Aquellos
ojos verdes (a ese corazón fugitivo de Chiapas)
Por
Pedro Lemebel
En
el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la
Bifobia, recordar un texto fundamental del pensamiento y las letras
en Nuestra América
Tal vez, porque supe de tu saludo al Frente Homosexual de Cataluña, donde una loca amiga recortó tu mirada de pasamontañas para pegarla en el telón blanco de su amor revolucionario. Quizás fue por eso, porque nunca tuvimos un Che Guevara propio, ni estrellas rojas en el amanecer nublado en Cuba. Y la montaña sandinista nos resultó demasiado empinada para el delicado aguante mariposa. Quizás, porque los héroes del marxismo macho “nunca nos tuvieron paciencia”, y prefirieron bailar solos, ideológicamente solos, la ranchera baleada de su despedida.
Tal vez, porque supe de tu saludo al Frente Homosexual de Cataluña, donde una loca amiga recortó tu mirada de pasamontañas para pegarla en el telón blanco de su amor revolucionario. Quizás fue por eso, porque nunca tuvimos un Che Guevara propio, ni estrellas rojas en el amanecer nublado en Cuba. Y la montaña sandinista nos resultó demasiado empinada para el delicado aguante mariposa. Quizás, porque los héroes del marxismo macho “nunca nos tuvieron paciencia”, y prefirieron bailar solos, ideológicamente solos, la ranchera baleada de su despedida.
Por eso,
querido Marcos, en esta esquina de la modernidad, donde casi no
quedan estatuas que apunten al cielo con su puño cerrado. En este
vértice del siglo, donde se venden las causas minoritarias en un
revoltijo de plumas, condones y sostenes feministas. Ahora que tu
México indio y pobre llega a Chile con peluca rubia de cambalache.
Como si fuera una piñata Nafta que trafica Televisa repartiendo
imágenes de Acapulcos coloridos y mariachis tecno. La postal cuate,
donde la vida se empaqueta en teleseries gritonas y festivales de
bikinis. La Mexicomanía que consume el neoliberalismo chilensis
hartándose de tacos y enchiladas. Los mismos siúticos que ayer
odiaban el chulerío picante de tu marimba azteca. La nueva clase
pirula que saca pasajes para tostarse en Cancún, buscando un México
light sin problemas sociales ni revueltas del pasado. Menos esas
guerrillas que ahuyentan la inversión extranjera, ni esos pequeños
sueños de justicia que la modernidad etiqueta de nostalgia. Porque
el tercer mundo se totaliza capital, y su luz metálica apenas
eclipsa el fuego verde de tus ojos.
Entonces,
subcomandante, empuñas la treinta treinta y se levanta contigo el
indiaje zapatista. Así fuera ayer la rebelión tizna de pólvora la
pantalla del noticiario, y la foresta de Chiapas es el nuevo pulso
que despierta en un alboroto de pájaros. Sólo que no es ayer, y los
pájaros son helicópteros que zumban fatídicos por tu cabeza. No es
ayer, lo repiten los ultimátums oficiales. Porque los Villas y
Zapatas yacen pegados a los murales que fotografían los turistas.
Pero igual sigues desafiando corajudo al Nuevo Orden. Igual sigues
inventándole personajes a tu perseguido anonimato. Por ahí declaras
que fuiste travesti en Barcelona, traficante en Times Square y pirata
aéreo en El Cairo. Que nunca nadie dio con tu verdadero rostro,
porque la revolución no debe tener un rostro. Es un imaginario
posible, un paisaje que se completa con el rostro amado, soñaba
Gilles Deleuze.
Sólo
conocemos vestigios de selva que enmarcan tu mirada, sólo eso dejas
ver. Y ese color turquesa entre las pupilas azabaches, lo tildan de
intruso agitador. Pero tú ríes diciendo que son lentes de contacto.
Más bien tus ojos se burlan del ojo mayor, tratando de identificarte
en su- rompecabezas de fichaje. Tus ojos se mofan de la vigilancia y
su stock de narices, orejas y bocas que tratan de encajar en la
calavera prófuga en la calavera camuflada que requiere un rostro
para el castigo. Porque el poder necesita un rostro para clavetear tu
foto-recompensa. El poder te viste de caras para proclamar tu ansiada
captura.
Por eso el empadronamiento
mexicano improvisa una máscara y la reparte al mundo por Televisa,
tranquilizando a los socios del Nafta. Enfatizando que la rebelión
está controlada y ese tal Marcos está plenamente identificado. Y
tú, escondido quién sabe dónde, contestas que no eres tan feo, que
se guarden ese Frankenstein para sus pesadillas.
Pareciera
que el corazón de Chiapas pende de un hilo, acorralado por el
blindaje. Mientras tanto, mi amiga loca de Barcelona retrasa su
reloj, suspende la hora del noticiario, porque no quiere conocer tus
ojos sin pasamontañas. No quiere ver la pendiente suave de tu
mejilla, ni la lija de tu barba a medio crecer por los días y días
acosado por los perros del ejército mexicano. Escondido, cansado,
travestido de india o caminante que no duerme, que no puede pegar el
sueño y sueña despierto. Y los bellos ojos irritados por el polvo
aún chispean esmeraldas en los humos del emplumado amanecer.
NOTA:
Marcos recibió este texto en Chiapas, y le gustó mucho. Pero
solamente un detalle le causó gracia: él dijo que no tenía los
ojos verdes
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