Revisitar la historia del periodismo, la investigación y la "inteligencia popular" en Argentina
Por Mariano Pacheco
Esta semana salió a las calles Vida de Perro. Balance político
de un país intenso, del 55 a Macri, conversamos con Diego
Sztulwark, autor del libro en el que recoge dos años de diálogos
con Horacio Verbitsky, publicado
recientemente por Siglo XXI y editorial Tinta limón.
Rodeado de libros de filosofía y política, en el sitio en donde
coordina sus grupos de estudio en la ciudad de Buenos Aires, Diego
Sztulwark nos recibe para mantener una charla fugaz, entre mate y
mate, y compartirnos un ejemplar del libro que acaba de publicar. En
este diálogo breve pero intenso el ex integrante del Colectivo
Situaciones (actual redactor del Portal Lobo suelto y
columnista de La luna con gatillo) se mete de lleno en una
tarea que –compartimos- se torna vital para el devenir de las
experiencias de lucha y organización que se vienen sosteniendo en la
Argentina de postdictadura.
¿Qué repercusiones tuvo en vos el hecho de haber revisitado
todas esas experiencias del periodismo y la investigación de la que
Horacio Verbitsky fue parte? Digo: más allá de lo que fueron esos
momentos, que despertó en vos en términos de pensar el periodismo y
la investigación en la actualidad.
A mí la figura de Verbitsky siempre me resultó fascinante. Digo:
fascinante no en el sentido de que uno admira a alguien, sino de que
pude ver ahí un estilo de presentación de la información y un
estilo de confrontación que no venía del mundo periodístico
propiamente dicho sino de una tradición militante, sea lo que sea
que uno puede opinar de los períodos militantes de Verbitsky. La que
me interesó fue eso centralmente: la investigación como una zona de
rigor, en la que se trata –por ejemplo-- de problematizar como
operan las derechas, cómo actuar los poderes, y ser capaz de ofrecer
una información sistemática para disputar, en el plano de la
comunicación, cosas que también se están disputando en el plano de
la calle, de la lucha social y sindical. Creo que eso hoy no se ve en
el periodismo dominante, quizá sí se lo puede ver en determinados
medios alternativo o periodistas particulares, pero no es la línea
dominante en el periodismo actualmente. Y cuando uno se pone a ver de
dónde viene todo eso, se topa inmediatamente con la figura de
Rodolfo Walsh. Y pensando en él, se me ocurrió en que era posible
trazar ea línea, la que va desde Prensa Latina con la
Revolución Cubana –no entendida como fenómeno nacional sino como
uno continental, regional-- donde empieza a entenderse, en el plano
de la comunicación, la información y la difusión, hay una disputa
específica que dar (en el caso de la Revolución Cubana, con el
imperialismo); y cómo a partir de ese fenómeno, una serie de
intelectuales-militantes de ese período se comprometen con esa
tarea. Siempre me pareció que había una relación entre esa
experiencia, y la experiencia de la formación de las áreas de
Información e Inteligencia, como la que desarrollaron Walsh y
Verbtsky primero en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y luego en
Montoneros, pero que puede verse en casi todas las formaciones
guerrilleras. En todos los grupos revolucionarios en realidad estuvo
siempre muy presente esta necesidad de la información y la
inteligencia o como la querramos llamar. Y después también está
todo el período de la prensa clandestina, de ese intento de seguir
actuando autónomamente desde los movimientos populares –aún en
los peores momentos-- para librar esa lucha específica en el plano
de la información y la inteligencia.
Sería pensar ese ciclo de las luchas revolucionarias de los años
60 y 70 previos al aniquilamiento vía el terror de todas esas
experiencias…
Claro. Y desde 1977, la aparición de los organismos de derechos
humanos, que también tienen una zona de investigación, más
vinculada a lo jurídico, es cierto, a diferencia del período
anterior donde la información está vinculada a la revolución. Toda
esa lucha vinculada a investigar el genocidio creo que es una lucha
muy vigente. No estoy de acuerdo con quienes plantean que es algo
ligado sólo a los años 70. Me parece que hay toda una posibilidad
de gestar figuras penales para los actores económicos que fueron
parte del vínculo entre terrorismo de Estado y acumulación de
capital. Insisto: me parece un tema no cerrado aún. Pero también la
Iglesia, y los cuadros civiles, empresariales, que todavía no se ha
encontrado la figura penal de cómo tipificarlos para juzgarlos. Yo
creo que eso sigue siendo una tarea y que los organismos de derechos
humanos de algún modo heredan ese hilo rojo de la investigación.
Pero no sólo los organismos, porque después aparece el movimiento
piquetero, y el Ni Una Menos y todas las militancias más ligadas a
los movimientos sociales que a las organizaciones políticas como en
los años 70. Y todas esas organizaciones enfrentan de algún modo el
mismo desafío: poder entender contra quien pelean, comprender en el
plano de la información y de la comunicación qué es lo que está
en juego. Y yo creo que ese hilo rojo que va desde la Revolución
Cubana hasta los movimientos sociales, de Prensa Latina a los
intentos actuales de disputar es ese plano intelectual (de la
información, la comprensión, la comunicación, la inteligencia), es
una lucha estratégica de los movimientos sociales. Tampoco creo que
sea una tarea de especialización burocrática sino que es algo que
nos corresponde a todos: comprender que es una tarea estratégica,
que hay una historia viva de estas funciones. Y creo que es una tarea
poder proponer, a las organizaciones sociales, que se preste atención
a este plano. En ese sentido no es que importe tanto la figura
Horacio Verbitsky sino un método de trabajo, que tiene una historia
muy larga, y que uno no querría que se pierda. Tampoco conservarla
como es, pero sí rescatarla para pensar que hay ahí para
actualizar, para recrear.
Vos también que te dedicas a coordinar grupos de estudio de
filosofía: ¿ves que se produjeron ahí algunos cruces entre el
pensamiento crítico occidental –por decirle de algún modo-- y
esta tradición crítica del periodismo nacional/Latinoamericano?
El cruce no se produce en Horacio Verbitsky, pero sí en compañeros
que trabajamos esto. Cuando empezamos a trabajar, Horacio me dijo:
“vos sos muy filósofo, muy abstracto, no sé si vamos a poder
trabajar juntos”. Pero al final, lo que empezó a pasar –me
parece-- es que esa articulación le gustaba, pero no la quería
hacer él. Entonces de algún modo me ofrecía que la hiciera. Es
decir, tratar de teorizar un poco sobre esta dimensión de la
investigación con elementos no tan tradicionales de la militancia de
los 70, que tuvo una serie de categorías que pueden haber sido muy
operativas para ese período -y que incluso hoy pueden tener alguna
vigencia- pero que queda claro que si son sólo esas categorías
falta incorporar mucho material.
Yo creo que sí, que el archivo europeo, por decirlo de algún modo,
ese que va desde Spinoza a Marx, de Marx a Mayo del 68, tiene una
potencia enorme. Un archivo, por otra parte, que seguramente los
mismos europeo no sepan usar ya, pero que en la situación
Latinaomericana –vinculado al último ciclo de luchas de los
movimientos sociales-- es muy susceptible de ser apropiado desde
nuestra condición, nuestra experiencia, nuestro lenguaje. Creo que
sería muy sectario de nuestra parte decir que hay cosas que pueden
tener un valor pero que no las vamos a usar porque vienen de afuera.
Ningún lector de Mariátegui, como fui yo toda mi vida, podría
tener una mirada tan sectaria como para sostener que hay que
descartar esa dimensión internacional o cosmopolita del
conocimiento, de la conexión entre las luchas y las imágenes del
pensamiento.
En este sentido, para mí, para mi formación, un autor argentino que
fue clave es León Rozitchner. Y todo el período de trabajo con
Verbitsky en mi cabeza estuvo esta comunicación con Rozitchner. ¿Por
qué? Porque siempre una investigación empírica conecta con un
plano más general de conceptos y de ideas que permiten pensar esa
investigación. Y voy a poner un ejemplo: Verbitsky tiene una obra
–para mí bastante desconocida y muy fundamental-- que son los
cuatro tomos sobre la historia política de la Iglesia argentina.
Unas 1.600 páginas muy documentadas sobre el papel de la Iglesia en
el siglo XX en el país. Básicamente, el momento en el que la
secularización incompleta de la Argentina liberal, por presencia de
la clase obrera migrante, lleva a la burguesía a aliarse con una
iglesia a la que estaba combatiendo. Y a tomar de la Iglesia una
ideología general del control, unas jerarquías naturales que se
traducen luego en jerarquías sociales, y a delegar la represión del
movimiento obrero en ese saber de la Iglesia. Entonces sucede que se
produce ese ensamble, en donde las clases dirigentes –que no
llegaban a ser laicas en el sentido europeo-- le dan a la Iglesia la
tarea de adoctrinar a las Fuerzas Armadas para la represión de un
movimiento obrero que, cada vez más, era migrante y con ideas
libertarias. Entonces, ese proceso que va desde comienzos del siglo
XX a la ESMA, es una historia donde resulta muy difícil diferenciar
Iglesia y Fuerzas Armadas. La doctrina de la tortura, la contención
de los cuadros militares, toda la concepción anti-revolucionaria de
las Fuerzas Armadas, viene muy elaborada en relación con ciertas
corrientes de la Iglesia (vaticana, pero también francesa). Mientras
yo leía esos tomos, tenía en mi cabeza La cosa y la cruz,
el libro de Rozitchner, una investigación que tiene en su horizonte
un período mucho más largo, porque es prácticamente una historia
del cristianismo, entendido como una gran metafísica que separa
cuerpo y alma y denigra la materialidad del cuerpo a favor de una
inmaterialidad del alma. En Rozitchner entonces, el cristianismo tal
como se constituye a partir del siglo IV –cuando se transforma en
una religión de imperio y pasa a ser una tecnología de producción
de subjetividades controladas – es una preparación del
capitalismo. Por eso para mí, poder leer una tesis filosófica tan
compleja y tan documentada como la de León Rozitchner, puesta en
relación con una investigación empírica (como las 1.600 páginas
de Verbitsky, en donde se recorre un archivo enorme y al mismo tiempo
muy situado), me permitió indagar en por qué nuestro pensamiento
crítico tiene tanto horror con las derechas eclesiales. No sólo
porque nos gusta leer a Niestzsche y sus críticas al cristianismo,
sino también porque esas lecturas nos permiten entender cómo se
armó la picana, y cómo se puso a funcionar ese dispositivo que
reventó a nuestros compañeros. No son cosas distintas. Entonces, la
posibilidad de ensamblar el pensamiento crítico tal y como nosotros
necesitamos pensarlo dadas las cosas que vivimos, con una
investigación empírica, rigurosa, con datos, lo que permite es
armar una fuerza del tipo discursivo, intelectual, que no está
separada de la fuerza de política callejera. O por lo menos, como
decía León, deberíamos apostar a que aquello que se juega en el
plano de la calle sea lo mismo que se juega en el plano de las ideas.
FUENTE: La luna con gatillo
(www.lalunacongatillo.com)
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