Volví a ver, nuevamente, el mismo día, “Match point”, de Woody
Allen (2005) y “Perdidos en Tokio”, de Sofía Coppola (2003), una atrás de la
otra.
Las
había visto ambas ni bien salieron, la primera en el cine (en El Lorca de la
calle Corrientes, lo recuerdo bien porque, si no me equivoco, fue el primer
film en que Goody Allen no actúa y filmaba fuera de EE.UU y eso me impactó en
el momento mismo en que la veía sentado en la butaca frente a la pantalla
grande) y, la segunda, la vi en un VHS, en tele, en la casa mi hermana Gabi, tiempo
después de haber visto (y quedado fascinado) con “Las vírgenes suicidas”
(1999).
No
recordaba que ambas pelis son protagonizadas por la hermosísima Scarlett Johanson,
que en el film de Coppola tiene apenas 19 años y se actúa todo junto al
entrañable Bill Murray: ella, “Charlotte”, es la joven
esposa del también joven fotógrafo John –interpretado por Giovanni Ribisi–,
quien hospedada en el lujoso Park Hyatt de la ciudad-capital de japonesa se
encuentra con Bob Harris, un veterano actor que se encuentra allí, en
medio de una crisis matrimonial y laboral, filmando lo que parece ser para él
una estúpida para promocionar un whisky. Atravesado por la melancolía y cierto
toque apesadumbrado, el film logra captar cómo dos personas pueden compartir su
ensimismamiento sin salirse nunca de su propio sentimiento de soledad.
Si
Sofía Coppola logra construir una hermosísima historia de amor donde no hay consumación
del encuentro de los cuerpos (con una bellísima imagen final), Woody Allen, en
cambio, pone en escena (una escena que entra en diálogo explícito con “Crimen y
castigo” del gran Fiódor Dostoievski y su emblemático personaje Raskolnikov) la
atracción sexual, el encuentro carnal a travesado por un deseo irrefrenable y
un trágico final. No digo mucho más para no spoilear, pero el norteamericano
logró con esta película mostrar que era capaz de recrearse, fuera de su
emblemática Nueva York, ambientando su historia entre personas de la alta
sociedad londinense y concentrándose en las labores de guión y dirección, sin
actuación, cuestión que sostendrá hasta el día de hoy.
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