domingo, 16 de febrero de 2025

Malestares, psicopolítica y posicionamiento ideológico

 



Tras un año de gobierno de La Libertad Avanza

 

Por Mariano Pacheco

 y Gabriel Rodríguez Varela

 

Las anotaciones que se comparten a continuación son producto, en gran medida, del proceso colectivo de intercambios realizados en el marco del análisis de coyuntura emprendido en la primera reunión del año (2025) del Instituto Plebeyo, en un intento por elaborar, de manera grupal, un balance luego del primer año de gobierno de Javier Milei. Las resonancias e intuiciones surgidas en ese marco buscaron atender a ciertos aspectos de la coyuntura en su dimensión psicopolítica, esto es, los aspectos específicamente anímicos y afectivos presentes en la lucha de clases, atentos a la apuesta de poder elaborarlos en función de una alternativa política emancipatoria.

 

I-

La pauperización de las condiciones de vida de la clase trabajadora, la intensificación pospandémica del malestar y la rotura existencial (plus-de-rotura-existencial) no conllevó un corrimiento psicopolítico (ni ideológico) de las masas hacia la izquierda. Tal como volvió a hacerse patente en las elecciones presidenciales en las que ganó Javier Milei (y también se verifica actualmente el estado de movilización social parcial sin capacidad de revertir la ofensiva salvaje de las clases dominantes) esos malestares se canalizan por derecha

Para sectores cada vez más amplios de la clase trabajadora, esos malestares y esos sufrimientos parecerían continuar optando por tramitaciones psicopolíticas tributarias al manodurismo falocrático y autoritario de la extrema derecha del capital antes que por las respuestas asamblearias, de lucha callejera y/o democratizadoras de izquierda por las que se ha optado en otras oportunidades de la reciente historia nacional. Menos que menos, parecerían aspirar a una salida institucional moderada de signo progresista, encargada de templar la irascibilidad e intolerancia psicopolítica que carcome nuestras vidas cotidianas.  

En la necesidad supervivencial (más que del deseo) de revertir con premura esa coyuntura psicopolítica (a todas luces adversa) surgen en nosotrxs una serie de preguntas: ¿cómo es que eso sigue resultando posible? ¿cómo hacer para que eso resulte imposible? ¿qué hacer o qué dejar de hacer para contribuir a que aquello que resulta actualmente imposible devenga posible? En resumidas cuentas: ¿cómo abonar a la emergencia de una alternativa psicopolítica de izquierda, popular, que se verifique como vía de politización de los malestares que, en quienes hacemos parte de la clase trabajadora, produce la ofensiva de las clases dominantes que se realiza a través del ajuste de La Libertad Avanza y sus aliados?   

 

II-

Cualquier intento de abordar la serie de interrogantes que planteamos presupone abandonar la pretensión de dar con una respuesta unívoca. Para nosotrxs siquiera se trata de embebernos con la arrogancia de pretender explicar y señalar un camino. Nos conformamos con extraer algunas consecuencias psicopolíticas de afirmaciones que circularon en ciertas publicaciones dispuestas a balancear el primer año del gobierno de Milei. Puntualmente, con relación a aquellos diagnósticos que ubicaron a finales del año pasado el hecho de que se ha dado un “cierre del ciclo de las luchas iniciado en 2001”. Según nos dicen, algo que se constataría, entre otras tantísimas cuestiones, por el nivel de desmovilización social que se registra luego de un año de ofensiva del capital viabilizada por gobierno de LLA; o un tanto más específicamente, por la ineficacia actual de ciertas formas de movilización signadas por la rutina que, en el anterior ciclo, habrían posibilitado bloquear (al menos parcialmente) la satisfacción política de las demandas de ajuste y reestructuración profunda del ordenamiento jurídico-político y social que exigían las clases dominantes. 

Lejos de toda pretensión de reeditar ensueños posfundacionalistas (“todo lo anterior estaba mal”) si algo de ese “cierre de ciclo” efectivamente se ha consumado, se desprende otra vez, y cada vez con menos margen de tiempo para la experimentación, que nos vemos ante el desafío de actualizar nuestra imaginación política desde una perspectiva popular, desde abajo y a la izquierda. Desde el vamos, algo que no se limita a la cuestión de la invención de nuevas formas de organización y vías de politización, aunque las implica. De igual manera, que presupone como condición de su despliegue la necesidad de conmover la función de dogmas del quehacer asignadas a ciertas respuestas de politización consagradas en la historia emancipatoria. Esto último, por caso, un proceso cuya concreción a nivel psicopolítico puede resultar sumamente complejo, tal como salta a la vista con sólo tomar en cuenta que en muchas ocasiones puede tratarse de respuestas que han funcionado de un tiempo a esta parte como axiomas que estructuran la totalidad de nuestras vidas, en tanto que vidas militantes de izquierda. 

 

III-

Las respuestas que hemos consagrado como vías regias para intervenir en el registro psicopolítico de la lucha de clases (politizar lo subjetivo, lo anímico, lo afectivo), dada su ostensible ineficacia, no convendría que permanezcan al margen de ese proceso de actualización de nuestros imaginarios de politización. Es en ese sentido que, lejos de pretender reducir las incumbencias de su politización al campo de las “pasiones tristes”, no obstante, nos preguntamos: ¿qué vías de acción psicopolítica dispuestas a la politización del malestar de la clase trabajadora requiere el nuevo ciclo de luchas que, de haber cerrado el anterior, se ha inaugurado o está próximo a hacerlo? 

La seguidilla de anotaciones que compartimos a continuación pretender contribuir a la elaboración de algunas referencias para la elaboración necesariamente colectiva y político-prácticas de esas vías:

1.                Entendemos a la psicopolítica como aquella dimensión de la realidad social que atañe a las dimensiones anímicas y afectivas de la lucha de clases. Desde esa óptica, esos malestares y/o sufrimientos que experimentamos a diario en nuestras vidas cotidianas son un producto social, histórico y, por lo tanto, políticamente determinado. Y por esto mismo, no son político-ideológicamente neutros. Entre otras tantas dimensiones, nos llegan con su repertorio de posibles causas y una cierta afinidad para adosarse a determinadas respuestas antes que otras; incluso, pueden llevar consigo (cual marca de origen) una repulsión prácticamente inconmovible, en determinadas coyunturas, para participar en ciertos ensayos de politización. Por caso, los que solemos ofrecerle desde las izquierdas. Podríamos llegar a conjeturar que contienen en sí mismos facilitadores que los disponen encausarse en ciertas vías privilegiadas de tramitación psicopolítica y no en otras. 

2.                No hay malestares y/o sufrimientos sociales como cantidades de afecto descualificadas que se prestarían, por igual, a una tramitación psicopolítica por izquierda o por derecha. Esos malestares y sufrimientos están modelados por las formas de vida dominantes de nuestra época. Y en cada época, parafraseando a Marx y Engels, las formas de vida dominantes son las formas de vida de las clases dominantes.  Sin desestimar los elementos de contrahegemonía molecular elaborados por los procesos de lucha y organización social y políticos emancipatorios, aún no hemos generado una fuerza capaz de elaborar formas de vida autónomas y plenamente antagonistas a los designios del mando capitalista. La modelación de nuestras formas de vida, de los territorios de existencia de la clase trabajadora, en última instancia aunque no sin contradicciones y conflictos, cabe a cuenta de la potencia económica, política y afectiva del capital. Los malestares y sufrimientos que se experimentan en esas formas de vida, también. Las variaciones en la correlación de fuerzas (objetivas y psicopolíticas) podrá intensificar o disminuir la contradicción entre elementos antagonistas y hegemónicos. Como sentimos a diario, la actual coyuntura nos es sumamente adversa; algo que se verifica, más allá de nuestra voluntad, por ejemplo, en el quantum de elementos de derecha que hacen parte de nuestras vidas de izquierda y en el incremento de las dificultades que encontramos para darnos vidas de izquierda

3.                Los malestares y sufrimientos de la clase trabajadora, incluso aquellos resultantes de una ofensiva abierta de las clases dominantes contra nuestras propias vidas, tal como las desarrolla el gobierno de Milei, no son en sí mismos político-ideológicamente neutros y, menos que menos, necesariamente afines a una posible politización por izquierda. Esos malestares, esos sufrimientos, que registramos a diario en “lo social” (como correlato del avance de la ofensiva de la extrema derecha imperialista sobre nuestras vidas y territorios de existencia) y, también, en cada unx de nosotrxs, convendría asumirlos, sin eufemismos, como sufrimientos y malestares de derecha, ya que son modelados por las formas de vida dominantes.  Puede que haya llegado elal momento, entonces, dea que digamos basta a seguir esperando a que ese tipo de malestares vaya a encausarse en una alternativa sustentable y atractiva de izquierda. Y no sólo porque aún no disponemos de ese tipo de alternativa (algo que si somxs sincerxs con nosotrxs mismxs resulta innegable), sino lisa y llanamente porque esos malestares no son compatibles con una politización por izquierda.

 

IV-

Participamos de movimientos tectónicos de magnitud planetaria que también se manifiestan políticamente en la meca del imperialismo. También nosotrxs experimentamos una cruzada antiprogresista, antifeminista y anticomunista. Y no sólo por parte de la extrema derecha mileista sino también por parte de ciertos sectores del movimiento popular. En estxs últimxs, por lo que salta a la vista, compenetrados en construir una instancia de relevo a la actual gestión de gobierno que parecería prepararse, sin pudor, para ofertar a la sociedad un revival exacerbado hasta los lindes de lo grotesco de un nostálgico nacionalismo popular reaccionario, masculinista, autoritario, falocrático y virilista. Para eso, todo parecería querer resumirse al hecho de encontrar quien grite más fuerte, quien golpee más duro la mesa, quien sea más políticamente incorrecto (es decir, quien sea capaz de sostener mejor la imagen de varón cis-hetero que, en el campo popular, terminaría –queriendo o no– expresando su alineamiento con los planteos de la extrema derecha, internacional y nacional, sobre la supuesta “moral de la ideología de género” que sería promovida por feminismos y activismos de las disidencias). En resumidas cuentas, sostenemos, se ha puesto en marcha una instancia de relevo gubernamental en la que sólo quien sea “más macho” sería merecedor de liderar la manada de víctimas de estas iniciativas de gestión estatal (porque sí, al fin y al cabo y más allá de su retórica, es desde la cúspide del estado nacional que se están facilitando todas las medidas para un reordenamiento en favor de los grandes grupos de capital concentrado). 

Como salta a la vista, se trata de una opción ética-política, de una perspectiva cultural que, en gran medida, aspira a conectar con esos mismos malestares y sufrimientos con los que conecta el neofascismo argento. Puesto que aun teniendo diferencias ostensibles en el plano político-económico, en lo político-cultural, parecería que se apuesta a retomar todo un repertorio de elementos machistas y macartistas que hacen parte de la subjetivación y las formas de vida de derecha promovidas y con la que hace sistema la propuesta política y cultural de LLA. 

El modelo del “macho con la motosierra”, como solución grotesca de compromiso (más no por eso menos pestilente) para fugar del encuentro con un estado de rotura-existencial inenarrable, parecería haber sacado ventaja en la batalla de las identificaciones psicopolíticas.

 

V-

En la actual coyuntura anímica y afectiva, dada la correlación de fuerzas desfavorables que experimentamos a diario en ese registro de la realidad social, ¿es posible la existencia de una alternativa política de masas que busque conectar con vastos sectores de la clase trabajadora sin apelar a esos patrones psico-existenciales hegemónicos? ¿Habría que renunciar a eso por forzarnos asumir premisas psicopolíticas y existenciales reaccionarias? 

Si esas preguntas valen para la macropolítica, para la micropolítica (y digamos nosotrxs, también, para la psicopolítica) Bifo Berardi nos recuerda la posibilidad de “desertar”. Nos invita a hacerlo. Una invitación a algo que podría parecerse en mucho al ensueño de concertar una “fuga privada” pero que, nos dice, sería la disposición ético-política apropiada de alguien de izquierda radical. Una opción a la que, pese a su honestidad intelectual, nos oponemos. O más bien, diríamos, una opción que se le agradece a quien supo ser un combatiente de la libertad y la igualdad y aun consideramos un entrañable compañero de ruta, pero por la que preferimos no optar. Sencillamente, por razones político-prácticas: si la extrema derecha se consolida, no habrá sitio donde refugiarnos, porque no habrá lugar siquiera donde podamos replegarnos para tomarnos un respiro psicopolítico táctico. El mensaje es claro: “nos van a venir a buscar”. Mientras podamos, antes que desertar, entonces, preferimos seguir luchando…

 

(continuará)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario