su trabajo sobre Masotta publicado en la colección (“Pensadores de América
Latina”) de “libros chiquitos” de la editorial de la Universidad Nacional de
General Sarmiento.
Vengo
con ganas de armar alguna propuesta para trabajar Masotta el año que viene en los
Encuentros de filosofía, sobre todo para pensar los cruces entre literatura,
crítica, filosofía y psicoanálisis que el autor habilitó hace ya más de medio
siglo en el Río de la Plata
Masotta
y esas tres décadas que marcaron tanto la historia cultural argentina: de 1954
y sus primeras notas en la revista Contorno a 1976 y la publicación de
los Ensayos lacanianos, tiempo antes de morir en el Estado español, el 13
de septiembre de 1979.
Masotta
y el ya mencionado primer libro de 1965 sobre Arlt y luego esa
experiencia de cruce entre marxismo y arte de vanguardia con los happenings del
Instituto Di Tella (1966) y –vía Enrique Pichón Rivière que le facilita y lo
alienta a leerlo– el descubrimiento, lectura y enseña de la obra de Lacan (“no
hay transmisión sin transgresión”): los seminarios de 1969 (luego compilados
bajo el título de Introducción a la lectura de Jacques Lacan), la
fundación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires en 1974 y, más tarde, la
Escuela Freudiana de la Argentina.
La
comunidad de Arlt es la de los humillados, según Masotta. Algo de esa magia de
su lectura persistió hasta el final