miércoles, 5 de noviembre de 2025

Lamborghini, el escritor maldito, el incómodo Osvaldo

40 años de su muerte.

Lo vengo releyendo (y leyendo sobre él) desde hace unas semanas. No por la efeméride sino porque en octubre, por mi cumpleaños, me ligué entre algunos regalos la biografía que sobre él escribió Ricardo Strafacce y porque por la misma fecha, en la Feria del Libro de Flores, me topé con este otro libro de “Entrevistas y textos desconocidos”.

Algunas de ellas las había leído en Puan, allá por 2008/2009, cuando cursé en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA algunas materias como Literatura argentina, Teoría y análisis literario o Teoría literaria (como dije alguna vez: hui de la academia como quien huye de la peste… pero en el camino, me llevé una mochila de lecturas y un arsenal de armas de la crítica y de una literatura que quizás no hubiese conocido de otro modo).

Allí y entonces, conocí los textos de los hermanos Lamborghini (no: a Leónidas lo leí antes, por la militancia y mi vínculo con el querido Vicente Zito Lema). Y años después lo volvía a leer, cuando me puse a escribir un capítulo para mi libro “Cabecita negra: ensayos sobre literatura y peronismo” donde “El niño proletario” se entrecruza con el “Saló o los 120 días de Sodoma” de Pier Paolo Pasolini.

 

Ahora leo y apunto, entre otras frases, estas tan contundentes:

 

“Escucho, mezclo, repito, y tacho y cambio de lugar, y cito”.

“La estética del populismo es la melancolía”.

“Habría que terminar con esa literatura liberal de izquierda”.

“Había que callarse y aprender”.

“Era cuestión de escuchar. Fundamentalmente, las palabras, los estilos y las formas. No tanto a los autores: los mayores hallazgos verbales carecen, por suerte, de pulsera de identificación”.

“Leer los textos, no como los propone una sucesión temporal o histórica, sino a partir del sistema de relaciones interiores a la literatura que esos mismos textos instauran”.

“Si hay lugar no hay poesía; desde ningún lugar. Toda la relación con la poesía es desde ningún lugar”.

 

 

Le cuento a Roberto García sobre mis derivas lamborghinescas y me envía un poema suyo, que comparto en otra entrada de mi blog 

 

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