Otra
historia de una foto
La
que aparece de espalas es Neka Jara, referente del MTD de Solano
junto al Padre Alberto, el curita que abrió las puertas de la
parroquia Las Lágrimas a las vecinas y vecinos desocupados, y que
cuando el obispado le planteó que dejara de hacer esas actividades
allí él lo planteó a su vez en la asamblea para que las bases
resolvieran qué hacer. Y la asamblea decidió tomar la parroquia
nomás.
De
fondo se ve a otro compañero, que no logro reconocer. Allí
aparecemos en el terreno de la que fue mi primera casa como joven
emancipado, en la última manzana, en el último terreno libre que
había quedado tras la toma de un predio inmenso donde hoy está
asentado el barrio La Matera.
Darío
y Neka conversan conmigo quien sabe de qué. Supongo de las urgencias
de ese día lluvioso. Había que armar la casita, y para eso Pablo y
Flor (que eran más grandes que Darío y yo, que tenían auto y sobre
todo Pablo, algún saber de trabajo manual que el resto no) trajeron
los aprestos necesarios para levantar el rancho en el que me quedaría
de allí en más. Darío estaba dando entonces los primeros pasos en
el barrio Don Orione, donde había crecido, para poner en pie allí
un Movimiento de Trabajadores Desocupados. Pero embebido en la ética
guevarista en la que habíamos crecido, y que él sobre todo y más
que nadie sostenía a rajatabla, no podía permitirse “refugiarse”
en su incipiente construcción (que requería de todas sus energías,
obviamente) sin dejar de estar presente en otras luchas y procesos de
organización importantes de la región. Y esas 2.000 familias que de
la noche a la mañana levantaron un barrio entero en San Francisco
Solano estaban protagonizando algo importante, que duda cabe, en una
zona que se había edificado entera, unas décadas antes, a partir de
las tomas de tierras, acompañadas muchas de ellas por la militancia
cristiana de las Comunidades Eclesiales de Base.
Recuerdo
lo asombrados que veíamos, ese 1° de abril del año 2000, la
gimnasia organizativa con que se ponía en pie un barrio entero desde
la nada. Los terrenos se medían a pasos y se clavaban ramas sobre
las que se tiraban hilos a modo de alambrado. Todos los terrenos eran
más o menos del mismo tamaño. Se trazaban las calles, se dejaban
algunos metros para las futuras veredas y un grupo de auto-defensa
popular sacaba a quienes intentaban “rancherar” en el medio de
una calle. También se elegían delegados por manzana, que se reunían
en una asamblea general cada una determinada cantidad de horas.
Asamblea de la que también surgió rápidamente una estructura de
cuerpo de delegados, de comisiones de trabajo en alimentos, salud,
auto-defensa, difusión del conflicto, diálogo con la policía y
funcionarios del gobierno local.
Nuestro
núcleo político era de apenas cuatro integrantes: Pablo y Flor ya
con una casa en Villa Corina, a media cuadra de la avenida que separa
los distritos de Avellaneda y Lanús. Allí habían empezado meses
atrás a construir el MTD en Montechingolo, Lanús, luego de una
experiencia en Corina, Avellaneda. Darío había terminado el colegio
secundario en diciembre del año anterior y en enero, una asamblea de
desocupados se convocó en Don Orine y allí fue él con la propuesta
de organizarse como un MTD. En Solano el Cura y Neka habían logrado
reorganizar un poderoso MTD luego de la fuerte represión que habían
padecido tras los cortes de ruta del año 97, cuando ellos formaban
parte del “Teresa Rodríguez”, y de algún modo eran una
referencia para todos nosotros, que estábamos en una búsqueda de
nuevos modos de desarrollar la organización popular. Así que como
yo era el único de los cuatro que estaba sin territorio definido, y
como para nosotros el vínculo con el MTD de Solano era “estratégico”
(entendíamos que estábamos en una etapa de “incursión” en una
nueva experiencia, y que lejos de pretender conducir ese era un
momento de formación de cuadros y de aprendizaje de experiencias más
desarrolladas), definimos que en esa toma de tierras –a la que
habíamos llegado para solidarizarnos y acompañar a la militancia de
Solano-- me quedara yo.
La
foto, como toda fotografía, da muestras sólo de un instante fugaz
que ha logrado quedar fijado en una imagen. Así y todo la imagen es
sugerente. Allí estamos los tres, bajo la lluvia, conversando. Darío
está sonriendo y se nos ve con tranquilidad, a pesar de la
situación: llovía (¡no dejó de llover todo ese invierno!), hacía
mucho frío, teníamos que poner en pie un rancho en tierras
inundables, la toma se compartía con sectores del justicialismo que
nos consideraban claramente sus enemigos, la Gendarmería comenzaba a
intentar cercar el lugar, pero allí estábamos los tres, conversando
tranquilamente, seguro planificando el próxima paso.
Recuerdo
que una noche Darío, Dani y no sé quien más se quedaron a dormir
en la carpa que habíamos instalado en el terreno, para que yo
pudiera ir a la casa de mi padre a bañarme, comer, tomar algo
caliente. Después, Darío, no volvió muchas veces más, porque su
militancia en Don Oriene lo tenía totalmente ocupado en las tareas
necesarias para emprender ese viaje de conformación de un nuevo MTD.
Con
Neka y el Cura teníamos diferencias políticas. No éramos un mismo
núcleo político, pero así y todo emprendimos juntos la
construcción de la Coordinadora Aníbal Verón, en la que también
estaban los núcleos de la militancia del MTD de Florencia Varela y
de Quebracho de La Plata y de Lanús.
Duramos
poco en La Matera.
Así
y todo fueron semanas intensas: yo logré ser delegado de manzana,
luego integré la coordinación general del asentamiento como parte
de la comisión de salud y, finalmente, logré poner en pie una
humilde casita de chapa y madera. Allí perdí un libro de Lenin, uno
de Engels, y alguna que otra cosa más que por razones obvias de
seguridad no vamos a mencionar: una inundación –creo que la
primera-- se llevó puesto casi todo. Ese día justo yo había ido a
la casa de mi padre, porque estaba muy enfermo y una neumonía no me
permitía continuar mis tareas en el asentamiento. Al volver me
encontré en una asamblea general teniendo que dar explicaciones ante
un grupo de punteros del PJ que me acusaban de ser responsable de la
muerte de un bebé durante el temporal. “¿Dónde estaban los de la
comisión de salud?”, decían señalándome. Como si el régimen
político, el sistema económico no fueran responsables de esas
muertes, que se sucedían a diario. Incluso su partido, que había
traicionado en esos años las banderas históricas del peronismo para
llevar adelante ese modelo neoliberal socialmente injusto, y
económica y políticamente dependiente. Pero en medio de una
asamblea popular en un asentamiento, con los ánimos caldeados, no se
podían dar esos debates. Obviamente: el encuentro terminó a las
piñas. Allí estaba yo, con mis 19 años, enfrentando entre mocos y
estornudos a los muchachos peronistas a quienes no les importaba que
yo llevara tatuadas en el pecho las banderas argentinas, junto con
tacuaras y una estrella federal. Estaba por “cobrar” cuando veo
que, no sé de dónde, el Cura Alberto empieza a revolear piñas y me
salva de esa situación. No voy a decir que fue Dios el que me salvó
ese día, porque soy ateo, pero que su palabra en la tierra pasó a
ser acción directa, no caben dudas. No recuerdo si Neka estaba ese
día, porque siempre estaba pero no la recuerdo. Si estuvo, de
seguro tuvo una parte activa en dicha refriega.
Tiempo
después Infantería desalojó la parroquia La Lágrimas. Y ahí
estuvimos otra vez junto a Darío, Pablo y Flor, bancando la parada
en San Francisco Solano, junto al Padre Alberto y Neka, quienes
instalaron enfrente (en la Plaza que habían bautizado “Che
Guevara”) una “Carpa del aguante”, como le habían puesto en
Corrientes tiempo atrás. Allí se instaló el “Cuartel General”
desde el que se planificaron nuevas tomas de tierras, todas bajo la
lluvia, todas con fracasos rotundos. Al parecer, en esa, Dios no nos
acompañó.
Semanas
más tarde la cosa en La Matera se puso espesa. Los enfrentamientos
dejaron de ser solo con los puños y en la correlación de fuerzas
adversas toda la militancia de las organizaciones sociales de base
tuvo que dejar el lugar. También la Carpa del aguante padeció su
desalo.
Así
y todo, el MTD de Solano no dejó de crecer, ni de ser una referencia
imprescindible para quienes comenzábamos a transitar esos senderos
de acción directa y organización de base con participación popular
activa. Para quienes, junto a Darío y tantas y tantos como él,
comenzábamos a transitar los caminos de la libertad.
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