HISTORIA DE UNA FOTO-
Observo en las redes el doble fervor patriota, por el Día de la bandera y por el Mundial de Fútbol.
Quienes me conocen saben que llevo, entre mis tatuajes tumberos, uno en el pecho que tiene dos banderas argentinas cruzadas… Aunque sin terminar (¿será cierta pulsión punk-libertaria que se resistió a concretar los colores del cielo sobre mi cuerpo?).
En esta foto estoy con una remera argentina. Será el año 1999. Por entonces hacía rato ya que no miraba los partidos de fútbol y unos cuantos que había dejado de ir a la cancha a ver a Quilmes con “los chicos de mi barrio” (como cantaba Sin Ley).
No recuerdo el nombre de las calles de aquella esquina, pero paradójicamente concentró gran parte de mis años de adolescencia. Allí cerca vivía Cacho, mi responsable de formación que con el tiempo me fue adoptando en una extraña relación en la que se intercalaba el vínculo de amistad y de respeto “maestro-discípulo”.
Sí recuerdo las cuatro esquinas. Ahí donde estamos había (¿hay?) un hipermercado. Allí hicimos una vez la pintada que me valió mi primera estadía de una noche en la cárcel. “Abre Norte y cierran almacenes” llegué a pintar con aerosol negro, antes que un guardia de seguridad saliera a los tiros y me empezara a correr”, mientras mis compañeras y compañeros observaran la situación desde la parada del colectivo de esa misma esquina, mientras esperábamos –birras en mano-- que una amiga llegara allí para irnos en barra a pasar la noche juntos.
Enfrente, un telo. Siempre fue misterio para mi ver como se sostenía el hotel-alojamiento durante tantos años, pero no recuerdo ninguna historia particular de ese lugar (entre otras cosas, será, porque el sexo juvenil de aquellos años se daba en nuestras desiertas casas --la de los pibes y pibas que crecíamos en plena efervecencia neoliberal-- en las que se podía estar horas enteras sin que nadie estuviese allí, o en alguna plaza o rincón oscuro de la ciudad).
En la otra esquina una estación de servicio, en la que durante años pudimos comprar el escabio necesario para compartir en alguna noche de amistad
Allí, en los escalones de la cuarta esquina, una escuela, en la que también pasamos muchas noches, sentados y conversando, antes de que la enrejaran. Seguramente porque estaba enfrente de la estación de servicio o quien sabe por qué, preferíamos las parecitas de la institución a la plaza que estaba a unas cuadras.
Aquella tarde alguien (¡quién será?) nos sacó esa foto. La cámara seguro debe ser de Darío, a quien siempre le gustaba andar sacando fotos. Eran las de rollo, esas rectangulares-familiares, las que nunca sabías si finalmente tenías las imágenes en papel hasta verlas, porque el rollo siepre se podía velar y chau fotos. Pero ese se ve que no, y la cámara capturó esa imagen de una tarde cualquiera en el distrito de Quilmes, zona sur del conurbano bonaerense.
Darío Santillán que aún no es referente de un Movimiento de Trabajadores Desocupados sino un estudiante del colegio secundario (ya militante eso sí) con sus típicos jean gastados, su barba y su melena, tan joven, con sus camisas de señor que siempre usaba entonces. La Grillo, mi novia de entonces, mi compañera durante tantos años y Dani, amiga y compañera también. Faltan otras compañeras y compañeros –no muchos más-- de la Agrupación 11 de Julio, esa que nunca llegó a incorporar 11 militantes pero que contribuyó a hacer de puente entre esas luchas incipientes de los años 90 y las grandes batallas que se librarían a partir de 2000. Luchas que encuentran su continuidad en la bandera argentina. Esa que tenía La 11, esa que luego usó el MTD de Almirante Brown. Esa que para nosotros era símbolo de disputa con los fachos y las clases dominantes.
La bandera que flameó con Montoneros en el 73, la que se agitó en el Cutralcazo en 1996. Y la que se plantaría en las barricadas del 19 y 20 de diciembre de 2001.
De allí que nos gustara tanto ese cántico que no era nuestro, pero que nos gustaba entonar con pasión:
“Somos de la gloriosa juventud argentina, la que hizo el cordobazo, la que peleó en Malvinas.
La del Roby Santucho, la de los Montoneros, la de la Patria Libre, la de los compañerooosss”.
Y las compañeras, habría que agregarle hoy, cuando hay tantas jóvenas protagonizando el cambio.
Ese por el que peleó Darío. Ese sendero que seguimos transitando hoy. Los caminos de la libertad, que va...
(No es parte de la serie 2001: odisea en el Conurbano, pero casi)
A 16 años de la Masacre de Avellaneda: #ArdeRojoJunio; L.OM.J.E; H.L.V.S
Observo en las redes el doble fervor patriota, por el Día de la bandera y por el Mundial de Fútbol.
Quienes me conocen saben que llevo, entre mis tatuajes tumberos, uno en el pecho que tiene dos banderas argentinas cruzadas… Aunque sin terminar (¿será cierta pulsión punk-libertaria que se resistió a concretar los colores del cielo sobre mi cuerpo?).
En esta foto estoy con una remera argentina. Será el año 1999. Por entonces hacía rato ya que no miraba los partidos de fútbol y unos cuantos que había dejado de ir a la cancha a ver a Quilmes con “los chicos de mi barrio” (como cantaba Sin Ley).
No recuerdo el nombre de las calles de aquella esquina, pero paradójicamente concentró gran parte de mis años de adolescencia. Allí cerca vivía Cacho, mi responsable de formación que con el tiempo me fue adoptando en una extraña relación en la que se intercalaba el vínculo de amistad y de respeto “maestro-discípulo”.
Sí recuerdo las cuatro esquinas. Ahí donde estamos había (¿hay?) un hipermercado. Allí hicimos una vez la pintada que me valió mi primera estadía de una noche en la cárcel. “Abre Norte y cierran almacenes” llegué a pintar con aerosol negro, antes que un guardia de seguridad saliera a los tiros y me empezara a correr”, mientras mis compañeras y compañeros observaran la situación desde la parada del colectivo de esa misma esquina, mientras esperábamos –birras en mano-- que una amiga llegara allí para irnos en barra a pasar la noche juntos.
Enfrente, un telo. Siempre fue misterio para mi ver como se sostenía el hotel-alojamiento durante tantos años, pero no recuerdo ninguna historia particular de ese lugar (entre otras cosas, será, porque el sexo juvenil de aquellos años se daba en nuestras desiertas casas --la de los pibes y pibas que crecíamos en plena efervecencia neoliberal-- en las que se podía estar horas enteras sin que nadie estuviese allí, o en alguna plaza o rincón oscuro de la ciudad).
En la otra esquina una estación de servicio, en la que durante años pudimos comprar el escabio necesario para compartir en alguna noche de amistad
Allí, en los escalones de la cuarta esquina, una escuela, en la que también pasamos muchas noches, sentados y conversando, antes de que la enrejaran. Seguramente porque estaba enfrente de la estación de servicio o quien sabe por qué, preferíamos las parecitas de la institución a la plaza que estaba a unas cuadras.
Aquella tarde alguien (¡quién será?) nos sacó esa foto. La cámara seguro debe ser de Darío, a quien siempre le gustaba andar sacando fotos. Eran las de rollo, esas rectangulares-familiares, las que nunca sabías si finalmente tenías las imágenes en papel hasta verlas, porque el rollo siepre se podía velar y chau fotos. Pero ese se ve que no, y la cámara capturó esa imagen de una tarde cualquiera en el distrito de Quilmes, zona sur del conurbano bonaerense.
Darío Santillán que aún no es referente de un Movimiento de Trabajadores Desocupados sino un estudiante del colegio secundario (ya militante eso sí) con sus típicos jean gastados, su barba y su melena, tan joven, con sus camisas de señor que siempre usaba entonces. La Grillo, mi novia de entonces, mi compañera durante tantos años y Dani, amiga y compañera también. Faltan otras compañeras y compañeros –no muchos más-- de la Agrupación 11 de Julio, esa que nunca llegó a incorporar 11 militantes pero que contribuyó a hacer de puente entre esas luchas incipientes de los años 90 y las grandes batallas que se librarían a partir de 2000. Luchas que encuentran su continuidad en la bandera argentina. Esa que tenía La 11, esa que luego usó el MTD de Almirante Brown. Esa que para nosotros era símbolo de disputa con los fachos y las clases dominantes.
La bandera que flameó con Montoneros en el 73, la que se agitó en el Cutralcazo en 1996. Y la que se plantaría en las barricadas del 19 y 20 de diciembre de 2001.
De allí que nos gustara tanto ese cántico que no era nuestro, pero que nos gustaba entonar con pasión:
“Somos de la gloriosa juventud argentina, la que hizo el cordobazo, la que peleó en Malvinas.
La del Roby Santucho, la de los Montoneros, la de la Patria Libre, la de los compañerooosss”.
Y las compañeras, habría que agregarle hoy, cuando hay tantas jóvenas protagonizando el cambio.
Ese por el que peleó Darío. Ese sendero que seguimos transitando hoy. Los caminos de la libertad, que va...
(No es parte de la serie 2001: odisea en el Conurbano, pero casi)
A 16 años de la Masacre de Avellaneda: #ArdeRojoJunio; L.OM.J.E; H.L.V.S
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