Algunas provocaciones
del Manifiesto Aceleracionista (2013) para dejarse interpelar
Por Mariano Pacheco*
En su Manifiesto
Aceleracionista (2013) Alex Williams y Nick Srnicek realizan una
descripción tal del mundo en el que vivimos que cuesta no estar de
acuerdo. También arrojan una serie de hipótesis que desde
Latinoamérica resultan, al menos, problemáticas; sobre todo cuando
de lo que se trata es de pensar en la posibilidad de liberar la
tendencia aceleracionsita reprimida en la búsqueda de acelerar los
beneficios del capitalismo barriendo las restricciones que éste
impone (las luchas socio-ambientales en defensa de los bienes
comunes; la historicidad propia de los pueblos que pre-existieron la
conquista europea sobre éstas tierras; la propia dinámica
capitalista/dependiente de las “naciones” del continente dan
cuenta de una lectura situada desde otros parámetros a los de los
compañeros británicos).
Pero no es justamente en el
núcleo central del planteo en donde me quiero detener, sino en
algunas lateralidades más referidas a las propuestas para salir de
ese estancamiento que los aceleracionistas señalan respecto de las
políticas de izquierda. Por otra parte, tampoco me interesa
demasiado “rescatar” los planteos europeos o discutir cuánto se
adhiere o no a los postulados del Manifiesto. Se trata, más bien, de
pensar la teoría como caja de herramientas, y en tal sentido, estar
a la escucha no sólo de aquello que nos cuaja, sino también de lo
que nos incomoda, porque es desde la incomodidad que podremos
re-pensarnos, sacudirnos la modorra y avizorar nuevos horizontes.
En este breve artículo
quisiera aprovechar cierta discusión que allí se plantea, y que
entiendo compone casi de manera directa con una serie de
preocupaciones que este cronista viene trabajando desde hace un
tiempo, en algunos escritos, columnas radiales, discusiones en
reuniones con militancias, talleres de formación con organizaciones
sociales, cursos de filosofía profanos en los que se presenta, cada
dos por tres, la discusión en torno a cómo estamos leyendo las
posibilidades de salirnos un poco de esta hegemonía neoliberal
mundial que por momentos se torna sofocante.
Apuntes sobre el futuro
Tras caracterizar la situación
de estos momentos iniciales del siglo XXI como de cataclismo global,
atravesada por un riesgo gigantesco para la superviviencia de la
humanidad y una incapacidad estructural de las izquierdas para gestar
nuevos modelos, los aceleracionistas plantean que es un riesgo grande
idealizar el pasado y pensar que se puede tener un programa que
pretenda volver al fordismo y lso Estados de bienestar, modelo que si
bien garantizaba una serie de conquistas para las clases
trabajadoras, también contenía una asimetría enorme entre imperios
y colonias, y se sostenía sobre modelos familiaristas teñidos por
el sexismo y el racismo, por no mencionar también el aburrimiento y
el sometimiento al control que se veían expuestos los mismos sujetos
beneficiarios de esos años de “primavera capitalista”.
Lo que nos interesa en esta
nota es hacernos eco, entonces, es de aquellas críticas que los
aceleracionistas realizan a lo que mencionan como una “izquierda
folk”. A saber: la que hace de la acción directa, el
horizontalismo y los espacios de pretención no-capitalista locales
el punto de partida y de llegada de una estrategia de cambio social.
Nos interesa particularmente
–porque nos cabe-- esta crítica respecto de la tendencia a
sostener un “localismo neoprimitivista” desde ciertos movimientos
sociales, y a fetichizar formas organizativas y métodos de lucha por
sobre su eficacia concreta.
Es interesante ver cómo la
propia dinámica de las luchas sociales que estos movimientos suelen
reivindicar, al menos en Argentina, va contra ese sectarismo y esa
fetichización, porque de hecho la gran virtud de los piquetes y
cortes de ruta, de los bloqueos de puentes, autopistas, ingresos a
grandes empresas, tomas de edificios públicos y otras acciones
directas, así como el surgimiento (o resurgimiento, puesto que
tienen una larga historia) de dinámicas asamblearias, supieron
justamente aportar una novedad política porque no se ataron a ningún
presupuesto previo que limitara su capacidad de imaginar nuevos
rumbos. Pero el tiempo pasa, y nos vamos poniendo viejos, o tecnos, o
ambas cosas, y hasta lo nuevo tiene un tufillo a humedad.
Por eso es interesante tener
en cuenta esta advertencia aceleracionista: “las tácticas
habituales de marchas con pancartas y de creación de zonas
temporalmente autónomas corren el riesgo de convertirse en
reconfortantes sustitutos del éxito efectivo”, sostienen en el
Manifiesto, a la vez que recuerdan que “toda forma particular de
acción política pierde filo y eficacia con el tiempo porque la otra
parte se adapta”. Entonces, cabe preguntarse cuales serían los
modos creativos de combinar aquellos aspectos de invención que
fueron apareciendo con el tiempo, con el archivo que las luchas
emancipatorias cuentan en su haber. Dicen los aceleracionistas, para
horror de cierto autonomismo ingenuo: “el secretismo, la
verticalidad y la exclusión también tienen su lugar (aunque, claro,
no de naturaleza exclusiva) en la acción política efectiva”.
Queda claro que no se trata de
una pretensión de eterno retorno de lo ya conocido, pero tampoco de
sostener un apriori que niegue las posibilidades de rescatar,
repensar, reelaborar (“refuncionalizar” decía Bertolt Brech a la
hora de pensar en usos no ingenuos de la técnica) estrategia,
táctica, métodos que son parte de nuestra historia: la de quienes
pretendemos transformar de raíz la sociedad.
Un dardo al cortoplacismo
Los Aceleracionistas insisten
en que, para combatir el sectarismo, hay que promover un ensamblaje
amplio de tácticas y organizaciones diversas que puedan sostener una
estrategia a mediano plazo que de cuenta de, al menos, tres
objetivos que una izquierda radical pueda promover:
1) INFRAESTRUCTURA INTELECTUAL: que contribuya a gestar nuevos modelos económicos, políticos, sociales y culturales (“estamos hablando de una infraestructura en el sentido de construir no solo las ideas, sino también las instituciones y las vías materiales que permitan inculcarlas, encarnarlas y difundirlas).
2) MEDIOS DE COMUNICACIÓN: proponerse una reforma a gran escala que permita, entre otras cuestiones, disputar sentidos a niveles de masas y financiar periodismo de investigación.
3) PODER DE CLASE: reconstruir nuevas formas que integren a la serie disipar de las actuales identidades y realidades proletarias, que son parciales y heterogéneas.
Para desarrollar esto, insisten, una izquierda radical debería poder asumir primero sus incapacidades actuales, y pensar más seriamente sobre los flujos de dinero en función de construir una infraestructura para el cambio social.
1) INFRAESTRUCTURA INTELECTUAL: que contribuya a gestar nuevos modelos económicos, políticos, sociales y culturales (“estamos hablando de una infraestructura en el sentido de construir no solo las ideas, sino también las instituciones y las vías materiales que permitan inculcarlas, encarnarlas y difundirlas).
2) MEDIOS DE COMUNICACIÓN: proponerse una reforma a gran escala que permita, entre otras cuestiones, disputar sentidos a niveles de masas y financiar periodismo de investigación.
3) PODER DE CLASE: reconstruir nuevas formas que integren a la serie disipar de las actuales identidades y realidades proletarias, que son parciales y heterogéneas.
Para desarrollar esto, insisten, una izquierda radical debería poder asumir primero sus incapacidades actuales, y pensar más seriamente sobre los flujos de dinero en función de construir una infraestructura para el cambio social.
Si pensamos en no tirar por la
borda una rica y extensa tradición de las izquierdas, tampoco
deberíamos apresurarnos en descartar las invenciones que, desde el
inicio del siglo XXI en 1994 hasta la fecha, se fueron produciendo en
distintos lugares del planeta, sobre todo en América Latina.
De allí que, si de verdad
pensamos en cambiar el mundo sin construir otro del que querramos
huir ni bien comience a edificarse, tal vez deberíamos empezar por
combinar lógicas bien diferentes desde ahora. Por ejemplo, empezar
con una propuesta política en la que azar y programa no se excluyan,
sino que convivan en un juego de fuerzas permanentes que no le teman
a la tensión.
*Nota publicada en La luna con gatillo (www.lalunaongatillo.org)
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