POR
MARIANO PACHECO
El amor por la conversación
Buenos Aires, 1998-2003. La vida que tenemos
y la vida que queremos es el leitmotiv de este film en donde el amor no aparece
bajo la forma del encuentro sexual sino de la conversación en un bar, en
principio habilitada por los films que hemos visto, los libros que hemos leído,
las vidas que hemos soñamos pero no nos animamos a llevar adelante.
Todo comienza con un film clásico en blanco
y negro (Ayuno de amor “comedia alocada” de Howard Hawks), proyectado en
un ciclo en el antiguo cine Arte de Diagonal Norte (actual Cacodelphia). al
que no asiste casa nadie… Casi, porque allí sí van nuestros solitarios protagonistas:
él, dueño de una librería de usados especializada en ciencia ficción deviene Yuri,
un astronauta que ha viajado por el espacio; ella, editora literaria, mujer que
vive sola con su joven hijo que estudia Letras, se transforma en “Irene”, una
escritora famosa que estudió en La Sorbone y suele viajar por el mundo convocada
por el éxito de sus novelas.
Desde el primer día que hablan, fumando un
pucho en la puerta del cine después de la función, la magia se extiende hasta el
bar Brighton de la calle Sarmiento, donde comienzan a encontrarse cada jueves por
la tarde para ese ritual que consiste en tomar wiski (Old Smuggler etiqueta
blanca) y conversar sin decirse nunca ni sus nombres o profesiones, ni nada que
remita a la verdad de su vida personal. Todo consiste en poder charlar,
inventándose cada uno una vida, y hablar de ella como si fuese lo más verdadero
que les pasó en la vida.
Los años en que transcurre el film no son azarosos,
porque son los que le permiten a Agresti (guionista y director), con sutileza, que
podamos mirar tras los vidrios de un bar la crisis económica y social que
atraviesa el país, con giros como el cambio de sitio de conversación, ya que los
personajes se mudan a una popular pizzeria del microcentro porteño
Como sostiene Pablo De Vita en su crítica
en el diario La Nación, bajo la historia de amor madura y reposada que devuelve
esta serena mirada de Alejandro Agresti, varias constantes de su cine siguen
presentes definiendo su poética: el tiempo como esencia del cine, la necesidad
de romper la narración convencional y una estética (con impecables trabajos de
Miranda Pauls y Ezequiel Endelman en la dirección de arte, y Marcelo Camorino
en la fotografía), acorde con la historia que se cuenta.
Eleonora Wexler y Luis Rubio interpretan
por ochenta y cuatro minutos lo que podría ser calificado como un sencilla pero
no por eso menos emotiva película de amor, con el permanente ir y venir entre
las posibilidades e imposibilidades de concretarse.
Agresti es conocido por sus films Buenos
Aires viceversa (1996), considerado uno de los fundadores del Nuevo Cine
Argentino, y Valentín (2002), protagonizada por Julieta Cardinalli y
Rodrigo Noya (quien entonces contaba con nueve años de edad), su último film
data de una década atrás, cuando estrenó
Podes verla en el cine Gaumont de Buenos Aires- Espacio INCAA
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