A 50 años del Programa del 1° de Mayo
Por Mariano Pacheco
Agraviados
en nuestra dignidad, heridos en nuestros derechos, despojados de
nuestras conquistas, venimos a alzar en el punto donde otros las
dejaron, viejas banderas de la lucha.
CGT-A, “Programa del 1°
de mayo de 1968”
Hace 50 años, a cuatro semanas de haberse conformado la CGT de los
Argentinos, se funda el periódico CGT, dirigido por Rodolfo Walsh.
Allí sale publicada la proclama redactada por el autor de Operación
masacre, el “Programa del 1° de mayo” de la CGT-A, la
experiencia político-sindical argentina cuyo lema es “Sólo el
pueblo salvará al pueblo”. Un siglo y pico antes, en el marco de
la fundación de la Asociación Internacional de los Trabajadores,
Karl Marx había escrito otra gran proclama obrera, en la que se
afirmaba que “la emancipación de los trabajadores será obra de
los trabajadores mismos”. Apenas siete años después de aquel
texto emblemático de la AIT, la clase obrera francesa protagoniza la
“Comuna de París”, la “forma política al fin descubierta”
bajo la cual ensayar la emancipación económica del trabajo, según
la célebre frase que el autor de El capital escribió en La
guerra civil en Francia, folleto
en el que afirma que la Comuna fue una experiencia magnífica para
pensar en la abolición de la propiedad privada (“expropiación
de los expropiadores”) en el camino de establecer una dinámica de
“trabajo libre y asociado”.
En 1968 –días antes de que estallara el “Mayo Francés” en el
que se reinvindicará fuertemente a la Comuna-- importantes sectores
del peronismo combativo, las izquierdas y el cristianismo de base,
confluyen en esta experiencia que es un hito de la historia de las
luchas de las y los de abajo en el país, y que hoy cobra un relieve
mayor a la hora de encarar algunos de los debates pendientes entre
las experiencias de organización popular que se vienen gestando al
calor de las luchas contra el creciente estado de malestar en el que
se vive en la Argentina.
Una experiencia, un programa
El programa del 1° de Mayo hace un claro uso político de la
historia. Lejos del memorialismo que ocupó la escena política de la
Argentina durante la última década –y que hoy, muchas veces, se
torna impotente frente a la ofensiva conservadora--, lejos de esas
miradas impregnadas de ese otro conservadurismo –el progresista--
que se sostiene en pensar todo el tiempo que el pasado fue mejor, la
proclama de la CGT-A logra invocar el fantasma de los muertos, de los
asesinados, de los caídos en las causas obreras como inspiración
para esas rebeldías que viven en su presente. El programa, entonces,
se inscribe en una genealogía que haya su fundamento en el pensar,
el sentir y el actuar de los que han sido masacrados peleando por lo
mismo que entonces se peleaba.
El programa, obviamente, también funciona como denuncia de la
situación económica, política y social del presente: “Durante
años solamente nos han exigido sacrificios. Nos aconsejaron que
fuésemos austeros: lo hemos sido hasta el hambre”. Así comienza
el punto Nº 2, en el que se declara que en los años 60 la década
del treinta “resucita en todo el país con su cortejo de miseria y
de ollas populares”. Su lectura provoca un doble desafío: el de
hacer el esfuerzo por recordar que la historia nunca se repite,
mientas no se deja de prestar atención a las resonancias que
vinculan ese pasado con nuestro presente, el de los años cínicos
macrista que estamos viviendo. “El aplastamiento de la clase obrera
va acompañado de la liquidación de la industria nacional, la
entrega de todos los recursos, la sumisión a los organismos
financieros internacionales”, afirma el periódico CGT, en
el que no se tiene empacho de asegurar que “la historia del
movimiento obrero, nuestra situación concreta como clase y la
situación del país nos llevan a cuestionar el fundamento mismo de
esta sociedad: la compraventa del trabajo y la propiedad privada de
los medios de producción”.
Por supuesto, más allá del reflujo de los años previos, no puede
dejar de tenerse en cuenta que el Congreso Normalizador “Amado
Olmos” de la CGT realizado el 30 de marzo puede realizar un fuerte
cuestionamiento a la propiedad privada, fuente del modo capitalista
de producción, porque encuentra su razón de ser en un proceso de
más de una década previa muy diferente a la década anterior a la
nuestra.
El contexto internacional, tras el triunfo de la revolución cubana
en América Latina, pero también del Frente de Liberación Nacional
en Argelia; el desarrollo de la Revolución Cultural en China y de la
resistencia contra Estados Unidos en Vietman; la expansión del la
figura de Ernesto Guevara por todo el mundo tras su asesinato en
Bolivia, se entrelaza con un contexto nacional en el que el peronismo
en la resistencia hizo un camino por fuera de la gestión del Estado,
un tránsito simultaneo de sabotajes y huelgas, recuperación de
espacios gremiales y tomas de fábricas, además de fugaces pero
intensos ensayos insurreccionales –como la que se produjeron en el
marco de la toma del frigorífico Lisandro de la Torre en enero de
1959-- en los que fue profundizando su conciencia de clase y situando
el horizonte de la liberación nacional junto con la perspectiva de
edificación de una sociedad socialista. No por nada en el Programa
de la CGT-A se dice: “retomamos pronunciamientos ya históricos de
la clase obrera argentina”. Línea de continuidad directa,
entonces, con los programas obreros de La Falda y Huerta Grande (1);
mirada clasista de la nación, mirada nacionalista-popular de la
inserción del país en el mercado mundial.
Lo reivindicativo y lo político
“El trabajador quiere el sindicalismo integral, que se proyecte
hacia el control del poder, que asegura en función de tal el
bienestar del pueblo todo. Lo otro es el sindicalismo amarillo,
imperialista, que quiere que nos ocupemos solamente de los convenios
y las colonias de vacaciones”, puede leerse en el programa del 1°
de Mayo, en el que se recuerdan aquellas palabras pronunciadas Amado
Olmos tiempo antes de morir en un accidente automovilístico. También
se insiste en subrayar que los trabajadores no tienen por qué
permanecer indiferentes al destino del país y ocuparse solamente de
problemas sindicales, como proponen los “dirigentes ricos” que
“voluntariamente han asumido ese nombre de colaboracionistas”,
que significa “entregadores en el lenguaje internacional de la
deslealtad”.
La CGT de los Argentinos, por el contrario, ofrece “a cada uno un
puesto de lucha”, como bien repetía el un jovencísimo Darío
Santillán, en las barriadas del sur del conurbano bonaerense, cuando
a inicios de este siglo proliferaban los Movimientos de Trabajadores
Desocupados (MTD). De allí que el planteo ponga énfasis en que las
direcciones sindicales burocráticas (“indignas”) debían ser
barridas desde las bases. “Que se queden con sus animales, sus
cuadros, sus automóviles, sus viejos juramentos falsificados, hasta
el día inminente en que una ráfaga de decencia los arranque del
último sillón y de las últimas representaciones traicionadas”,
rematan, no sin antes aclarar que el movimiento obrero “no es un
edificio ni cien edificios; no es una personería ni cien
personerías; no es un sello de goma ni es un comité; no es una
comisión delegada ni es un secretariado. El movimiento obrero es la
voluntad organizada del pueblo”.
La CGT-A no se queda sólo en un buen planteo sindical, sino que
tiene vocación hegemónica. Y desde su papel al frente de una
importante facción de los trabajadores argentinos, hace un llamado a
otros sectores para conformar un bloque popular capaz de protagonizar
un proceso de cambio en la Argentina. Y si bien en su llamado se
dirige a los “empresarios nacionales” --categoría que ya
entonces podía discutirse ampliamente-- no deja de poner en la mira
la importancia de la alianza de la clase obrera con el estudiantado,
los artistas e intelectuales, los sectores académicos y religiosos
capaces de coincidir con el programa propuesto, que no es más –ni
menos-- que un programa anti-imperialista para la liberación
nacional y la justicia social.
Retrospectiva y perspectiva
No es posible pensar ningún aspecto de la realidad actual si no es
inscribiéndola en el horizonte político y cultural de la
posdictadura. Queda claro que el genocidio impuesto promediando la
década del 70 llevó adelante, como los propios militares
denominaron a su accionar, un verdadero Proceso de Reorganización
Nacional. Lo que hicieron se complementó con aquello que, luego de
asumir la gestión del Estado mediante el voto obtenido en elecciones
sin proscripciones, coronaron los gobiernos radical y justicialista
de Alfonsín y Menem. De allí que invocar a la CGT-A, a su Programa
del 1° de Mayo, sólo pueda hacerse como ejercicio de inspiración
para el accionar presente, pero mediante un análisis concreto de la
situación concreta, no sólo de la coyuntura, sino también del
ciclo histórico en el que las distintas coyunturas de las últimas
décadas se inscriben.
Dicho esto, no puede obviarse que no sólo la Argentina sino el
continente y el mundo entero han cambiado en demasiados aspectos como
para sostener la pereza de meterse en análisis agudos que permitan
determinar algunos rasgos al menos del momento actual de la lucha de
clases, objetivo obviamente que excede estas líneas.
La mutación a escala global del capital debe ser puesta en serie con
los cambios concretos que ha vivido la clase que vive del trabajo en
el país, y en ese proceso de mutación no puede obviarse el papel
que han jugado los sindicatos, y las personas concretas que en ellos
ocuparon lugares de dirección.
La clase trabajadora argentina no es ajena al proceso de
fragmentación que ha provocado el neoliberalismo. La fractura entre
sectores asalariados y sectores de lo que hoy se denomina economía
popular es profunda y estructural. De allí la necesidad --de doble
vía-- que implica, por un lado, que quienes viven en esta franja de
la economía popular cuenten con sus instrumentos específicos de
organización, que tienen singulares modos de expresarse, sus propios
repertorios de lucha y formas específicas de politización (y a esta
altura, una propia historicidad como movimientos sociales, diferente
a la de los sindicatos). Por otro lado, resulta conveniente asumir el
desafío de promover y proyectar la unidad orgánica de la clase.
Dicho esto, resulta conveniente no confundir unidad orgánica con
unidad de estructuras. Los sectores asalariados se encuentran, como
el resto de sectores populares, también fragmentados. La CGT no es
una sola e incluso la CTA –surgida fundamentalmente desde los
gremios de servicios en la década del 90, como una forma de salirse
de ese modelo de “sindicalismo empresarial” que se estaba
gestando-- tiene dos expresiones.
Las últimas semanas circularon entre la militancia, y aún en los
medios de comunicación hegemónicos, varias versiones respecto de la
posible conformación de un Sindicato Único de la Economía Popular
con vistas a reunir a las diferentes expresiones del sector en
perspectiva de ingresar a la CGT. Más allá de que la iniciativa no
pasó de algunas versiones periodística y rumores entre las
militancias, tuvo la virtud de funcionar como índice de debates aún
no abordados con la profundidad que se merecen, en el camino de
construir una mirada estratégica capaz de salirse del
coyunturalismo.
Quienes vienen protagonizando las luchas y procesos de organización
popular desde hace años saben muy bien que este tipo de discusiones
no se resuelven desde posiciones de ideologismo o purismo principista
sino desde un realismo crudo que muchas veces impone el ritmo de la
necesidad de posicionarse ante las urgencias de cada momento. Pero
también saben muy bien el costo que implica llegar a ciertas
discusiones demasiado tarde.
En la profundización de una mirada estratégica para la etapa
política que atravesamos seguramente se encuentre una de las claves
para salir del inmediatismo, y pasar no digamos a al ofensiva, pero
sí al menos a un momento de construcción de poder popular con bases
económicas, políticas, sociales y culturales más sólidas.
FUENTE: La
luna con gatillo
(www.lalunacongatillo.com)
*Redactor
del periódico Resumen
Latinoamericano,
conductor del programa radial y coordinador general del Portal
Cultural La
luna con gatillo.
1) Para consultar los
programas de La Falda y Huerta grande, presentados por Roberto
Baschetti, podes ingresar Comuner@s
en la orilla, sección del Pensamiento Crítico del proyecto
comunicacional Resumen Latinoamericano. También allí se puede leer
el programa completo de la CGT-A, ingresando a los siguientes links,
por orden de mención:
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