Lo que puede un cuerpo sobre un escenario
El juego de luces y sombras, de voces y movimientos
corporales, de silencios, voces y sonidos hacen de esta versión argenta del
clásico de Shakespeare dirigida y actuada por Pompeyo Audivert una obra
maestra.
En tiempos de hiperconexión y redes sociales, ni bien se
ingresa al Teatro (en este caso, el Metropolitan situado en la emblemática
calle Corrientes al 1300), se solicita al público presente no sólo que
silencien o apaguen sus teléfonos celulares (como se acostumbra a hacer en
cualquier sala, de cine o de teatro), sino que también se aclara que no puede
filmarse ni sacarse fotos.
En la época de la tiranía del yo, vemos a este artista
disolver esa ilusión de una unidad en una multiplicidad de personajes, que se
alternan unos a otros en cuestión de segundos, con sus voces y posiciones
físicas específicas y bien diferenciadas: las brujas Fatídicas, Macbeth, Lady Macbeth y Banquo, entre otros (siete en
total). Fundamental, asimismo, el cruce con Becket.
El escritor italiano Ítalo Calvino, supo decir que un
clásico literario era toda aquella producción que nunca termina de decir lo que tiene para decir. Y vaya
si con Shakespeare
pasa esto.
En este caso, además, con una tremenda y escueta puesta
en escena: un espejo, el marco de un cuadro y un vestuario que se reduce a una
bata, unas medias y un par de zapatos para el actor, un banco y un micrófono
para el cellista, Claudio Peña, pieza fundamental del rompecabezas teatral que
logra romper cabezas.
Juego de máscaras, relaciones de fuerzas, entramados de
poder, potencias ficticias que actúan sobre lo real, la locura y la muerte, las
resurrecciones.
Una obra que surge en pandemia y que, como comentó el
propio actor y director, busca trabajar, lo que habita un cuerpo en una
habitación.
Los
espectadores entramos en esa dimensión poética, teatral, imaginaria. “El tema
es tener confianza en que esas fuerzas teatrales puras siguen existiendo, que
no han sido disipadas por toda la maquinaria más capitalista que ha podido
desembarcar en el teatro sus propias formas de producción más
autorreproductivas”, dice Audivert en una entrevista para la revista Crisis.
Impresionante. Demoré en verla... Si no lo hicieron aún: ¡no
se la pierdan!
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