Tras un año de gobierno de La Libertad Avanza
Por Mariano Pacheco
y Gabriel Rodríguez Varela
Las anotaciones que se comparten a continuación son producto, en gran
medida, del proceso colectivo de intercambios realizados en el marco del
análisis de coyuntura emprendido en la primera reunión del año (2025) del
Instituto Plebeyo, en un intento por elaborar, de manera grupal, un balance
luego del primer año de gobierno de Javier Milei. Las resonancias e intuiciones
surgidas en ese marco buscaron atender a ciertos aspectos de la coyuntura en su
dimensión psicopolítica, esto es, los aspectos específicamente anímicos y
afectivos presentes en la lucha de clases, atentos a la apuesta de poder
elaborarlos en función de una alternativa política emancipatoria.
I-
La pauperización de las condiciones de vida de la clase trabajadora, la
intensificación pospandémica del malestar y la rotura existencial
(plus-de-rotura-existencial) no conllevó un corrimiento psicopolítico (ni
ideológico) de las masas hacia la izquierda. Tal como volvió a hacerse patente
en las elecciones presidenciales en las que ganó Javier Milei (y también se
verifica actualmente el estado de movilización social parcial sin capacidad de
revertir la ofensiva salvaje de las clases dominantes) esos malestares
se canalizan por derecha.
Para sectores cada vez más amplios de la clase trabajadora, esos malestares
y esos sufrimientos parecerían continuar optando por tramitaciones
psicopolíticas tributarias al manodurismo falocrático y autoritario de
la extrema derecha del capital antes que por las respuestas
asamblearias, de lucha callejera y/o democratizadoras de izquierda por las que
se ha optado en otras oportunidades de la reciente historia nacional. Menos que
menos, parecerían aspirar a una salida institucional moderada de signo
progresista, encargada de templar la irascibilidad e intolerancia psicopolítica
que carcome nuestras vidas cotidianas.
En la necesidad supervivencial (más que del deseo) de revertir con
premura esa coyuntura psicopolítica (a todas luces adversa) surgen en nosotrxs
una serie de preguntas: ¿cómo es que eso sigue resultando posible? ¿cómo hacer
para que eso resulte imposible? ¿qué hacer o qué dejar de hacer para contribuir
a que aquello que resulta actualmente imposible devenga posible? En resumidas
cuentas: ¿cómo abonar a la emergencia de una alternativa psicopolítica de izquierda,
popular, que se verifique como vía de politización de los malestares que, en
quienes hacemos parte de la clase trabajadora, produce la ofensiva de las
clases dominantes que se realiza a través del ajuste de La Libertad Avanza y
sus aliados?
II-
Cualquier intento de abordar la serie de interrogantes que planteamos
presupone abandonar la pretensión de dar con una respuesta unívoca. Para
nosotrxs siquiera se trata de embebernos con la arrogancia de pretender
explicar y señalar un camino. Nos conformamos con extraer algunas consecuencias
psicopolíticas de afirmaciones que circularon en ciertas publicaciones
dispuestas a balancear el primer año del gobierno de Milei. Puntualmente, con
relación a aquellos diagnósticos que ubicaron a finales del año pasado el hecho
de que se ha dado un “cierre del ciclo de las luchas iniciado en 2001”. Según
nos dicen, algo que se constataría, entre otras tantísimas cuestiones, por el
nivel de desmovilización social que se registra luego de un año de ofensiva del
capital viabilizada por gobierno de LLA; o un tanto más específicamente, por la
ineficacia actual de ciertas formas de movilización signadas por la rutina
que, en el anterior ciclo, habrían posibilitado bloquear (al menos
parcialmente) la satisfacción política de las demandas de ajuste y
reestructuración profunda del ordenamiento jurídico-político y social que
exigían las clases dominantes.
Lejos de toda pretensión de reeditar ensueños posfundacionalistas (“todo
lo anterior estaba mal”) si algo de ese “cierre de ciclo” efectivamente se ha
consumado, se desprende otra vez, y cada vez con menos margen de tiempo para la
experimentación, que nos vemos ante el desafío de actualizar nuestra imaginación
política desde una perspectiva popular, desde abajo y a la izquierda.
Desde el vamos, algo que no se limita a la cuestión de la invención de nuevas
formas de organización y vías de politización, aunque las implica. De igual
manera, que presupone como condición de su despliegue la necesidad de conmover
la función de dogmas del quehacer asignadas a ciertas respuestas de
politización consagradas en la historia emancipatoria. Esto último, por caso,
un proceso cuya concreción a nivel psicopolítico puede resultar sumamente
complejo, tal como salta a la vista con sólo tomar en cuenta que en muchas
ocasiones puede tratarse de respuestas que han funcionado de un tiempo a esta
parte como axiomas que estructuran la totalidad de nuestras vidas, en tanto que
vidas militantes de izquierda.
III-
Las respuestas que hemos consagrado como vías regias para intervenir en
el registro psicopolítico de la lucha de clases (politizar lo subjetivo, lo
anímico, lo afectivo), dada su ostensible ineficacia, no convendría que
permanezcan al margen de ese proceso de actualización de nuestros imaginarios
de politización. Es en ese sentido que, lejos de pretender reducir las
incumbencias de su politización al campo de las “pasiones tristes”, no
obstante, nos preguntamos: ¿qué vías de acción psicopolítica dispuestas a la
politización del malestar de la clase trabajadora requiere el nuevo ciclo de
luchas que, de haber cerrado el anterior, se ha inaugurado o está próximo a
hacerlo?
La seguidilla de anotaciones que compartimos a continuación pretender
contribuir a la elaboración de algunas referencias para la elaboración
necesariamente colectiva y político-prácticas de esas vías:
1.
Entendemos a la psicopolítica como
aquella dimensión de la realidad social que atañe a las dimensiones anímicas y
afectivas de la lucha de clases. Desde esa óptica, esos malestares y/o
sufrimientos que experimentamos a diario en nuestras vidas cotidianas son un
producto social, histórico y, por lo tanto, políticamente determinado. Y por
esto mismo, no son político-ideológicamente neutros. Entre otras tantas
dimensiones, nos llegan con su repertorio de posibles causas y una cierta
afinidad para adosarse a determinadas respuestas antes que otras; incluso,
pueden llevar consigo (cual marca de origen) una repulsión prácticamente
inconmovible, en determinadas coyunturas, para participar en ciertos ensayos de
politización. Por caso, los que solemos ofrecerle desde las
izquierdas. Podríamos llegar a conjeturar que contienen en sí mismos
facilitadores que los disponen encausarse en ciertas vías privilegiadas de
tramitación psicopolítica y no en otras.
2.
No hay malestares y/o sufrimientos
sociales como cantidades de afecto descualificadas que se prestarían, por
igual, a una tramitación psicopolítica por izquierda o por derecha. Esos
malestares y sufrimientos están modelados por las formas de vida dominantes de
nuestra época. Y en cada época, parafraseando a Marx y Engels, las formas de
vida dominantes son las formas de vida de las clases
dominantes. Sin desestimar los elementos de contrahegemonía molecular
elaborados por los procesos de lucha y organización social y políticos
emancipatorios, aún no hemos generado una fuerza capaz de elaborar formas de
vida autónomas y plenamente antagonistas a los designios del mando capitalista.
La modelación de nuestras formas de vida, de los territorios de existencia de
la clase trabajadora, en última instancia aunque no sin contradicciones y
conflictos, cabe a cuenta de la potencia económica, política y afectiva del
capital. Los malestares y sufrimientos que se experimentan en esas formas de
vida, también. Las variaciones en la correlación de fuerzas (objetivas y
psicopolíticas) podrá intensificar o disminuir la contradicción entre elementos
antagonistas y hegemónicos. Como sentimos a diario, la actual coyuntura nos es
sumamente adversa; algo que se verifica, más allá de nuestra voluntad, por
ejemplo, en el quantum de elementos de derecha que hacen parte de nuestras
vidas de izquierda y en el incremento de las dificultades que encontramos para
darnos vidas de izquierda.
3.
Los malestares y sufrimientos de la
clase trabajadora, incluso aquellos resultantes de una ofensiva abierta de las
clases dominantes contra nuestras propias vidas, tal como las desarrolla el
gobierno de Milei, no son en sí mismos político-ideológicamente neutros y,
menos que menos, necesariamente afines a una posible politización por
izquierda. Esos malestares, esos sufrimientos, que registramos a
diario en “lo social” (como correlato del avance de la ofensiva de la extrema
derecha imperialista sobre nuestras vidas y territorios de existencia) y, también,
en cada unx de nosotrxs, convendría asumirlos, sin eufemismos, como
sufrimientos y malestares de derecha, ya que son modelados por las formas de
vida dominantes. Puede que haya llegado elal momento, entonces, dea
que digamos basta a seguir esperando a que ese tipo de malestares vaya a
encausarse en una alternativa sustentable y atractiva de izquierda. Y no sólo
porque aún no disponemos de ese tipo de alternativa (algo que si somxs sincerxs
con nosotrxs mismxs resulta innegable), sino lisa y llanamente porque esos
malestares no son compatibles con una politización por izquierda.
IV-
Participamos de movimientos tectónicos de magnitud planetaria que
también se manifiestan políticamente en la meca del imperialismo. También
nosotrxs experimentamos una cruzada antiprogresista, antifeminista y
anticomunista. Y no sólo por parte de la extrema derecha mileista sino también
por parte de ciertos sectores del movimiento popular. En estxs últimxs, por lo
que salta a la vista, compenetrados en construir una instancia de relevo a la
actual gestión de gobierno que parecería prepararse, sin pudor, para ofertar a
la sociedad un revival exacerbado hasta los lindes de lo grotesco de un
nostálgico nacionalismo popular reaccionario, masculinista, autoritario,
falocrático y virilista. Para eso, todo parecería querer resumirse al hecho de
encontrar quien grite más fuerte, quien golpee más duro la mesa, quien sea más
políticamente incorrecto (es decir, quien sea capaz de sostener mejor la imagen
de varón cis-hetero que, en el campo popular, terminaría –queriendo o no–
expresando su alineamiento con los planteos de la extrema derecha,
internacional y nacional, sobre la supuesta “moral de la ideología de género”
que sería promovida por feminismos y activismos de las disidencias). En
resumidas cuentas, sostenemos, se ha puesto en marcha una instancia de relevo
gubernamental en la que sólo quien sea “más macho” sería merecedor de liderar
la manada de víctimas de estas iniciativas de gestión estatal (porque sí, al
fin y al cabo y más allá de su retórica, es desde la cúspide del estado
nacional que se están facilitando todas las medidas para un reordenamiento en
favor de los grandes grupos de capital concentrado).
Como salta a la vista, se trata de una opción ética-política, de una
perspectiva cultural que, en gran medida, aspira a conectar con esos
mismos malestares y sufrimientos con los que conecta el neofascismo argento.
Puesto que aun teniendo diferencias ostensibles en el plano político-económico,
en lo político-cultural, parecería que se apuesta a retomar todo un repertorio
de elementos machistas y macartistas que hacen parte de la subjetivación y las
formas de vida de derecha promovidas y con la que hace sistema la propuesta
política y cultural de LLA.
El modelo del “macho con la motosierra”, como solución grotesca de
compromiso (más no por eso menos pestilente) para fugar del encuentro con un
estado de rotura-existencial inenarrable, parecería haber sacado ventaja en la
batalla de las identificaciones psicopolíticas.
V-
En la actual coyuntura anímica y afectiva, dada la correlación de
fuerzas desfavorables que experimentamos a diario en ese registro de la
realidad social, ¿es posible la existencia de una alternativa política de masas
que busque conectar con vastos sectores de la clase trabajadora sin apelar a
esos patrones psico-existenciales hegemónicos? ¿Habría que renunciar a eso por
forzarnos asumir premisas psicopolíticas y existenciales reaccionarias?
Si esas preguntas valen para la macropolítica, para la micropolítica (y
digamos nosotrxs, también, para la psicopolítica) Bifo Berardi nos recuerda la
posibilidad de “desertar”. Nos invita a hacerlo. Una invitación a algo que
podría parecerse en mucho al ensueño de concertar una “fuga privada” pero que,
nos dice, sería la disposición ético-política apropiada de alguien de izquierda
radical. Una opción a la que, pese a su honestidad intelectual, nos oponemos. O
más bien, diríamos, una opción que se le agradece a quien supo ser un
combatiente de la libertad y la igualdad y aun consideramos un entrañable
compañero de ruta, pero por la que preferimos no optar. Sencillamente, por
razones político-prácticas: si la extrema derecha se consolida, no habrá sitio
donde refugiarnos, porque no habrá lugar siquiera donde podamos replegarnos
para tomarnos un respiro psicopolítico táctico. El mensaje es claro: “nos van a
venir a buscar”. Mientras podamos, antes que desertar, entonces, preferimos
seguir luchando…
(continuará)
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