viernes, 22 de junio de 2018

En La Matera, junto a Darío Santillán


Otra historia de una foto


La que aparece de espalas es Neka Jara, referente del MTD de Solano junto al Padre Alberto, el curita que abrió las puertas de la parroquia Las Lágrimas a las vecinas y vecinos desocupados, y que cuando el obispado le planteó que dejara de hacer esas actividades allí él lo planteó a su vez en la asamblea para que las bases resolvieran qué hacer. Y la asamblea decidió tomar la parroquia nomás.
De fondo se ve a otro compañero, que no logro reconocer. Allí aparecemos en el terreno de la que fue mi primera casa como joven emancipado, en la última manzana, en el último terreno libre que había quedado tras la toma de un predio inmenso donde hoy está asentado el barrio La Matera.
Darío y Neka conversan conmigo quien sabe de qué. Supongo de las urgencias de ese día lluvioso. Había que armar la casita, y para eso Pablo y Flor (que eran más grandes que Darío y yo, que tenían auto y sobre todo Pablo, algún saber de trabajo manual que el resto no) trajeron los aprestos necesarios para levantar el rancho en el que me quedaría de allí en más. Darío estaba dando entonces los primeros pasos en el barrio Don Orione, donde había crecido, para poner en pie allí un Movimiento de Trabajadores Desocupados. Pero embebido en la ética guevarista en la que habíamos crecido, y que él sobre todo y más que nadie sostenía a rajatabla, no podía permitirse “refugiarse” en su incipiente construcción (que requería de todas sus energías, obviamente) sin dejar de estar presente en otras luchas y procesos de organización importantes de la región. Y esas 2.000 familias que de la noche a la mañana levantaron un barrio entero en San Francisco Solano estaban protagonizando algo importante, que duda cabe, en una zona que se había edificado entera, unas décadas antes, a partir de las tomas de tierras, acompañadas muchas de ellas por la militancia cristiana de las Comunidades Eclesiales de Base.
Recuerdo lo asombrados que veíamos, ese 1° de abril del año 2000, la gimnasia organizativa con que se ponía en pie un barrio entero desde la nada. Los terrenos se medían a pasos y se clavaban ramas sobre las que se tiraban hilos a modo de alambrado. Todos los terrenos eran más o menos del mismo tamaño. Se trazaban las calles, se dejaban algunos metros para las futuras veredas y un grupo de auto-defensa popular sacaba a quienes intentaban “rancherar” en el medio de una calle. También se elegían delegados por manzana, que se reunían en una asamblea general cada una determinada cantidad de horas. Asamblea de la que también surgió rápidamente una estructura de cuerpo de delegados, de comisiones de trabajo en alimentos, salud, auto-defensa, difusión del conflicto, diálogo con la policía y funcionarios del gobierno local.
Nuestro núcleo político era de apenas cuatro integrantes: Pablo y Flor ya con una casa en Villa Corina, a media cuadra de la avenida que separa los distritos de Avellaneda y Lanús. Allí habían empezado meses atrás a construir el MTD en Montechingolo, Lanús, luego de una experiencia en Corina, Avellaneda. Darío había terminado el colegio secundario en diciembre del año anterior y en enero, una asamblea de desocupados se convocó en Don Orine y allí fue él con la propuesta de organizarse como un MTD. En Solano el Cura y Neka habían logrado reorganizar un poderoso MTD luego de la fuerte represión que habían padecido tras los cortes de ruta del año 97, cuando ellos formaban parte del “Teresa Rodríguez”, y de algún modo eran una referencia para todos nosotros, que estábamos en una búsqueda de nuevos modos de desarrollar la organización popular. Así que como yo era el único de los cuatro que estaba sin territorio definido, y como para nosotros el vínculo con el MTD de Solano era “estratégico” (entendíamos que estábamos en una etapa de “incursión” en una nueva experiencia, y que lejos de pretender conducir ese era un momento de formación de cuadros y de aprendizaje de experiencias más desarrolladas), definimos que en esa toma de tierras –a la que habíamos llegado para solidarizarnos y acompañar a la militancia de Solano-- me quedara yo.
La foto, como toda fotografía, da muestras sólo de un instante fugaz que ha logrado quedar fijado en una imagen. Así y todo la imagen es sugerente. Allí estamos los tres, bajo la lluvia, conversando. Darío está sonriendo y se nos ve con tranquilidad, a pesar de la situación: llovía (¡no dejó de llover todo ese invierno!), hacía mucho frío, teníamos que poner en pie un rancho en tierras inundables, la toma se compartía con sectores del justicialismo que nos consideraban claramente sus enemigos, la Gendarmería comenzaba a intentar cercar el lugar, pero allí estábamos los tres, conversando tranquilamente, seguro planificando el próxima paso.
Recuerdo que una noche Darío, Dani y no sé quien más se quedaron a dormir en la carpa que habíamos instalado en el terreno, para que yo pudiera ir a la casa de mi padre a bañarme, comer, tomar algo caliente. Después, Darío, no volvió muchas veces más, porque su militancia en Don Oriene lo tenía totalmente ocupado en las tareas necesarias para emprender ese viaje de conformación de un nuevo MTD.
Con Neka y el Cura teníamos diferencias políticas. No éramos un mismo núcleo político, pero así y todo emprendimos juntos la construcción de la Coordinadora Aníbal Verón, en la que también estaban los núcleos de la militancia del MTD de Florencia Varela y de Quebracho de La Plata y de Lanús.
Duramos poco en La Matera.
Así y todo fueron semanas intensas: yo logré ser delegado de manzana, luego integré la coordinación general del asentamiento como parte de la comisión de salud y, finalmente, logré poner en pie una humilde casita de chapa y madera. Allí perdí un libro de Lenin, uno de Engels, y alguna que otra cosa más que por razones obvias de seguridad no vamos a mencionar: una inundación –creo que la primera-- se llevó puesto casi todo. Ese día justo yo había ido a la casa de mi padre, porque estaba muy enfermo y una neumonía no me permitía continuar mis tareas en el asentamiento. Al volver me encontré en una asamblea general teniendo que dar explicaciones ante un grupo de punteros del PJ que me acusaban de ser responsable de la muerte de un bebé durante el temporal. “¿Dónde estaban los de la comisión de salud?”, decían señalándome. Como si el régimen político, el sistema económico no fueran responsables de esas muertes, que se sucedían a diario. Incluso su partido, que había traicionado en esos años las banderas históricas del peronismo para llevar adelante ese modelo neoliberal socialmente injusto, y económica y políticamente dependiente. Pero en medio de una asamblea popular en un asentamiento, con los ánimos caldeados, no se podían dar esos debates. Obviamente: el encuentro terminó a las piñas. Allí estaba yo, con mis 19 años, enfrentando entre mocos y estornudos a los muchachos peronistas a quienes no les importaba que yo llevara tatuadas en el pecho las banderas argentinas, junto con tacuaras y una estrella federal. Estaba por “cobrar” cuando veo que, no sé de dónde, el Cura Alberto empieza a revolear piñas y me salva de esa situación. No voy a decir que fue Dios el que me salvó ese día, porque soy ateo, pero que su palabra en la tierra pasó a ser acción directa, no caben dudas. No recuerdo si Neka estaba ese día, porque siempre estaba pero no la recuerdo. Si estuvo, de seguro tuvo una parte activa en dicha refriega.
Tiempo después Infantería desalojó la parroquia La Lágrimas. Y ahí estuvimos otra vez junto a Darío, Pablo y Flor, bancando la parada en San Francisco Solano, junto al Padre Alberto y Neka, quienes instalaron enfrente (en la Plaza que habían bautizado “Che Guevara”) una “Carpa del aguante”, como le habían puesto en Corrientes tiempo atrás. Allí se instaló el “Cuartel General” desde el que se planificaron nuevas tomas de tierras, todas bajo la lluvia, todas con fracasos rotundos. Al parecer, en esa, Dios no nos acompañó.
Semanas más tarde la cosa en La Matera se puso espesa. Los enfrentamientos dejaron de ser solo con los puños y en la correlación de fuerzas adversas toda la militancia de las organizaciones sociales de base tuvo que dejar el lugar. También la Carpa del aguante padeció su desalo.
Así y todo, el MTD de Solano no dejó de crecer, ni de ser una referencia imprescindible para quienes comenzábamos a transitar esos senderos de acción directa y organización de base con participación popular activa. Para quienes, junto a Darío y tantas y tantos como él, comenzábamos a transitar los caminos de la libertad.

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